Tres más y terminamos!!
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Hasta pronto y suerte!!
DUDAS
– MUERTE – INFIERNO
Sam
y Sammy caminan lado a lado sin destino aparente, el mayor encerrado
es sus pensamientos, el pequeño...bueno, nada se sabía de él.
El
hombre intenta aún descifrar el misterio, el porqué de las visitas
obligadas a recuerdos ajenos, pero más aún, empieza a preguntarse
el porqué de la condición de su hermano. No es que no sepa que Dean
estaba angustiado y deprimido, pero esto es muy diferente, esto es un
Dean por completo derrotado, no se siente como él. Su hermano ha
llegado al borde muchas veces, él ha estado presente en alguna
ocasión, pero en el fondo Dean jamás se ha dado por vencido, ni
siquiera luego de haberlo matado, siguió cazando, salvó la vida de
esos niños, ¿por qué de repente decidía no despertar?.
Había
algo mal en todo esto, cada memoria de su hermano le enseña a Sam
sobre sufrimiento, es verdad, pero también le enseña sobre
adaptación, Dean no había sido una persona amargada, por el
contrario, encontraba su alegría en cosas sencillas, seguramente no
era el hombre que habría sido si su vida hubiera sido diferente,
pero esa vida que habían llevado con su padre no le había quitado a
su hermano la fuerza que lo hacía seguir adelante.
El
menor no entendía
qué es lo que había
llevado a Dean de casi morir por salvar a dos pequeños a encerrarse
en sí mismo por completo, no había lógica detrás de esa acción.
Seguía intentando desentrañar el misterio cuando todo a su
alrededor tembló, Sammy cayó sobre sus rodillas y manos frente a él
y casi lo aplasta cuando se le une en el suelo.
-¿Qué
está pasando?.
-N...no
sé.
-¿No...sabes?
-incredulidad, eso sentía Sam- ¿No era que tú sabías todo, mi
guía, lo que sea?.
-Evidentemente
no es así.
Las
paredes explotan, el suelo se deforma, imágenes brotan de todas
partes y se lanzan contra ellos, instintivamente Sam se vuelca sobre
el cuerpo del niño, pero los recuerdos no dañan físicamente, lo
traspasan como si carecieran de sustancia. Ve a su hermano, su padre,
a él mismo, el reencuentro con Dean y la búsqueda de John, la
muerte de Jéssica, los meses en el Impala buscando pistas de un
padre desaparecido que no quiere ser encontrado, gente rescatada,
gente muerta, discusiones, se ve a sí mismo apuntando con un arma a
Dean y disparando y ve a Dean adornándole la cara, ve a su hermano
recibir una descarga eléctrica mortal, y la tristeza de su propio
rostro en el hospital, lo ve hablando con Layla y el dolor en su
mirada. El alivio que se trasluce en sus ojos cuando John aparece en
la habitación de su hotel, ve al total de su familia argumentando en
un callejón, los ojos brillosos de Dean mientras convence a su padre
de dejarlos. Presencia el nuevo reencuentro, las nuevas peleas, el
surgimiento del conciliador que siempre salía de Dean cuando Sam y
John estaban juntos, pero también se da cuenta del cambio, de la
nueva posición que su hermano toma, la sorpresa de John y la suya
propia, en segundos ve al mayor cambiar, hacerse dueño de lo que
cree correcto y actuar en consecuencia, no importa si habla su padre
o su hermano, Dean los ha dejado guiarlos en un camino de venganza,
pero en ese momento es él quien delimita los costos que le permitirá
a esa familia sacrificar para obtener su vendetta.
Ve
el momento exacto en que Dean reconoce que su padre ya no
lo es, el maldito choque que arruinó sus vidas una vez más, es
testigo silencioso
de la petición
de perdón de un
hombre derrotado y arrepentido, y reconoce el peso de un trabajo que
jamás debió haber sido encomendado en un par de ojos verdes. Quiere
golpearse contra algo porque para alguien que siempre estuvo en
contra de su padre siguió sus pasos de manera muy leal.
Sammy
se enrosca debajo de Sam mientras el techo parece derretirse sobre
ellos, el adulto no sabe qué está pasando, pero siente que alguien
ha presionado el botón de aceleración en el banco de datos de su
hermano, presiente que el tiempo se le acaba y aún no tiene la
respuesta sobre qué hacer para liberar a Dean de su prisión. Las
memorias gritan, susurran, lloran, ríen, una tras otra y todas a la
vez.
