Sé que está mal que uno se pondere solo, pero... me gusta mucho cómo me quedó la cabecera de éste capi jejeje.
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Nos falta poquito ya.
Mucha suerte <3
PRIMEROS
PASOS
Caminaban sin rumbo
aparente, la oscuridad que los rodeaba se iluminaba ante el paso
seguro de Sammy, ningún sonido quebraba el silencio, ni pasos, ni su
respiración, nada producía ruido. Por alguna razón Sam estaba
sorprendido, imaginaba la mente de Dean diferente, llena de vida,
música, risas, mujeres, también sabía que podía hallar
sufrimiento, pero nunca esperó la frialdad, austeridad y absoluta
quietud.
-¿Esto es siempre así?
-preguntó sorprendido ante el eco que provocó su voz.
-No, en general los
pensamientos se entrecruzan, ya sabes, uno no puede estar sin pensar,
aún cuando se duerme -mira a su alrededor, donde no hay nada- Ha
estado así el último tiempo.
El hombre sabía desde
cuando.
-Nunca me puse a pensar qué
podría encontrar en la mente de Dean antes, pero enfrentado a esta
realidad, me doy cuenta que jamás habría imaginado esto, es bueno
saber que no es siempre así.
-No te equivoques, Sam. La
mente de nuestro hermano es muy ordenada, siempre hay pensamientos
porque uno no puede acallarlos, aunque él sabe redirigirlos con
maestría, pero más allá de eso, suele estar bastante tranquilo.
La voz del niño fue brusca,
con un dejo de reproche en ella, el hombre comenzaba a creer que no
le agradaba a su versión más joven.
-¿Me llevarás con Dean?
-interrogó el mayor.
-No, al menos no con el Dean
que quieres ver.
-¿Por qué no?
-Siempre buscando respuestas
-el menor lo mira pero sigue andando- Nos pasamos la vida buscando
respuestas Sam, a todo lo que nos pasa, a todo lo que vivimos,
explicaciones, opciones, y culpas. Las buscamos y las repartimos, con
suerte aprendemos que nosotros mismos nos equivocamos a veces. Con
suerte, después de haber perdido mucho y dañado demasiado, pero
tuvimos suerte, tú y yo, tuvimos mucha suerte, se nos dio el espacio
para crecer de esta manera, la libertad para hacer lo que quisimos,
experimentar, tentar, otros no fueron bendecidos de esa manera.
-No creo que fuera así.
-¡Oh! Lo sé, lo sé Sam.
Pero esta vez, harás lo que te dicen -ante la mirada glacial que le
dirigen el chico continúa- Piénsalo, después de todo, estarás
haciendo lo que “Tú” crees que es mejor -argumenta poniendo ojos
de cachorro y sonrisa angelical, a Sam no le gusta que lo enfrenten
con sus propias armas.
-Bien, de acuerdo -concede
resignado.
-Me alegro, porque ésta es
nuestra primer parada.
La puerta fue apareciendo
poco a poco, la pintura blanca que la recubría estaba gastada y
saltada en algunas partes, tres ventanas de vidrio la decoraban, pero
nada se veía detrás de ellas, la manija para abrirla y las bisagras
estaban oxidadas por el tiempo y falta de uso, el marco se apoyaba en
el aire y el aire era todo lo que podía verse aparte de la
estructura de madera, ninguna pared, casa, habitación, sólo la
puerta.
-¿Qué es? -se percibían
el nerviosismo en la voz de Sam.
-La primer barrera
construida por Dean.
-No parece haber sido usada
en mucho tiempo.
-Han pasado décadas desde
la última vez que nuestro hermano traspasó esa puerta, a veces se
sienta frente a ella por horas, ahí -señala el lugar que ocupa el
hombre mayor- justo donde estás, la mira, pero no ha vuelto a
abrirla.
-Y nosotros vamos a hacerlo.
-Sí Sam, como te dije, fue
la primera, es importante.
El niño espero el
asentimiento del otro antes de girar la perilla, un 'clic' se dejó
oír con claridad, seguido por el chirrido irritante de los viejos
goznes, una brisa golpeó a Sam, cálida, dulce, no la conocía de
nada y aún así le provocó un nudo en el corazón. Sammy dio paso
hacia adelante y fue tragado por la oscuridad, el hombre respiró
profundo y copió la acción. Todo cambió en un parpadeo, estaba
dentro de una casa, una que conocía, era de día y la luz del sol se
colaba por cada ventana, ligeramente difuminada por efecto de las
cortinas, la voz de Lennon sonaba muy suave, casi acallada por risas,
carcajadas gorgoteantes de felicidad que se escuchaban cada vez más
cerca.
