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viernes, 20 de abril de 2012

Promesa - Capítulo 9

Sé que está mal que uno se pondere solo, pero... me gusta mucho cómo me quedó la cabecera de éste capi jejeje.


PRIMEROS PASOS

Caminaban sin rumbo aparente, la oscuridad que los rodeaba se iluminaba ante el paso seguro de Sammy, ningún sonido quebraba el silencio, ni pasos, ni su respiración, nada producía ruido. Por alguna razón Sam estaba sorprendido, imaginaba la mente de Dean diferente, llena de vida, música, risas, mujeres, también sabía que podía hallar sufrimiento, pero nunca esperó la frialdad, austeridad y absoluta quietud.


-¿Esto es siempre así? -preguntó sorprendido ante el eco que provocó su voz.
-No, en general los pensamientos se entrecruzan, ya sabes, uno no puede estar sin pensar, aún cuando se duerme -mira a su alrededor, donde no hay nada- Ha estado así el último tiempo.

El hombre sabía desde cuando.

-Nunca me puse a pensar qué podría encontrar en la mente de Dean antes, pero enfrentado a esta realidad, me doy cuenta que jamás habría imaginado esto, es bueno saber que no es siempre así.
-No te equivoques, Sam. La mente de nuestro hermano es muy ordenada, siempre hay pensamientos porque uno no puede acallarlos, aunque él sabe redirigirlos con maestría, pero más allá de eso, suele estar bastante tranquilo.

La voz del niño fue brusca, con un dejo de reproche en ella, el hombre comenzaba a creer que no le agradaba a su versión más joven.

-¿Me llevarás con Dean? -interrogó el mayor.
-No, al menos no con el Dean que quieres ver.
-¿Por qué no?
-Siempre buscando respuestas -el menor lo mira pero sigue andando- Nos pasamos la vida buscando respuestas Sam, a todo lo que nos pasa, a todo lo que vivimos, explicaciones, opciones, y culpas. Las buscamos y las repartimos, con suerte aprendemos que nosotros mismos nos equivocamos a veces. Con suerte, después de haber perdido mucho y dañado demasiado, pero tuvimos suerte, tú y yo, tuvimos mucha suerte, se nos dio el espacio para crecer de esta manera, la libertad para hacer lo que quisimos, experimentar, tentar, otros no fueron bendecidos de esa manera.
-No creo que fuera así.
-¡Oh! Lo sé, lo sé Sam. Pero esta vez, harás lo que te dicen -ante la mirada glacial que le dirigen el chico continúa- Piénsalo, después de todo, estarás haciendo lo que “Tú” crees que es mejor -argumenta poniendo ojos de cachorro y sonrisa angelical, a Sam no le gusta que lo enfrenten con sus propias armas.
-Bien, de acuerdo -concede resignado.
-Me alegro, porque ésta es nuestra primer parada.

La puerta fue apareciendo poco a poco, la pintura blanca que la recubría estaba gastada y saltada en algunas partes, tres ventanas de vidrio la decoraban, pero nada se veía detrás de ellas, la manija para abrirla y las bisagras estaban oxidadas por el tiempo y falta de uso, el marco se apoyaba en el aire y el aire era todo lo que podía verse aparte de la estructura de madera, ninguna pared, casa, habitación, sólo la puerta.

-¿Qué es? -se percibían el nerviosismo en la voz de Sam.
-La primer barrera construida por Dean.
-No parece haber sido usada en mucho tiempo.
-Han pasado décadas desde la última vez que nuestro hermano traspasó esa puerta, a veces se sienta frente a ella por horas, ahí -señala el lugar que ocupa el hombre mayor- justo donde estás, la mira, pero no ha vuelto a abrirla.
-Y nosotros vamos a hacerlo.
-Sí Sam, como te dije, fue la primera, es importante.