El
hombre apenas divisa trazos de la furia e impotencia que consumió a
Dean después de la muerte de su padre, su propia reacción. Por poco
logra divisar a un Gordon no tan psicópata, un golpe directo a su
quijada con la impronta del puño de Dean, y algo raro en sus ojos
luego que él mismo se sentara en el Impala con la revelación de que
no todo ser sobrenatural debía ser un monstruo y su
hermano permanecía afuera, la mirada es triste, reflexiva.
Todo
pasa tan rápido que se convierten en borrones difusos, como Sam
recuerda haber visto los pastos de los campos desde la ventanilla del
Impala cuando era un niño, se queda con la vista fija igual que esos
años y deja que las cosas se sucedan sin siquiera intentar
comprender. Siente temblar a Sammy pero las voces son tan altas que
acallan su voz que pretende consolar "Estoy intentado consolar
una creación de la mente de Dean" piensa el joven en un momento
de lucidez.
De
pronto todo se detiene y el repentino silencio es tan abrumador como
el ruido anterior, oscuridad por todos lados y lluvia, el barro se
pega a las piernas de Sam y le humedece la ropa, levanta sin esfuerzo
el peso del niño alejándolo del terreno fangoso, una senda se
distingue gracias a una luz blanca y fría que ilumina apenas los
alrededores, otra versión de él camina por ella mientras que Dean y
Bobby surgen desde la posición contraria y su mente grita
enloquecida "¡No, éste momento no, por favor, no!", por
instinto entierra la cabeza de Sammy en su hombro ocultándole la
visión.
Sam
observa con escalofriante claridad la sonrisa que se forma en su
rostro cuando divisa a su hermano y el gesto de preocupación que se
marca en el del mayor, ve a Jake surgir tras su espalda y ensartar
con precisión y furia letal el cuchillo en su objetivo. Lo último
que él recuerda de ese día es ver a Dean correr hacia él, lo que
ve ahora es la preocupación, la angustia que su hermano vivió, lo
ve intentando convencerlo de que va a estar bien lo que ya no tenía
remedio, ve el dolor de la aceptación en sus ojos y escucha el pesar
hecho grito en su nombre. Es su propia muerte y ahí donde él no
tiene recuerdos Dean los tiene tan frescos que puede oler los aromas
del aire.
El
niño se agita en los brazos del adulto y cuando éste vuelve la
vista al paisaje el mismo ha desaparecido reemplazado por una casa en
ruinas, un lugar que reconoce, en una cama está su cuerpo sin vida y
en una silla a un lado, Dean. Las palabras que escucha a continuación
nunca han sido dichas cara a cara entre ellos y se le cuelan en el
corazón. Sam odia esto, odia ser testigo de aspectos de su hermano
que no ha sabido identificar a fondo y no saber si será posible
hablar con él de nuevo. Dean habla con él, está destrozado y no
hay duda de eso, si no estuviera muerto sabría que su hermano está
a punto de hacer una idiotez, se ve en sus ojos que no queda nada
dentro suyo, con Sam muerto Dean se siente vacío y solo, sin
propósito en la vida, es mirando esta escena que el menor odia a su
padre por no haberle brindado a su hermano un objetivo más grande en
la vida que cuidarlo a él, pero tampoco puede culpar a John, las
palabras que retumban en las derruidas paredes se lo están diciendo
"Siempre intenté protegerte...papá no tuvo que pedírmelo,
siempre fue mi responsabilidad. Tenía un trabajo...un trabajo...y lo
arruiné." La voz quebrada de Dean se pierde en la noche.
Sammy
aún se agita y es cuando Sam nota que no intenta liberarse, está
llorando, estrecha el abrazo sobre él y le susurra en el oído
mientras los recuerdos comienzan a agitarse nuevamente y el año que
fue una agonía para él revive ante sus ojos, lo irónico es que no
ve a Dean, sino sus reacciones ante su hermano, su propia
preocupación, sus miedos y dudas y su devastación, las lágrimas, y
entre los vestigios del martirio y la sangre de Dean, se ve a sí
mismo sujeto a fuerzas invisibles gritando porque la pesadilla se
detenga y lo hace. El niño tiene los oídos cubiertos, intentando
alejar de él todos los ruidos de la sala y lo
último que se
escucha es su nombre que surge desde la distancia, es un pedido de
auxilio que nunca ha escuchado antes y sabe de dónde viene y se
queda helado en su sitio.