Sam seguía con su oído la
pista del sonido, aventuró que los propietarios estaban por llegar
hasta ellos justo en el momento en que un pequeño niño, de cabello
muy rubio, casi se materializo frente a él a toda carrera, pasó a
su lado dejando tras de sí una estela de felicidad interrumpida por
la mujer de grandes ojos azules que lo perseguía uniendo sus propias
risas.
El hombre había imaginado
muchas cosas que pudiera encontrar detrás de esa puerta, quizás
cientos de cosas que su hermano quisiera mantener apartadas,
escondidas, ni en un millón de años habría adivinado, porque lo
que estaba viendo no eran los momentos más tristes, difíciles,
dramáticos o terroríficos de la vida de Dean, lo que estaba viendo
eran los recuerdos más felices de su vida.
La mujer atrapó a su presa
elevándolo en el aire provocando que el sonido de felicidad revotara
contra el techo, las paredes y el corazón dolorido de Sam. Ella
manipuló al pequeño bulto entre sus brazos, repartiendo cosquillas
y besos por igual, mientras la criatura se retorcía salvaje con
lágrimas de gozo corriendo por su rostro. Una voz grave, que sonó
justo detrás de los fisgones, interrumpió la feliz escena a la vez
que su padre hacía acto de presencia.
-¿Qué está pasando aquí?
-preguntó el hombre en tono serio pero con una sonrisa en la cara y
un guiño dirigido a su esposa.
-¡Papi! -gritó el pequeño.
Su madre soltó el agarre
sobre su víctima y esta corrió presurosa a los brazos de su padre,
éste lo tomó entre ellos y lo lanzó con fuerza hacia el techo,
recibiendo en recompensa ese sonido que el menor de los Winchester no
recordaba haber escuchado jamás.
-¡Hey, Dean!¿Cómo has
estado campeón?
-Te extrañé.
-JAJAJA ¿De veras?
-¿Verdad que sí, mami?
-Es cierto corazón.
Los adultos se acercaron y
saludaron con un beso, comunicación silenciosa en sus miradas.
-¿Sabes qué? -dice el
hombre en tono cómplice-No voy a volver a irme.
-¿Lo prometes
papi? -interroga sin estar seguro de creer en las palabras, se puede
oír con claridad las lágrimas jugando con la voz en la garganta.
Su padre abraza a Dean
fuerte, cierra los ojos, Sam lo ve tragar angustiado, probablemente
sintiendo la pena de algún dolor que ha causado.
-Lo prometo -y lo dice en
serio, se ve en su rostro, en la forma que mira a la mujer que
observa en silencio la escena, en la manera que tuerce las ropas del
niño entre sus dedos.
-Bien -asiente el pequeño y
se aferra a su padre, enterrando la cabecita en el cuello fuerte y
voz apenas audible surca el aire- Porque mami hizo tarta -la pareja
ríe feliz ante el último comentario.
Es la primer memoria que
ven, no es la última, uno tras otro se suceden los recuerdos de una
niñez que Dean se negaba a rememorar y que Sam nunca había
experimentado, porque jamás había sido testigo de un Dean así y,
estaba seguro, tampoco había visto a su padre actuar como la hacía
allí. Un niño, su madre y su padre, una familia feliz, normal, una
que nunca conoció. Incluso tuvo el dudoso placer de verse a sí
mismo, un bebé de apenas horas, siendo presentado a su hermano mayor
y vio cómo el orgullo hacía brillar los ojos de Dean.
Lo pudo ver cada vez que el “hermano mayor” le hablaba al bebé de la cuna, cuando le contaba lo que harían en cuanto creciera, cuando, entre los brazos de su padre, estimaban si era lo suficientemente mayor para unirse a sus juegos, cuando le alcanzaba el sonajero caído y conseguía que el pequeñín dejara de llorar. Era una época de la cual Sam no guardaba memoria, pero que ahora le era mostrada, un momento de su vida en que él también fue feliz, aún sin saberlo.
Lo pudo ver cada vez que el “hermano mayor” le hablaba al bebé de la cuna, cuando le contaba lo que harían en cuanto creciera, cuando, entre los brazos de su padre, estimaban si era lo suficientemente mayor para unirse a sus juegos, cuando le alcanzaba el sonajero caído y conseguía que el pequeñín dejara de llorar. Era una época de la cual Sam no guardaba memoria, pero que ahora le era mostrada, un momento de su vida en que él también fue feliz, aún sin saberlo.
