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viernes, 18 de mayo de 2012

Promesa - Capítulo 12

Tres más y terminamos!!




DUDAS – MUERTE – INFIERNO



Sam y Sammy caminan lado a lado sin destino aparente, el mayor encerrado es sus pensamientos, el pequeño...bueno, nada se sabía de él.
El hombre intenta aún descifrar el misterio, el porqué de las visitas obligadas a recuerdos ajenos, pero más aún, empieza a preguntarse el porqué de la condición de su hermano. No es que no sepa que Dean estaba angustiado y deprimido, pero esto es muy diferente, esto es un Dean por completo derrotado, no se siente como él. Su hermano ha llegado al borde muchas veces, él ha estado presente en alguna ocasión, pero en el fondo Dean jamás se ha dado por vencido, ni siquiera luego de haberlo matado, siguió cazando, salvó la vida de esos niños, ¿por qué de repente decidía no despertar?. 


Había algo mal en todo esto, cada memoria de su hermano le enseña a Sam sobre sufrimiento, es verdad, pero también le enseña sobre adaptación, Dean no había sido una persona amargada, por el contrario, encontraba su alegría en cosas sencillas, seguramente no era el hombre que habría sido si su vida hubiera sido diferente, pero esa vida que habían llevado con su padre no le había quitado a su hermano la fuerza que lo hacía seguir adelante.
El menor no entendía qué es lo que había llevado a Dean de casi morir por salvar a dos pequeños a encerrarse en sí mismo por completo, no había lógica detrás de esa acción. Seguía intentando desentrañar el misterio cuando todo a su alrededor tembló, Sammy cayó sobre sus rodillas y manos frente a él y casi lo aplasta cuando se le une en el suelo.
-¿Qué está pasando?.
-N...no sé.
-¿No...sabes? -incredulidad, eso sentía Sam- ¿No era que tú sabías todo, mi guía, lo que sea?.
-Evidentemente no es así.
Las paredes explotan, el suelo se deforma, imágenes brotan de todas partes y se lanzan contra ellos, instintivamente Sam se vuelca sobre el cuerpo del niño, pero los recuerdos no dañan físicamente, lo traspasan como si carecieran de sustancia. Ve a su hermano, su padre, a él mismo, el reencuentro con Dean y la búsqueda de John, la muerte de Jéssica, los meses en el Impala buscando pistas de un padre desaparecido que no quiere ser encontrado, gente rescatada, gente muerta, discusiones, se ve a sí mismo apuntando con un arma a Dean y disparando y ve a Dean adornándole la cara, ve a su hermano recibir una descarga eléctrica mortal, y la tristeza de su propio rostro en el hospital, lo ve hablando con Layla y el dolor en su mirada. El alivio que se trasluce en sus ojos cuando John aparece en la habitación de su hotel, ve al total de su familia argumentando en un callejón, los ojos brillosos de Dean mientras convence a su padre de dejarlos. Presencia el nuevo reencuentro, las nuevas peleas, el surgimiento del conciliador que siempre salía de Dean cuando Sam y John estaban juntos, pero también se da cuenta del cambio, de la nueva posición que su hermano toma, la sorpresa de John y la suya propia, en segundos ve al mayor cambiar, hacerse dueño de lo que cree correcto y actuar en consecuencia, no importa si habla su padre o su hermano, Dean los ha dejado guiarlos en un camino de venganza, pero en ese momento es él quien delimita los costos que le permitirá a esa familia sacrificar para obtener su vendetta.
Ve el momento exacto en que Dean reconoce que su padre ya no lo es, el maldito choque que arruinó sus vidas una vez más, es testigo silencioso de la petición de perdón de un hombre derrotado y arrepentido, y reconoce el peso de un trabajo que jamás debió haber sido encomendado en un par de ojos verdes. Quiere golpearse contra algo porque para alguien que siempre estuvo en contra de su padre siguió sus pasos de manera muy leal.