-¿Sammy?
-el pequeño no reacciona- ¡Sammy! -insiste sacudiéndolo.
-¿Q...Qué?.
-¿Se
supone que veamos lo que pasó Dean en el Infierno?.
-¡¿Qué?!.
El
delgado cuerpo se mueve, se limpia el rostro con las manos y observa
el espacio circundante.
-No,
se suponía que no. ¿Sam, dónde estamos?.
Un
rayo de luz se filtra frente a ellos y Sam empuja al niño por esa
grieta de la realidad segundos antes de cerrarse y dejarlo solo en la
oscuridad.
Primero
escucha el tintineo de cadenas, luego gritos, gritos como los que
nunca había oído, miles, millones, superpuestos unos a otros en una
sinfonía discordante y eterna y entre las voces anónimas reconoce
la de Dean. Se arriesga a dar un paso en la dirección de esa voz y
choca contra los eslabones de metal que había sentido antes, se
aleja unos centímetros y lo intenta de nuevo con el mismo resultado,
adelanta sus manos en busca de un camino que lo lleve hasta su
hermano, algo húmedo y pegajoso está adherido a las cadenas, acerca
los dedos oliendo la sustancia, sangre, las cadenas están cubiertas
de sangre, un escalofrío recorre el largo de su espalda. Levanta la
vista intentando discernir algo, cualquier forma que le diera una
pista sobre lo que debe hacer, un rayo de luz sale de la nada y se
sorprende encontrando la figura desnuda de su hermano atrapada en lo
alto, no estaba solo, el lugar era infinito, no tenía ni principio
ni fin, aún a esa distancia Sam podía distinguir los ganchos
horadando la carne de Dean y comprende que la sangre en los eslabones
pertenecía a cada uno de los que habían estado allí alguna vez.
Había millones de cadenas, cruzadas unas con otras, un laberinto
imposible de discernir, y él no sabe cómo podría llegar hasta
Dean.
Sam
siente que se le revuelven las tripas y no puede evitar vaciar el
estómago, el hedor se pierde en el que asalta sus orificios nasales,
el olor a muerte siempre le resultaba repugnante, pero este estaba
más allá de cualquier cosa que experimentara previamente. La sangre
nueva se mezclaba con la vieja, la recién derramada con su óxido
característico uniéndose a la que se secaba en las muescas de las
cadenas, la nauseabunda fetidez de los residuos humanos con aquellos
cuerpos en descomposición, sin embargo había mucho más que no
quería ni siquiera empezar a distinguir.
Un
nuevo flash de luz le muestra a una criatura deforme y grotesca
trepando por las cadenas como si fuera una araña en su tela, arranca
a Dean de su prisión cuyo grito agónico provoca un estremecimiento
en Sam.
Así
como la bestia se aleja el entorno se altera y Sam entiende de
inmediato que ya no se encuentra en el mismo lugar que segundos
antes, los gritos y el hedor son más intensos aquí, sus pies
patinan sobre la superficie en que descansaban y perdiendo el
equilibrio cae sobre sus manos y pies, levanta la vista y una vez más
lo recibe la nada. El frió le alcanza, un frío que se cuela entre
su ropa y se pega a su piel con una capa de humedad.
Luces
rojas provenientes de fuegos aislados que surgen como géiseres
descubren el lugar a sus ojos, y el estómago se le da vuelta. Se
encontraba ante una planicie tan extensa como el anterior escenario,
no había en ella un sólo montículo, grieta, cueva o piedra, nada
más que un páramo abierto, ningún lugar en el cual esconderse,
nada que te permitiera escapar de lo que sucedía allí. Los demonios
infestaban cada centímetro, demonios de formas como nunca los había
visto, no eran humanos, ni siquiera seres con cuernos y cola como en
las viejas ilustraciones, había criaturas de formas retorcidas, de
cinco y seis patas, dos cabezas, o tres bocas, pieles con escamas,
pelaje, garras, colmillos, uno de ellos giro su cabeza hacia Sam como
si fuera capaz de verlo, la giro por completo, ciento ochenta grados
y volvió a lo que hacía, a lo que todos hacían, alimentarse los
unos de los otros.