La comprensión le golpeó
de lleno, la razón por la que su hermano mantenía esos recuerdos
encerrados, dolían. Dolía de manera terrible saber que era eso lo
que habían perdido. Él siempre pensó que crecer sin una madre
había sido terrible, pero viendo esto, se preguntaba si haber
crecido conociendo que el mundo podía ser así de brillante, cargado
de tanta felicidad como la que se respiraba allí y saber que no se
volvería a tener, que se debía vivir otra vida, una oscura y
peligrosa, no era peor que no haber tenido una madre.
Sintió lágrimas calientes
corriendo por su rostro mientras observaba otro recuerdo y de pronto
todo se volvió negro. Aún así había reconocido las últimas
imágenes, eran de la noche en que su madre murió, Dean tenía
cuatro años, era aún más pequeño que el Sammy junto a él, y su
niñez había terminado.
-¿Qué pretendes al
mostrarme eso? -la pregunta le sale cargada de furia mal dirigida,
porque su mini-versión no tenía ninguna culpa de cómo habían sido
sus vidas.
-Que aprendas.
-¿Qué quieres que aprenda?
-el niño suspiró cansado y lo miró con cierta arrogancia.
-Sam, tú crees conocer a
nuestro hermano, pero si nunca supiste cómo era él antes, ¿cómo
pretendes entender al Dean que es ahora?
Se mantuvieron en silencio,
el mayor cansado, agotado mentalmente ante la sobrecarga emocional
que había experimentado.
-Él era feliz -dijo
finalmente Sam, sólo por decirlo, por compartir lo que había visto.
-Sí, lo era -Sammy observó
la puerta que empezaba a desdibujarse- Le llevó casi un año entero
crearla.
Sam creía que la primer
barrera creada por su hermano pretendía atrapar el recuerdo de la
muerte de su madre, sin embargo, Dean se había pasado un año
encerrando sus recuerdos más felices.
-Su mente trabajó tanto en
ello que no habló durante todo ese tiempo, papá no sabía qué
hacer, Dean se encerró en sí mismo, parecido a lo de ahora, y
trabajó para superar el dolor que sentía.
-¿Cuánto ha pasado desde
la última vez que entró?
-Lo dije antes, décadas. No
puedo darte fechas, aquí el tiempo no pasa igual que afuera, nada es
igual, estamos dentro de la mente de Dean -se encoje de hombros- las
cosas son simplemente diferentes.
No había nada más que
decirse, siguieron avanzando, Sam analizando lo visto, lo aprendido,
su hermano había pasado toda su vida huyendo de los recuerdos
vistos, protegiéndose de ellos, y lo entendía en cierta forma, a él
le dolía recordar a Jess, el tiempo que había vivido como una
persona normal, curiosamente habían sido también cuatro años. En
un principio se le ocurrió hacer un paralelismo entre ambas
situaciones, pero ¿cómo se compara lo que vive un adulto a lo que
vive un niño?¿cómo puede alguien intentar comprender el dolor de
una criatura que ni siquiera entiende el concepto de muerte y que de
repente experimenta la destrucción de su familia? No podía hacerlo,
a pesar de lo vivido tan solo minutos atrás, no podía comprender lo
que su hermano había sufrido.
-Siguiente parada -Sam
empezaba a temer el sonido de su voz aniñada.
-¿Qué es ahora?
-Vamos a ir por orden, así
que esto serán los primeros tiempos después de la muerte de nuestra
madre.
-No hay puerta.
-No, estos recuerdos no
están protegidos, ni escondidos.
Sam no reconocía el lugar,
era todo muy raro, su padre estaba arrodillado, al lado de una cama,
llorando, mientras decía unas palabras por lo bajo, envuelto entre
las mantas lloraba un Sammy bebé, los rodeaban sólo sombras, apenas
iluminadas por la luz que entraba a través de una puerta abierta.
Apoyado contra el marco de ésta estaba Dean, mirando al hombre
encorvado.
-No llores, por favor Sammy,
deja de llorar -era la voz de su padre y a Sam se le puso la carne de
gallina-Por favor detente pequeño, sólo para.
Desde el lugar en que ellos
se encontraban, el pequeño niño en la puerta era por completo
visible, pero su padre estaba demasiado ocupado intentando detener el
llanto del bebé como para ver a Dean que lloraba a sus espaldas en
silencio, eso impactó a Sam más que el resto de la visión, el
silencio hermético de su hermano, aún debía tener cuatro años,
parte del período en que no había hablado, pero ni siquiera
intentaba llamar la atención del mayor, de hecho lo vio cubrirse la
boca en un momento, mientras caía al piso y se acunaba a sí mismo.