Sammy se enrosca debajo de Sam mientras el techo parece derretirse sobre ellos, el adulto no sabe qué está pasando, pero siente que alguien ha presionado el botón de aceleración en el banco de datos de su hermano, presiente que el tiempo se le acaba y aún no tiene la respuesta sobre qué hacer para liberar a Dean de su prisión. Las memorias gritan, susurran, lloran, ríen, una tras otra y todas a la vez. 
El hombre apenas divisa trazos de la furia e impotencia que consumió a Dean después de la muerte de su padre, su propia reacción. Por poco logra divisar a un Gordon no tan psicópata, un golpe directo a su quijada con la impronta del puño de Dean, y algo raro en sus ojos luego que él mismo se sentara en el Impala con la revelación de que no todo ser sobrenatural debía ser un monstruo y su hermano permanecía afuera, la mirada es triste, reflexiva. 
Todo pasa tan rápido que se convierten en borrones difusos, como Sam recuerda haber visto los pastos de los campos desde la ventanilla del Impala cuando era un niño, se queda con la vista fija igual que esos años y deja que las cosas se sucedan sin siquiera intentar comprender. Siente temblar a Sammy pero las voces son tan altas que acallan su voz que pretende consolar "Estoy intentado consolar una creación de la mente de Dean" piensa el joven en un momento de lucidez.
De pronto todo se detiene y el repentino silencio es tan abrumador como el ruido anterior, oscuridad por todos lados y lluvia, el barro se pega a las piernas de Sam y le humedece la ropa, levanta sin esfuerzo el peso del niño alejándolo del terreno fangoso, una senda se distingue gracias a una luz blanca y fría que ilumina apenas los alrededores, otra versión de él camina por ella mientras que Dean y Bobby surgen desde la posición contraria y su mente grita enloquecida "¡No, éste momento no, por favor, no!", por instinto entierra la cabeza de Sammy en su hombro ocultándole la visión.
Sam observa con escalofriante claridad la sonrisa que se forma en su rostro cuando divisa a su hermano y el gesto de preocupación que se marca en el del mayor, ve a Jake surgir tras su espalda y ensartar con precisión y furia letal el cuchillo en su objetivo. Lo último que él recuerda de ese día es ver a Dean correr hacia él, lo que ve ahora es la preocupación, la angustia que su hermano vivió, lo ve intentando convencerlo de que va a estar bien lo que ya no tenía remedio, ve el dolor de la aceptación en sus ojos y escucha el pesar hecho grito en su nombre. Es su propia muerte y ahí donde él no tiene recuerdos Dean los tiene tan frescos que puede oler los aromas del aire.
El niño se agita en los brazos del adulto y cuando éste vuelve la vista al paisaje el mismo ha desaparecido reemplazado por una casa en ruinas, un lugar que reconoce, en una cama está su cuerpo sin vida y en una silla a un lado, Dean. Las palabras que escucha a continuación nunca han sido dichas cara a cara entre ellos y se le cuelan en el corazón. Sam odia esto, odia ser testigo de aspectos de su hermano que no ha sabido identificar a fondo y no saber si será posible hablar con él de nuevo. Dean habla con él, está destrozado y no hay duda de eso, si no estuviera muerto sabría que su hermano está a punto de hacer una idiotez, se ve en sus ojos que no queda nada dentro suyo, con Sam muerto Dean se siente vacío y solo, sin propósito en la vida, es mirando esta escena que el menor odia a su padre por no haberle brindado a su hermano un objetivo más grande en la vida que cuidarlo a él, pero tampoco puede culpar a John, las palabras que retumban en las derruidas paredes se lo están diciendo "Siempre intenté protegerte...papá no tuvo que pedírmelo, siempre fue mi responsabilidad. Tenía un trabajo...un trabajo...y lo arruiné." La voz quebrada de Dean se pierde en la noche.
Sammy aún se agita y es cuando Sam nota que no intenta liberarse, está llorando, estrecha el abrazo sobre él y le susurra en el oído mientras los recuerdos comienzan a agitarse nuevamente y el año que fue una agonía para él revive ante sus ojos, lo irónico es que no ve a Dean, sino sus reacciones ante su hermano, su propia preocupación, sus miedos y dudas y su devastación, las lágrimas, y entre los vestigios del martirio y la sangre de Dean, se ve a sí mismo sujeto a fuerzas invisibles gritando porque la pesadilla se detenga y lo hace. El niño tiene los oídos cubiertos, intentando alejar de él todos los ruidos de la sala y lo último que se escucha es su nombre que surge desde la distancia, es un pedido de auxilio que nunca ha escuchado antes y sabe de dónde viene y se queda helado en su sitio.