A
pocos metros de donde el hombre se encontraba, un grupo de criaturas
violaban a un par de mujeres mientras uno de ellos les rasgaba el
vientre y otro devoraba las entrañas caídas, en tanto un tercero se
lanzaba contra el anterior y mordía sin piedad su oreja hasta
arrancarla y tragarla, pero el otro no detenía su tarea, y los
gritos seguían y seguían. Cada tanto podía distinguir a una
criatura casi humana, de miembros esqueléticos y vientre hinchado
gateando en el piso, lamiendo los jugos que en él se derramaban, su
lengua de tamaño desproporcionado se enroscaba en cada curva de la
superficie, fregando.
Sam
estaba desesperado por encontrar amparo de la visión cuando el ser
que había tomado a Dean pasa a su lado arrastrándolo, su hermano
observaba en horror el entorno y las sonrisas de anticipada
satisfacción no pasan desapercibidas para ninguno de los dos. La
criatura se dirige a la única alteración física de la geografía,
una especie de monolito de roca negra, con solo colocar una de sus
manos, si se le podía llamar mano, en un hueco allí presente fueron
trasladados a otro lugar.
Una
gran escalera aportaba una vista aérea del nuevo espacio iluminado
por flashes de luz blanca como rayos sin truenos, a diferencia de los
anteriores éste lugar tenía divisiones, curiosamente parecido a las
estaciones de oficinas delimitadas por paneles, cada una de esas
cuadrículas era mucho más íntimas de todo lo que Sam había visto
hasta ahora en el Infierno, sin embargo, los gritos eran aquí aún
más fuertes, cargados de más dolor. Incluso se distinguían ruegos
entre unos y otros, eran diferentes, porque éstos parecían
conservar más cordura que los anteriores, de alguna manera se
sentían más humanos, lo cual los hacía aún más angustiosos.
Se detuvieron en uno de los
cubículos y una forma humana surgió, alto, de brazos y piernas
fuertes, sus manos y pies terminaban en puntiagudas garras, los ojos
eran por completo negros y sin párpados, dando la impresión de que
en realidad las cuencas estuvieran vacías, la nariz había
desaparecido y sólo quedaban los orificios, la boca era una
hendidura en el rostro, no tenía labios, los dientes afilados y en
punta brillaban amarillos y la lengua caía fláccida hacia afuera,
de un lado de la cabeza tenía los rastros de lo que alguna vez debió
ser un oreja y del otro sólo un hoyo, lo que en un tiempo debió ser
cabello ahora eran pellejos de carne muerta que colgaban hasta los
hombros desiguales, al volverse indicando un montículo, Sam fue
capaz de ver las vértebras empujando contra la piel casi traslúcida,
en algunas partes incluso se veía el hueso que se había liberado de
su prisión y asomaba a través del blando órgano.
-¿Has reconsiderado,
Dean? -al frío entumecedor que ya sentía Sam se unió el de
saber exactamente quién hablaba y qué representaba.
-Vete a la mierda, Ali.
El demonio se rió y un coro
de risas se unió a él.
-Otro día de diversión
para mí, Dean, me deleita decir que no será igual para ti -la
sonrisa predadora se estiró cortando piel en los bordes.
-Púdrete. -la
sonrisa desapareció de inmediato.
-Me estoy pudriendo,
cazador, todos aquí lo hacemos, cada día otro poco, esto es
diversión, sólo el provocar dolor me hace sentir algo, escuchar sus
gritos es mi única fuente de placer. -se trasladó hacia la
pared del fondo donde decenas de armas colgaban todas cubiertas de
costras de sangre y otras sustancias, tomó una cuchilla con una hoja
aserrada de unos treinta centímetros de largo y volvió junto al
cuerpo que aún sostenía la criatura sin nombre- Ésto es el
Infierno, Dean, incluso para nosotros. Puedo asegurarte que mientras
estés bajo mí cuidado voy a sacar de ti cada gramo de satisfacción
que pueda conseguir,a mí no me importa cuánto tiempo tome, incluso
si es la eternidad, acá él único que gana de una u otra manera,
soy yo.