El niño espero el asentimiento del otro antes de girar la perilla, un 'clic' se dejó oír con claridad, seguido por el chirrido irritante de los viejos goznes, una brisa golpeó a Sam, cálida, dulce, no la conocía de nada y aún así le provocó un nudo en el corazón. Sammy dio paso hacia adelante y fue tragado por la oscuridad, el hombre respiró profundo y copió la acción. Todo cambió en un parpadeo, estaba dentro de una casa, una que conocía, era de día y la luz del sol se colaba por cada ventana, ligeramente difuminada por efecto de las cortinas, la voz de Lennon sonaba muy suave, casi acallada por risas, carcajadas gorgoteantes de felicidad que se escuchaban cada vez más cerca.

Sam seguía con su oído la pista del sonido, aventuró que los propietarios estaban por llegar hasta ellos justo en el momento en que un pequeño niño, de cabello muy rubio, casi se materializo frente a él a toda carrera, pasó a su lado dejando tras de sí una estela de felicidad interrumpida por la mujer de grandes ojos azules que lo perseguía uniendo sus propias risas.

El hombre había imaginado muchas cosas que pudiera encontrar detrás de esa puerta, quizás cientos de cosas que su hermano quisiera mantener apartadas, escondidas, ni en un millón de años habría adivinado, porque lo que estaba viendo no eran los momentos más tristes, difíciles, dramáticos o terroríficos de la vida de Dean, lo que estaba viendo eran los recuerdos más felices de su vida.

La mujer atrapó a su presa elevándolo en el aire provocando que el sonido de felicidad revotara contra el techo, las paredes y el corazón dolorido de Sam. Ella manipuló al pequeño bulto entre sus brazos, repartiendo cosquillas y besos por igual, mientras la criatura se retorcía salvaje con lágrimas de gozo corriendo por su rostro. Una voz grave, que sonó justo detrás de los fisgones, interrumpió la feliz escena a la vez que su padre hacía acto de presencia.

-¿Qué está pasando aquí? -preguntó el hombre en tono serio pero con una sonrisa en la cara y un guiño dirigido a su esposa.
-¡Papi! -gritó el pequeño.
Su madre soltó el agarre sobre su víctima y esta corrió presurosa a los brazos de su padre, éste lo tomó entre ellos y lo lanzó con fuerza hacia el techo, recibiendo en recompensa ese sonido que el menor de los Winchester no recordaba haber escuchado jamás.
-¡Hey, Dean!¿Cómo has estado campeón?
-Te extrañé.
-JAJAJA ¿De veras?
-¿Verdad que sí, mami?
-Es cierto corazón.

Los adultos se acercaron y saludaron con un beso, comunicación silenciosa en sus miradas.

-¿Sabes qué? -dice el hombre en tono cómplice-No voy a volver a irme.
-¿Lo prometes papi? -interroga sin estar seguro de creer en las palabras, se puede oír con claridad las lágrimas jugando con la voz en la garganta.

Su padre abraza a Dean fuerte, cierra los ojos, Sam lo ve tragar angustiado, probablemente sintiendo la pena de algún dolor que ha causado.

-Lo prometo -y lo dice en serio, se ve en su rostro, en la forma que mira a la mujer que observa en silencio la escena, en la manera que tuerce las ropas del niño entre sus dedos.
-Bien -asiente el pequeño y se aferra a su padre, enterrando la cabecita en el cuello fuerte y voz apenas audible surca el aire- Porque mami hizo tarta -la pareja ríe feliz ante el último comentario.

Es la primer memoria que ven, no es la última, uno tras otro se suceden los recuerdos de una niñez que Dean se negaba a rememorar y que Sam nunca había experimentado, porque jamás había sido testigo de un Dean así y, estaba seguro, tampoco había visto a su padre actuar como la hacía allí. Un niño, su madre y su padre, una familia feliz, normal, una que nunca conoció. Incluso tuvo el dudoso placer de verse a sí mismo, un bebé de apenas horas, siendo presentado a su hermano mayor y vio cómo el orgullo hacía brillar los ojos de Dean.


Lo pudo ver cada vez que el “hermano mayor” le hablaba al bebé de la cuna, cuando le contaba lo que harían en cuanto creciera, cuando, entre los brazos de su padre, estimaban si era lo suficientemente mayor para unirse a sus juegos, cuando le alcanzaba el sonajero caído y conseguía que el pequeñín dejara de llorar. Era una época de la cual Sam no guardaba memoria, pero que ahora le era mostrada, un momento de su vida en que él también fue feliz, aún sin saberlo.