-¿Sammy? -el pequeño no reacciona- ¡Sammy! -insiste sacudiéndolo.
-¿Q...Qué?.
-¿Se supone que veamos lo que pasó Dean en el Infierno?.
-¡¿Qué?!.
El delgado cuerpo se mueve, se limpia el rostro con las manos y observa el espacio circundante.
-No, se suponía que no. ¿Sam, dónde estamos?.
Un rayo de luz se filtra frente a ellos y Sam empuja al niño por esa grieta de la realidad segundos antes de cerrarse y dejarlo solo en la oscuridad.
Primero escucha el tintineo de cadenas, luego gritos, gritos como los que nunca había oído, miles, millones, superpuestos unos a otros en una sinfonía discordante y eterna y entre las voces anónimas reconoce la de Dean. Se arriesga a dar un paso en la dirección de esa voz y choca contra los eslabones de metal que había sentido antes, se aleja unos centímetros y lo intenta de nuevo con el mismo resultado, adelanta sus manos en busca de un camino que lo lleve hasta su hermano, algo húmedo y pegajoso está adherido a las cadenas, acerca los dedos oliendo la sustancia, sangre, las cadenas están cubiertas de sangre, un escalofrío recorre el largo de su espalda. Levanta la vista intentando discernir algo, cualquier forma que le diera una pista sobre lo que debe hacer, un rayo de luz sale de la nada y se sorprende encontrando la figura desnuda de su hermano atrapada en lo alto, no estaba solo, el lugar era infinito, no tenía ni principio ni fin, aún a esa distancia Sam podía distinguir los ganchos horadando la carne de Dean y comprende que la sangre en los eslabones pertenecía a cada uno de los que habían estado allí alguna vez. Había millones de cadenas, cruzadas unas con otras, un laberinto imposible de discernir, y él no sabe cómo podría llegar hasta Dean.
Sam siente que se le revuelven las tripas y no puede evitar vaciar el estómago, el hedor se pierde en el que asalta sus orificios nasales, el olor a muerte siempre le resultaba repugnante, pero este estaba más allá de cualquier cosa que experimentara previamente. La sangre nueva se mezclaba con la vieja, la recién derramada con su óxido característico uniéndose a la que se secaba en las muescas de las cadenas, la nauseabunda fetidez de los residuos humanos con aquellos cuerpos en descomposición, sin embargo había mucho más que no quería ni siquiera empezar a distinguir. 
Un nuevo flash de luz le muestra a una criatura deforme y grotesca trepando por las cadenas como si fuera una araña en su tela, arranca a Dean de su prisión cuyo grito agónico provoca un estremecimiento en Sam.
Así como la bestia se aleja el entorno se altera y Sam entiende de inmediato que ya no se encuentra en el mismo lugar que segundos antes, los gritos y el hedor son más intensos aquí, sus pies patinan sobre la superficie en que descansaban y perdiendo el equilibrio cae sobre sus manos y pies, levanta la vista y una vez más lo recibe la nada. El frió le alcanza, un frío que se cuela entre su ropa y se pega a su piel con una capa de humedad.
Luces rojas provenientes de fuegos aislados que surgen como géiseres descubren el lugar a sus ojos, y el estómago se le da vuelta. Se encontraba ante una planicie tan extensa como el anterior escenario, no había en ella un sólo montículo, grieta, cueva o piedra, nada más que un páramo abierto, ningún lugar en el cual esconderse, nada que te permitiera escapar de lo que sucedía allí. Los demonios infestaban cada centímetro, demonios de formas como nunca los había visto, no eran humanos, ni siquiera seres con cuernos y cola como en las viejas ilustraciones, había criaturas de formas retorcidas, de cinco y seis patas, dos cabezas, o tres bocas, pieles con escamas, pelaje, garras, colmillos, uno de ellos giro su cabeza hacia Sam como si fuera capaz de verlo, la giro por completo, ciento ochenta grados y volvió a lo que hacía, a lo que todos hacían, alimentarse los unos de los otros.