Se inclinó por el lado de
la roca que Sam no veía apoyando en ella la hoja ensangrentada y
surgió con un alambre de púas, estiró el brazo de Dean separándolo
del cuerpo y enroscó la extremidad contra un poste con el material
en sus manos, repitió la operación con el brazo derecho y luego
pasó a las piernas y la cabeza. Así sujeto, el cuerpo del cazador
reposaba sobre la roca, mientras cada extremidad, extendida y
separada permanecía atada a un poste diferente, las púas horadando
piel y carne. El demonio alejó a la arácnida criatura con un gesto
y ésta se guareció en un rincón, esperando.
-Me gusta jugar lento,
necesito que grites, quiero que grites, Dean, tan hermoso como
gritaste ayer, y el día anterior, y el anterior también, como
gritaste durante toda la década pasada y espero que sigas gritando
la venidera. -se acercó a una de las manos sujetas, extendió el
dedo meñique, tomó la cuchilla y con lentitud y fuerza contenida
la pasó hacia adelante y atrás sobre la articulación entre la
falangeta y la falangina, separando la pequeña punta del dedo-
Necesito tu dolor, Dean.
Pero el cazador se negaba a
darle a su torturador el placer que reclamaba, mordía sus labios
hasta hacerse sangre y cerraba los ojos con fuerza en un intento por
alejar la sensación que le atenazaba los sentidos.
Sam se lanzó contra
Alastair pero algo le detuvo en su posición, gritó en un intento de
detener la tortura, las figuras allí presentes ni siquiera
pestañearon, era un recuerdo, intangible e invulnerable, por
completo a salvo de sus ataques, por completo incrustado en la mente
de su hermano.
-Grita para mí, Dean.
-colocó la aserrada hoja en la articulación entre la falange y el
metacarpo y la presionó hasta que las puntas filosas poco a poco
rasgaron la piel en su camino a la bifurcación, la presión siguió
y el cazador dejó escapar un gemido -Sí, sí Dean, sí, sigue
así...sigue... -la falange suelta de su sujeción cayó al
suelo, la criatura en el rincón se movió con rapidez y tragó el
trozo de dedo aún antes de volver a su sitio.
El metacarpo siguió el
mismo destino que la falange y cada dedo sufrió trato similar, la
hoja se abrió paso entre cada hueso de la mano, mientras el gemido
subía cada instante en volumen hasta convertirse en un pequeño
grito. Ante esto el cuerpo de Alastair se sacudió en una ola de
regocijo.
-Sí, Dean...sigamos.
La mano fue separada del
antebrazo y el demonio se trasladó al pie, repitiendo la operación
con cada uno para luego pasar a la mano restante, los gritos ya no
eran apagados, pero de alguna manera Dean aún se contenía. El
trabajo fue traslado a la carne del antebrazo, con violencia la hoja
se incrustó dentro del espacio entre el cúbito y el radio, rajando
piel, músculos y tendones, el grito esta vez fue liberado sin
restricciones de ningún tipo y el placer de Alastair fue evidente en
su miembro erecto.
-Sí...sí...
Clavó el arma en el poste
cercano y con sus propias manos tomó los dos huesos y tiró de ellos
alejándolos uno del otro, Dean gritó en agonía y se retorció
intentando en vano alejarse del demonio, consiguiendo a cambio que
las púas del alambre penetraran aún más profundo en la carne de
los miembros sujetos.
Sam observó impotente y con
la bilis en la boca cómo Alastair seguía con su siniestra
diversión, poco a poco, con una lentitud escalofriante, el demonio
dividió a su hermano en cada pieza que podía, hueso a hueso, la
pérdida de sangre parecía no importar en el Infierno puesto que
Dean no perdió la consciencia ni un momento, permaneciendo
perfectamente lúcido de cada herida que le era practicada, así como
del ser que se comía los restos de su cuerpo.
Pronto no quedó más del
cazador que el tronco y la cabeza formando una imagen digna del lugar
en que se encontraban, Sam estaba acurrucado en la esquina opuesta a
la araña que se comía a su hermano, tenía las piernas recogidas
contra el pecho, la cara hundida entre las rodillas y las manos sobre
los oídos en un intento vano por no escuchar los gritos, no así
súplicas, ya que Dean no había rogado ni una vez porque su tortura
terminara.