La comprensión le golpeó de lleno, la razón por la que su hermano mantenía esos recuerdos encerrados, dolían. Dolía de manera terrible saber que era eso lo que habían perdido. Él siempre pensó que crecer sin una madre había sido terrible, pero viendo esto, se preguntaba si haber crecido conociendo que el mundo podía ser así de brillante, cargado de tanta felicidad como la que se respiraba allí y saber que no se volvería a tener, que se debía vivir otra vida, una oscura y peligrosa, no era peor que no haber tenido una madre.

Sintió lágrimas calientes corriendo por su rostro mientras observaba otro recuerdo y de pronto todo se volvió negro. Aún así había reconocido las últimas imágenes, eran de la noche en que su madre murió, Dean tenía cuatro años, era aún más pequeño que el Sammy junto a él, y su niñez había terminado.

-¿Qué pretendes al mostrarme eso? -la pregunta le sale cargada de furia mal dirigida, porque su mini-versión no tenía ninguna culpa de cómo habían sido sus vidas.
-Que aprendas.
-¿Qué quieres que aprenda? -el niño suspiró cansado y lo miró con cierta arrogancia.
-Sam, tú crees conocer a nuestro hermano, pero si nunca supiste cómo era él antes, ¿cómo pretendes entender al Dean que es ahora?

Se mantuvieron en silencio, el mayor cansado, agotado mentalmente ante la sobrecarga emocional que había experimentado.

-Él era feliz -dijo finalmente Sam, sólo por decirlo, por compartir lo que había visto.
-Sí, lo era -Sammy observó la puerta que empezaba a desdibujarse- Le llevó casi un año entero crearla.

Sam creía que la primer barrera creada por su hermano pretendía atrapar el recuerdo de la muerte de su madre, sin embargo, Dean se había pasado un año encerrando sus recuerdos más felices.

-Su mente trabajó tanto en ello que no habló durante todo ese tiempo, papá no sabía qué hacer, Dean se encerró en sí mismo, parecido a lo de ahora, y trabajó para superar el dolor que sentía.
-¿Cuánto ha pasado desde la última vez que entró?
-Lo dije antes, décadas. No puedo darte fechas, aquí el tiempo no pasa igual que afuera, nada es igual, estamos dentro de la mente de Dean -se encoje de hombros- las cosas son simplemente diferentes.

No había nada más que decirse, siguieron avanzando, Sam analizando lo visto, lo aprendido, su hermano había pasado toda su vida huyendo de los recuerdos vistos, protegiéndose de ellos, y lo entendía en cierta forma, a él le dolía recordar a Jess, el tiempo que había vivido como una persona normal, curiosamente habían sido también cuatro años. En un principio se le ocurrió hacer un paralelismo entre ambas situaciones, pero ¿cómo se compara lo que vive un adulto a lo que vive un niño?¿cómo puede alguien intentar comprender el dolor de una criatura que ni siquiera entiende el concepto de muerte y que de repente experimenta la destrucción de su familia? No podía hacerlo, a pesar de lo vivido tan solo minutos atrás, no podía comprender lo que su hermano había sufrido.

-Siguiente parada -Sam empezaba a temer el sonido de su voz aniñada.
-¿Qué es ahora?
-Vamos a ir por orden, así que esto serán los primeros tiempos después de la muerte de nuestra madre.
-No hay puerta.
-No, estos recuerdos no están protegidos, ni escondidos.

Sam no reconocía el lugar, era todo muy raro, su padre estaba arrodillado, al lado de una cama, llorando, mientras decía unas palabras por lo bajo, envuelto entre las mantas lloraba un Sammy bebé, los rodeaban sólo sombras, apenas iluminadas por la luz que entraba a través de una puerta abierta. Apoyado contra el marco de ésta estaba Dean, mirando al hombre encorvado.