Las palabras de su padre
siguieron sonando en una lenta plegaria sin respuesta, el bebé
detuvo su llanto y cayo en un profundo sueño, pocos minutos después
lo acompañaban en una extraña canción de cuna los suaves ronquidos
del hombre apoyado en la cama. Las lágrimas se secaron en el rostro
de Dean, el dolor se escondió en sus ojos y abandonó el rostro,
lentamente se puso en pié, se alejó del marco siguiendo el pasillo,
un niño pequeño con los hombros firmes y la cabeza erguida, detrás
de él quedó una silueta negra, caída, arrullándose, lágrimas de
ceniza rodando sobre mejillas de carbón, en silencio. Dean siguió
su camino y dejó arrumbado en un rincón el dolor y el llanto.
-¿Qué...qué es eso? -le
preguntó a Sammy, señalando la forma llorosa.
-El accionar de Dean, él se
arranca el dolor para seguir, pero éste nunca se va del todo, son
como pequeñas manchas que se extienden sobre su alma. No puede hacer
nada, no puede volver atrás y remediar esto, no tiene la fuerza para
superarlo, es él único medio que encontró para seguir más allá
de las desilusiones en su vida -su mini-versión se acercó a la
figura, acariciándola con amor- Sabes, Dean no volvió a llorar por
mucho tiempo después de esto, puso todo ese dolor y esa angustia en
éste amiguito. El problema Sam, es que cada uno de éstos, genera
vacío, uno que no se llena con nada.
-¿Por qué me muestras todo
ésto? Sólo llévame al lugar donde está Dean ahora, no quiero
conocer ésto.
-¿Tienes miedo de averiguar
que tu hermano es mucho más de lo que imaginas, Sam?
-No...no es eso. ¿Qué
insinúas?
-Yo, nada, porque lo que
digo es cierto ¿no es así? -el hombre se sorprende de la fuerza en
la mirada aniñada que lo acusa sin reparos- ¿Crees que no te
conozco Sam? Por si lo olvidas, yo, soy tú.
-No es así, eres sólo una
representación de mí, no eres fiel a mí.
-Te equivocas, ¿sabes por
qué? Porque tú tampoco eres lo que crees de ti mismo. Tu eres todas
las versiones que recorren el mundo sobre ti, eres lo que tú
piensas, lo que Dean piensa, lo que Bobby, Castiel, papá y cada
persona que te conoce piensan sobre ti, y ninguna de esas versiones
es menos real que la que hay de ti mismo en tu cabeza, ni una sola de
ellas. Pero de todas esas personas, hay una que te conoce mejor que
tú mismo y esa persona es Dean, él te conoce desde que naciste, te
enseño prácticamente todo sobre la vida, lo bueno y lo malo.
Aprendiste a caminar de sus manos -y como si al hablar conjurara, Sam
puede ver con absoluta claridad a un Dean, apenas más crecido que el
anterior, parado frente a un diminuto Sammy, el mayor sostenía con
cariño las manos del menor, en tanto éste se aferraba a las ajenas con todas sus fuerzas, hasta que sus pequeños nudillos quedaban
blancos A medida que Dean retrocedía caminando de espaldas, el otro
se adelantaba dando pasos inseguros, miraba hacia abajo, estudiando
sus pies, para al subir la vista encontrarse con la sonrisa iluminada
de su hermano mayor, sonreía en respuesta y avanzaba otro precario
paso.
-Tu primera palabra -dice su guía y a sus palabras aparecen nuevamente Dean y Sammy, jugaban mientras su padre estudiaba concentrado un diario, el mayor le acercaba y alejaba un autito al pequeño, no decía nada, ningún sonido salía de su boca- No tenías muchos motivos para hablar, papá no tenía nada que decirnos y Dean ya había cumplido un año de mudez, los viajes en el Impala eran muy silenciosos, sólo alterados por la música que sonaba en la radio. Papá empezaba a creer que Dean jamás volvería a decir palabra, se lo preguntaba de vez en cuando “¿no tienes ganas de contarme nada aún, verdad hijo?”, Dean quería, pero ya había olvidado cómo, no encontraba la manera de hacer que sus cuerdas vocales funcionaran otra vez, pero él lograba estimularte, de alguna manera siempre te estaba enseñando cosas- El niño rubio alejó una vez más el juguete, el pequeñín se enojó,“¡DE!”, dijo de repente, el mayor dedicó una mirada al padre, John miraba sorprendido al menor de sus hijos, para Sam era evidente la mezcla de orgullo y pesar en su rostro. Dean volvió a mirar a su hermanito que le seguía viendo enojado, sin darse cuenta de la importancia del momento, el más grande respiró un par de veces, haciendo fuerza, su pequeño cuello se puso rojo y las venas se le marcaron, abrió la boca como si estuviera ahogándose y John casi salta de la silla para socorrerlo cuando...“Te... lo...regalo...Sammy”.