Un bramido particularmente
fuerte le hizo levantar la cabeza aún en contra de su propia
decisión de no ver más nada, Alastair estaba a horcajadas sobre lo
que quedaba de su víctima, había hundido la hoja en el esternón y
la dirigía hacia el vientre, arriba, abajo, arriba, abajo, y en cada
movimiento la sangre salpicaba todo a su alrededor, la piel del
demonio incluida, cuando llegó a la pelvis tiró el arma al suelo y
se inclinó sobre el torso abierto, introdujo las manos en él y
tomando la sección de las costillas tiró hasta exponer todo el
interior.
El alarido que siguió
congeló la sangre de Sam en sus venas, reacción opuesta a la que
tuvo el demonio quien eyaculó gracias al placer obtenido del
tormento administrado.
-¡SI! -gritó
lanzando la cabeza hacia atrás, mezclando sus líquidos con los del
cazador- ¡Sí, Dean! ¡Así, así...ah, ah, sí!
Lo peor, lo que hizo a Sam
desear poder cerrar su mente a todo, fue darse cuenta que a pesar de
que los intestinos y demás órganos resbalaban de su cuerpo al piso,
que a pesar de que el corazón había sido devorado antes de siquiera
ser arrancado de sus venas y arterias, a pesar de que los pulmones
colgaban a cada lado, a pesar de todo, Dean seguía gritando, Dean
seguía consciente.
El demonio continuó, separó
todo lo separable y cuando cortó la cabeza, arrancó la lengua,
extirpó y tragó los ojos, Sam sintió casi alivio de que todo
acabara, casi, no tuvo tiempo, porque aún antes de que se completara
su suspiro la criatura desconocida a la que no había visto irse,
apareció a su lado arrastrando el cuerpo de Dean, tan completo e
íntegro como antes.
-¿Has cambiado de idea,
Dean?
-Vete a la mierda.
Todo empezó de nuevo, era
diferente pero era lo mismo, una y otra vez, el tiempo detenido en
cada alarido y en cada risa, en cada jadeo de dolor o de placer, en
cada tenue sonido de unos dientes royendo hueso, en cada lágrima
rodando de los ojos verdes al piso.
-Por favor...por favor
basta. -Sam no quería ver más, Dios, no podía ver más- Por
favor...por favor.
-Lo haré.
El silencio, silencio que no
se había oído en todo ese tiempo en que la sombría cacofonía los
había acompañado, irrumpió en el lugar.
-¿Qué has dicho,
cazador? -preguntó Alastair separando una capa de músculo tan
fina como un cabello y lanzándola a la bestia del rincón.
-Lo haré...¡Lo haré!
¿Ok?, lo haré.
-¿Aceptas mi trato,
Dean? -otra delgada lámina de carne.
-Sí, sí...acepto.
Sam tenía lágrimas en los
ojos, ¿por qué esto, por qué ver éste momento? No quería ver a
Dean torturando, no quería saber cómo había sido su hermano en el
Infierno, no quería ver a su hermano vencido, pero él no tenía
opción sobre qué se veía y qué permanecía oculto en la memoria
de Dean. Una criatura similar a la que cada día comía a su hermano
ingresó trayendo el cuerpo de una mujer.
-Hazlo, Dean.
-Alastair señaló a la mujer que gritaba y suplicaba piedad mientras
el coro infernal se unía a ella.
Su hermano se acercó a ella
y siguió cada paso que el demonio había practicado en él, le
sujetó las extremidades, eligió un arma de la pared y se inclinó
contra el cuerpo desnudo, posó la hoja sobre la piel y realizó un
corte a lo largo del muslo, ni demasiado profundo, ni demasiado
superficial, no era un corte destinado a engañar, no pretendía a
matar, su objetivo era dañar, dolor...tortura.
Dean alzó los ojos y no
había nada allí, estaban muertos, oscuros, los ojos de su hermano
siempre habían sido capaces de mostrar su alma, no quedaban dudas
con lo que veía ahora, Dean estaba roto, su alma estaba rota, el
primer sello había sido quebrado.
La oscuridad los envolvió,
el sonido de una fuerte inspiración y tos, el clic de un encendedor,
su luz y el reconocimiento del lugar en que se encontraban, el ataúd
de Dean.
El recuerdo terminó.
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Hasta pronto y suerte!!
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