-No llores, por favor Sammy, deja de llorar -era la voz de su padre y a Sam se le puso la carne de gallina-Por favor detente pequeño, sólo para.

Desde el lugar en que ellos se encontraban, el pequeño niño en la puerta era por completo visible, pero su padre estaba demasiado ocupado intentando detener el llanto del bebé como para ver a Dean que lloraba a sus espaldas en silencio, eso impactó a Sam más que el resto de la visión, el silencio hermético de su hermano, aún debía tener cuatro años, parte del período en que no había hablado, pero ni siquiera intentaba llamar la atención del mayor, de hecho lo vio cubrirse la boca en un momento, mientras caía al piso y se acunaba a sí mismo.

Las palabras de su padre siguieron sonando en una lenta plegaria sin respuesta, el bebé detuvo su llanto y cayo en un profundo sueño, pocos minutos después lo acompañaban en una extraña canción de cuna los suaves ronquidos del hombre apoyado en la cama. Las lágrimas se secaron en el rostro de Dean, el dolor se escondió en sus ojos y abandonó el rostro, lentamente se puso en pié, se alejó del marco siguiendo el pasillo, un niño pequeño con los hombros firmes y la cabeza erguida, detrás de él quedó una silueta negra, caída, arrullándose, lágrimas de ceniza rodando sobre mejillas de carbón, en silencio. Dean siguió su camino y dejó arrumbado en un rincón el dolor y el llanto.

-¿Qué...qué es eso? -le preguntó a Sammy, señalando la forma llorosa.
-El accionar de Dean, él se arranca el dolor para seguir, pero éste nunca se va del todo, son como pequeñas manchas que se extienden sobre su alma. No puede hacer nada, no puede volver atrás y remediar esto, no tiene la fuerza para superarlo, es él único medio que encontró para seguir más allá de las desilusiones en su vida -su mini-versión se acercó a la figura, acariciándola con amor- Sabes, Dean no volvió a llorar por mucho tiempo después de esto, puso todo ese dolor y esa angustia en éste amiguito. El problema Sam, es que cada uno de éstos, genera vacío, uno que no se llena con nada.
-¿Por qué me muestras todo ésto? Sólo llévame al lugar donde está Dean ahora, no quiero conocer ésto.
-¿Tienes miedo de averiguar que tu hermano es mucho más de lo que imaginas, Sam?
-No...no es eso. ¿Qué insinúas?
-Yo, nada, porque lo que digo es cierto ¿no es así? -el hombre se sorprende de la fuerza en la mirada aniñada que lo acusa sin reparos- ¿Crees que no te conozco Sam? Por si lo olvidas, yo, soy tú.
-No es así, eres sólo una representación de mí, no eres fiel a mí.
-Te equivocas, ¿sabes por qué? Porque tú tampoco eres lo que crees de ti mismo. Tu eres todas las versiones que recorren el mundo sobre ti, eres lo que tú piensas, lo que Dean piensa, lo que Bobby, Castiel, papá y cada persona que te conoce piensan sobre ti, y ninguna de esas versiones es menos real que la que hay de ti mismo en tu cabeza, ni una sola de ellas. Pero de todas esas personas, hay una que te conoce mejor que tú mismo y esa persona es Dean, él te conoce desde que naciste, te enseño prácticamente todo sobre la vida, lo bueno y lo malo. Aprendiste a caminar de sus manos -y como si al hablar conjurara, Sam puede ver con absoluta claridad a un Dean, apenas más crecido que el anterior, parado frente a un diminuto Sammy, el mayor sostenía con cariño las manos del menor, en tanto éste se aferraba a las ajenas con todas sus fuerzas, hasta que sus pequeños nudillos quedaban blancos A medida que Dean retrocedía caminando de espaldas, el otro se adelantaba dando pasos inseguros, miraba hacia abajo, estudiando sus pies, para al subir la vista encontrarse con la sonrisa iluminada de su hermano mayor, sonreía en respuesta y avanzaba otro precario paso.
-Tu primera palabra -dice su guía y a sus palabras aparecen nuevamente Dean y Sammy, jugaban mientras su padre estudiaba concentrado un diario, el mayor le acercaba y alejaba un autito al pequeño, no decía nada, ningún sonido salía de su boca- No tenías muchos motivos para hablar, papá no tenía nada que decirnos y Dean ya había cumplido un año de mudez, los viajes en el Impala eran muy silenciosos, sólo alterados por la música que sonaba en la radio. Papá empezaba a creer que Dean jamás volvería a decir palabra, se lo preguntaba de vez en cuando “¿no tienes ganas de contarme nada aún, verdad hijo?”, Dean quería, pero ya había olvidado cómo, no encontraba la manera de hacer que sus cuerdas vocales funcionaran otra vez, pero él lograba estimularte, de alguna manera siempre te estaba enseñando cosas- El niño rubio alejó una vez más el juguete, el pequeñín se enojó,“¡DE!”, dijo de repente, el mayor dedicó una mirada al padre, John miraba sorprendido al menor de sus hijos, para Sam era evidente la mezcla de orgullo y pesar en su rostro. Dean volvió a mirar a su hermanito que le seguía viendo enojado, sin darse cuenta de la importancia del momento, el más grande respiró un par de veces, haciendo fuerza, su pequeño cuello se puso rojo y las venas se le marcaron, abrió la boca como si estuviera ahogándose y John casi salta de la silla para socorrerlo cuando...“Te... lo...regalo...Sammy”.