-Tu primera palabra -dice su guía y a sus palabras aparecen nuevamente Dean y Sammy, jugaban mientras su padre estudiaba concentrado un diario, el mayor le acercaba y alejaba un autito al pequeño, no decía nada, ningún sonido salía de su boca- No tenías muchos motivos para hablar, papá no tenía nada que decirnos y Dean ya había cumplido un año de mudez, los viajes en el Impala eran muy silenciosos, sólo alterados por la música que sonaba en la radio. Papá empezaba a creer que Dean jamás volvería a decir palabra, se lo preguntaba de vez en cuando “¿no tienes ganas de contarme nada aún, verdad hijo?”, Dean quería, pero ya había olvidado cómo, no encontraba la manera de hacer que sus cuerdas vocales funcionaran otra vez, pero él lograba estimularte, de alguna manera siempre te estaba enseñando cosas- El niño rubio alejó una vez más el juguete, el pequeñín se enojó,“¡DE!”, dijo de repente, el mayor dedicó una mirada al padre, John miraba sorprendido al menor de sus hijos, para Sam era evidente la mezcla de orgullo y pesar en su rostro. Dean volvió a mirar a su hermanito que le seguía viendo enojado, sin darse cuenta de la importancia del momento, el más grande respiró un par de veces, haciendo fuerza, su pequeño cuello se puso rojo y las venas se le marcaron, abrió la boca como si estuviera ahogándose y John casi salta de la silla para socorrerlo cuando...“Te... lo...regalo...Sammy”.
Ninguno de los espectadores
de ese momento de sus vidas sabría jamás, que esa noche, fue la
primer noche, en más de un año, que John Winchester agradeció por
algo.
Pero nada de ello detendría
el discurso en que se había embarcado la versión pequeña de Sam.
-Te enseñó a cepillarte
los dientes, a dibujar y leer, te ayudaba con los deberes hasta que
pensaste que eras más inteligente que él y ya no necesitabas de su
asistencia. Pero lo más importante, lo que no pareces haber
entendido nunca, es que él te crió, como a un hijo, te dio lo más
cerca que pudo a una familia amorosa, volcó en ti todo lo que tenía
para dar, material y no material. Él te dio todo. Sin embargo tú
vives como si eso no hubiera pasado, cómo si él no fuera más que
un hermano común y corriente, como si él no te entendiera más de
lo que cualquier hermano entiende a otro. Tengo noticias para ti Sam,
Dean te conoce mejor que nadie y como yo soy la representación de
eso, voy a hacer exactamente lo que sé que quieres, lo que Dean sabe
que quieres, de la misma manera que siempre ha sido, te voy a dar lo que
deseas y cuando lo entiendas, harás lo que siempre haces, agacharás
la cabeza, pedirás perdón por no aceptar la palabra ajena y
volveremos a éste camino hasta que encuentres lo que vas a
necesitar.
Sam estaba a punto de
explotar cuando se encontró frente a frente con una habitación de
cristal, una nube negra se arremolinaba dentro, dejando ver por
momentos una figura en su interior, Dean. Estaba sentado, la espalda
doblada, las piernas contraídas, la cara oculta entre las rodillas y
los brazos sobre la cabeza, no había ningún movimiento, ningún
sonido. El menor estudió las paredes que rodeaban al mayor, parecían
de vidrio, pero eran muy gruesas, las golpeó con los puños y las
piernas y no les hizo ni un rasguño, gritó con toda la fuerza que
pudo reunir, pero su hermano no reaccionó, desesperado siguió
golpeando las transparentes paredes, diez, quince, veinte minutos,
media hora, hasta lastimarse el canto de las manos y mancharlas la
superficie con sangre y mientras más lo intentaba, más negro se
tornaba el interior.
-Detente Sam -le dijo Sammy-
Si sigues lastimándote causarás más daño que bien a Dean.
El alto hombre se dejó
resbalar por el muro traslúcida.
-No me escucha, ¿verdad?
-susurro triste.
-No escucha nada Sam -el
niño se sentó a su lado, dejando aparte la ferocidad con que le
había increpado minutos antes- No siente nada, Dean no podía
alcanzar la paz, así que hizo lo segundo mejor que encontró, se
dejo tragar por el vacío.
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Nos falta poquito ya.
Mucha suerte <3
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