A pocos metros de donde el hombre se encontraba, un grupo de criaturas violaban a un par de mujeres mientras uno de ellos les rasgaba el vientre y otro devoraba las entrañas caídas, en tanto un tercero se lanzaba contra el anterior y mordía sin piedad su oreja hasta arrancarla y tragarla, pero el otro no detenía su tarea, y los gritos seguían y seguían. Cada tanto podía distinguir a una criatura casi humana, de miembros esqueléticos y vientre hinchado gateando en el piso, lamiendo los jugos que en él se derramaban, su lengua de tamaño desproporcionado se enroscaba en cada curva de la superficie, fregando.
Sam estaba desesperado por encontrar amparo de la visión cuando el ser que había tomado a Dean pasa a su lado arrastrándolo, su hermano observaba en horror el entorno y las sonrisas de anticipada satisfacción no pasan desapercibidas para ninguno de los dos. La criatura se dirige a la única alteración física de la geografía, una especie de monolito de roca negra, con solo colocar una de sus manos, si se le podía llamar mano, en un hueco allí presente fueron trasladados a otro lugar.
Una gran escalera aportaba una vista aérea del nuevo espacio iluminado por flashes de luz blanca como rayos sin truenos, a diferencia de los anteriores éste lugar tenía divisiones, curiosamente parecido a las estaciones de oficinas delimitadas por paneles, cada una de esas cuadrículas era mucho más íntimas de todo lo que Sam había visto hasta ahora en el Infierno, sin embargo, los gritos eran aquí aún más fuertes, cargados de más dolor. Incluso se distinguían ruegos entre unos y otros, eran diferentes, porque éstos parecían conservar más cordura que los anteriores, de alguna manera se sentían más humanos, lo cual los hacía aún más angustiosos.
Se detuvieron en uno de los cubículos y una forma humana surgió, alto, de brazos y piernas fuertes, sus manos y pies terminaban en puntiagudas garras, los ojos eran por completo negros y sin párpados, dando la impresión de que en realidad las cuencas estuvieran vacías, la nariz había desaparecido y sólo quedaban los orificios, la boca era una hendidura en el rostro, no tenía labios, los dientes afilados y en punta brillaban amarillos y la lengua caía fláccida hacia afuera, de un lado de la cabeza tenía los rastros de lo que alguna vez debió ser un oreja y del otro sólo un hoyo, lo que en un tiempo debió ser cabello ahora eran pellejos de carne muerta que colgaban hasta los hombros desiguales, al volverse indicando un montículo, Sam fue capaz de ver las vértebras empujando contra la piel casi traslúcida, en algunas partes incluso se veía el hueso que se había liberado de su prisión y asomaba a través del blando órgano.
-¿Has reconsiderado, Dean? -al frío entumecedor que ya sentía Sam se unió el de saber exactamente quién hablaba y qué representaba.
-Vete a la mierda, Ali.
El demonio se rió y un coro de risas se unió a él.
-Otro día de diversión para mí, Dean, me deleita decir que no será igual para ti -la sonrisa predadora se estiró cortando piel en los bordes.
-Púdrete. -la sonrisa desapareció de inmediato.
-Me estoy pudriendo, cazador, todos aquí lo hacemos, cada día otro poco, esto es diversión, sólo el provocar dolor me hace sentir algo, escuchar sus gritos es mi única fuente de placer. -se trasladó hacia la pared del fondo donde decenas de armas colgaban todas cubiertas de costras de sangre y otras sustancias, tomó una cuchilla con una hoja aserrada de unos treinta centímetros de largo y volvió junto al cuerpo que aún sostenía la criatura sin nombre- Ésto es el Infierno, Dean, incluso para nosotros. Puedo asegurarte que mientras estés bajo mí cuidado voy a sacar de ti cada gramo de satisfacción que pueda conseguir,a mí no me importa cuánto tiempo tome, incluso si es la eternidad, acá él único que gana de una u otra manera, soy yo.