Ninguno de los espectadores de ese momento de sus vidas sabría jamás, que esa noche, fue la primer noche, en más de un año, que John Winchester agradeció por algo.

Pero nada de ello detendría el discurso en que se había embarcado la versión pequeña de Sam.

-Te enseñó a cepillarte los dientes, a dibujar y leer, te ayudaba con los deberes hasta que pensaste que eras más inteligente que él y ya no necesitabas de su asistencia. Pero lo más importante, lo que no pareces haber entendido nunca, es que él te crió, como a un hijo, te dio lo más cerca que pudo a una familia amorosa, volcó en ti todo lo que tenía para dar, material y no material. Él te dio todo. Sin embargo tú vives como si eso no hubiera pasado, cómo si él no fuera más que un hermano común y corriente, como si él no te entendiera más de lo que cualquier hermano entiende a otro. Tengo noticias para ti Sam, Dean te conoce mejor que nadie y como yo soy la representación de eso, voy a hacer exactamente lo que sé que quieres, lo que Dean sabe que quieres, de la misma manera que siempre ha sido, te voy a dar lo que deseas y cuando lo entiendas, harás lo que siempre haces, agacharás la cabeza, pedirás perdón por no aceptar la palabra ajena y volveremos a éste camino hasta que encuentres lo que vas a necesitar.

Sam estaba a punto de explotar cuando se encontró frente a frente con una habitación de cristal, una nube negra se arremolinaba dentro, dejando ver por momentos una figura en su interior, Dean. Estaba sentado, la espalda doblada, las piernas contraídas, la cara oculta entre las rodillas y los brazos sobre la cabeza, no había ningún movimiento, ningún sonido. El menor estudió las paredes que rodeaban al mayor, parecían de vidrio, pero eran muy gruesas, las golpeó con los puños y las piernas y no les hizo ni un rasguño, gritó con toda la fuerza que pudo reunir, pero su hermano no reaccionó, desesperado siguió golpeando las transparentes paredes, diez, quince, veinte minutos, media hora, hasta lastimarse el canto de las manos y mancharlas la superficie con sangre y mientras más lo intentaba, más negro se tornaba el interior.

-Detente Sam -le dijo Sammy- Si sigues lastimándote causarás más daño que bien a Dean.

El alto hombre se dejó resbalar por el muro traslúcida.

-No me escucha, ¿verdad? -susurro triste.
-No escucha nada Sam -el niño se sentó a su lado, dejando aparte la ferocidad con que le había increpado minutos antes- No siente nada, Dean no podía alcanzar la paz, así que hizo lo segundo mejor que encontró, se dejo tragar por el vacío.




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Nos falta poquito ya.
Mucha suerte <3


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