Se inclinó por el lado de la roca que Sam no veía apoyando en ella la hoja ensangrentada y surgió con un alambre de púas, estiró el brazo de Dean separándolo del cuerpo y enroscó la extremidad contra un poste con el material en sus manos, repitió la operación con el brazo derecho y luego pasó a las piernas y la cabeza. Así sujeto, el cuerpo del cazador reposaba sobre la roca, mientras cada extremidad, extendida y separada permanecía atada a un poste diferente, las púas horadando piel y carne. El demonio alejó a la arácnida criatura con un gesto y ésta se guareció en un rincón, esperando.
-Me gusta jugar lento, necesito que grites, quiero que grites, Dean, tan hermoso como gritaste ayer, y el día anterior, y el anterior también, como gritaste durante toda la década pasada y espero que sigas gritando la venidera. -se acercó a una de las manos sujetas, extendió el dedo meñique, tomó la cuchilla y con lentitud y fuerza contenida la pasó hacia adelante y atrás sobre la articulación entre la falangeta y la falangina, separando la pequeña punta del dedo- Necesito tu dolor, Dean.
Pero el cazador se negaba a darle a su torturador el placer que reclamaba, mordía sus labios hasta hacerse sangre y cerraba los ojos con fuerza en un intento por alejar la sensación que le atenazaba los sentidos.
Sam se lanzó contra Alastair pero algo le detuvo en su posición, gritó en un intento de detener la tortura, las figuras allí presentes ni siquiera pestañearon, era un recuerdo, intangible e invulnerable, por completo a salvo de sus ataques, por completo incrustado en la mente de su hermano.
-Grita para mí, Dean. -colocó la aserrada hoja en la articulación entre la falange y el metacarpo y la presionó hasta que las puntas filosas poco a poco rasgaron la piel en su camino a la bifurcación, la presión siguió y el cazador dejó escapar un gemido -Sí, sí Dean, sí, sigue así...sigue... -la falange suelta de su sujeción cayó al suelo, la criatura en el rincón se movió con rapidez y tragó el trozo de dedo aún antes de volver a su sitio.
El metacarpo siguió el mismo destino que la falange y cada dedo sufrió trato similar, la hoja se abrió paso entre cada hueso de la mano, mientras el gemido subía cada instante en volumen hasta convertirse en un pequeño grito. Ante esto el cuerpo de Alastair se sacudió en una ola de regocijo.
-Sí, Dean...sigamos.
La mano fue separada del antebrazo y el demonio se trasladó al pie, repitiendo la operación con cada uno para luego pasar a la mano restante, los gritos ya no eran apagados, pero de alguna manera Dean aún se contenía. El trabajo fue traslado a la carne del antebrazo, con violencia la hoja se incrustó dentro del espacio entre el cúbito y el radio, rajando piel, músculos y tendones, el grito esta vez fue liberado sin restricciones de ningún tipo y el placer de Alastair fue evidente en su miembro erecto.
-Sí...sí...
Clavó el arma en el poste cercano y con sus propias manos tomó los dos huesos y tiró de ellos alejándolos uno del otro, Dean gritó en agonía y se retorció intentando en vano alejarse del demonio, consiguiendo a cambio que las púas del alambre penetraran aún más profundo en la carne de los miembros sujetos.
Sam observó impotente y con la bilis en la boca cómo Alastair seguía con su siniestra diversión, poco a poco, con una lentitud escalofriante, el demonio dividió a su hermano en cada pieza que podía, hueso a hueso, la pérdida de sangre parecía no importar en el Infierno puesto que Dean no perdió la consciencia ni un momento, permaneciendo perfectamente lúcido de cada herida que le era practicada, así como del ser que se comía los restos de su cuerpo.
Pronto no quedó más del cazador que el tronco y la cabeza formando una imagen digna del lugar en que se encontraban, Sam estaba acurrucado en la esquina opuesta a la araña que se comía a su hermano, tenía las piernas recogidas contra el pecho, la cara hundida entre las rodillas y las manos sobre los oídos en un intento vano por no escuchar los gritos, no así súplicas, ya que Dean no había rogado ni una vez porque su tortura terminara.
Un bramido particularmente fuerte le hizo levantar la cabeza aún en contra de su propia decisión de no ver más nada, Alastair estaba a horcajadas sobre lo que quedaba de su víctima, había hundido la hoja en el esternón y la dirigía hacia el vientre, arriba, abajo, arriba, abajo, y en cada movimiento la sangre salpicaba todo a su alrededor, la piel del demonio incluida, cuando llegó a la pelvis tiró el arma al suelo y se inclinó sobre el torso abierto, introdujo las manos en él y tomando la sección de las costillas tiró hasta exponer todo el interior.
El alarido que siguió congeló la sangre de Sam en sus venas, reacción opuesta a la que tuvo el demonio quien eyaculó gracias al placer obtenido del tormento administrado.
-¡SI! -gritó lanzando la cabeza hacia atrás, mezclando sus líquidos con los del cazador- ¡Sí, Dean! ¡Así, así...ah, ah, sí!
Lo peor, lo que hizo a Sam desear poder cerrar su mente a todo, fue darse cuenta que a pesar de que los intestinos y demás órganos resbalaban de su cuerpo al piso, que a pesar de que el corazón había sido devorado antes de siquiera ser arrancado de sus venas y arterias, a pesar de que los pulmones colgaban a cada lado, a pesar de todo, Dean seguía gritando, Dean seguía consciente.
El demonio continuó, separó todo lo separable y cuando cortó la cabeza, arrancó la lengua, extirpó y tragó los ojos, Sam sintió casi alivio de que todo acabara, casi, no tuvo tiempo, porque aún antes de que se completara su suspiro la criatura desconocida a la que no había visto irse, apareció a su lado arrastrando el cuerpo de Dean, tan completo e íntegro como antes.
-¿Has cambiado de idea, Dean?
-Vete a la mierda.
Todo empezó de nuevo, era diferente pero era lo mismo, una y otra vez, el tiempo detenido en cada alarido y en cada risa, en cada jadeo de dolor o de placer, en cada tenue sonido de unos dientes royendo hueso, en cada lágrima rodando de los ojos verdes al piso.
-Por favor...por favor basta. -Sam no quería ver más, Dios, no podía ver más- Por favor...por favor.
-Lo haré.
El silencio, silencio que no se había oído en todo ese tiempo en que la sombría cacofonía los había acompañado, irrumpió en el lugar.
-¿Qué has dicho, cazador? -preguntó Alastair separando una capa de músculo tan fina como un cabello y lanzándola a la bestia del rincón.
-Lo haré...¡Lo haré! ¿Ok?, lo haré.
-¿Aceptas mi trato, Dean? -otra delgada lámina de carne.
-Sí, sí...acepto.
Sam tenía lágrimas en los ojos, ¿por qué esto, por qué ver éste momento? No quería ver a Dean torturando, no quería saber cómo había sido su hermano en el Infierno, no quería ver a su hermano vencido, pero él no tenía opción sobre qué se veía y qué permanecía oculto en la memoria de Dean. Una criatura similar a la que cada día comía a su hermano ingresó trayendo el cuerpo de una mujer.
-Hazlo, Dean. -Alastair señaló a la mujer que gritaba y suplicaba piedad mientras el coro infernal se unía a ella.
Su hermano se acercó a ella y siguió cada paso que el demonio había practicado en él, le sujetó las extremidades, eligió un arma de la pared y se inclinó contra el cuerpo desnudo, posó la hoja sobre la piel y realizó un corte a lo largo del muslo, ni demasiado profundo, ni demasiado superficial, no era un corte destinado a engañar, no pretendía a matar, su objetivo era dañar, dolor...tortura.
Dean alzó los ojos y no había nada allí, estaban muertos, oscuros, los ojos de su hermano siempre habían sido capaces de mostrar su alma, no quedaban dudas con lo que veía ahora, Dean estaba roto, su alma estaba rota, el primer sello había sido quebrado.
La oscuridad los envolvió, el sonido de una fuerte inspiración y tos, el clic de un encendedor, su luz y el reconocimiento del lugar en que se encontraban, el ataúd de Dean.
El recuerdo terminó.


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Hasta pronto y suerte!!


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