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viernes, 13 de abril de 2012

Promesa - Capítulo 6

No puedo creer que ni siquiera haya publicado una mínima entradita en todo lo que va del 2012!

Tengo NOTICIAS importantes, resulta que estoy terminando de escribir este fic. En total constará de 15 capítulos incluyendo el epílogo... y he escrito el 14, es decir, me falta el epílogo nada más!!!

Como sea... capítulo de Promesa!



HERIDAS Y RECUERDOS



La visión lo golpeo con fuerza, el rojo de la sangre cubría casi cada superficie expuesta en una macabra recreación de sus pesadillas. El olor dulzón, nauseabundo de la mezcla entre los diferente efluvios corporales le provocó arcadas que no pudo resistir, se sintió enfermo y devolvió el contenido de su estómago.


Había encontrado el rastro demasiado tarde, podía contar al menos dos cuerpos, las tres manos que sumaba entre los desperdicios le daban una pista, pero no sabía si había más esperando en la casa, otras atrocidades que demostraran lo rápido que una familia podía irse a la mierda.

Avanzó unos pasos en el interior observando con cuidado, esperando un ataque, evaluando la situación, una parte de su cerebro que no lo visitaría hasta más tarde registró con velocidad preocupante las fotos en las paredes, un hombre, una mujer, dos niños. Esa misma parte de él gritó en silencio “los niños no, por favor, los niños no”, pero en ningún momento perdió su concentración, como siempre le habían dicho, era un soldado, uno bien entrenado que se puso a evaluar el estado de la misión, enemigo fuera de vista, dos víctimas, dos posibles rehenes “por favor, que aún vivan”

Sigiloso recorrió toda la planta baja sin rastros de la criatura ni los niños, no todo eso eran malas noticias, “por favor, que aún vivan”.

Encaró la escalera decidido y alerta siguiendo las huellas de sangre en el piso. Revisó las habitaciones una a una, la primera era la de los hijos de la pareja, no había nada, la siguiente resultó ser la habitación matrimonial, nada. Se encontró luego con la que imaginó, era la pieza destinada a invitados, nada. Una puerta a la derecha, el baño, otra a la izquierda semi-abierta, la empujó con la mano izquierda, manteniendo la pistola firme en la derecha. De pronto se sintió volando en el aire y todo el peso de su cuerpo impactando primero en la pared del pasillo, luego el suelo. Un gruñido de dolor se le escapó entre los labios pero no perdió el arma en ningún momento, apuntó de inmediato y allí estaba lo que buscaba.

Casi no podía creerlo, cuando su padre le habló de vampiros le costó aceptar su existencia, aún en el mundo que vivía se encontraba a veces superado por el concepto de lo imposible, y hoy se enfrentaba a otra leyenda que creía inexistente. Frente a él, en toda su extensión de casi dos metros de encorvada y repugnante criatura, bañado en sangre y con una mueca de placer en el deforme rostro, lo vigilaba un Nosferatu.

Estaba en problemas, serios problemas, unos que se agrandaron cuando de detrás de él surgió suave pero claro un gritito de pánico. No era una pared contra lo que había golpeado, era una puerta escondida por el empapelado del pasillo, ahora sabía algo, al menos uno de los niños estaba vivo, enfrentaba sin ninguna duda una criatura peligrosa y él tenía que sacar al sobreviviente de allí, costara lo que costara, “uno de los niños vive, gracias”.

Todo eso pasó por su mente en la fracción de segundo que le tomó incorporarse y disparar una primer ronda, las balas no servirían más que para retrasar a la bestia, pero eran mejor que nada. Sacó el machete que llevaba sujeto a la pierna y se lanzó contra el nosferatu, éste lo esperaba a mitad de camino y el impacto fue terrible, era fuerte, mucho más fuerte que los vampiros que había enfrentado hasta ahora.

Usando el arma como escudo contra las afiladas garras impulsó sus piernas en un ataque, pero el otro sujetó la afilada hoja con las manos desnudas y lo empujó contra el muro, bajando la cabeza le gruñó en la cara, fue un grito animal, primitivo. Dean sintió su estómago revelarse ante el aliento pútrido de la criatura. Utilizó las rodillas para alejarlo, perdiendo el machete y ganando unas garras visitando sus costillas a la vez.

Corrió por el pasillo, alejando a la bestia de los niños, encontró una puerta abierta, el estudio, en una mirada fugaz repasó el entorno y sin darse cuenta de lo que hacía elevó una plegaria de agradecimiento, saltó detrás del escritorio y quitó de la estantería la katana decorativa, rogó porque estuviera afilada, sonriendo cuando sintió en la yema del dedo la fina línea del filo. Siempre le habían gustado esas espadas, desde que su padre los obligó a entrenar en esgrima se hizo admirador del sable japonés.

Un gruñido a su espalda le avisó que tenía visita y se volvió en un ataque directo que desvió a medio metro del nosferatu, sorprendiendo a su presa e hiriéndolo en un brazo y se alejó nuevamente. La criatura miró el hilo de sangre y sus ojos cambiaron del negro al rojo brillante, los colmillos se alargaron y Dean se sorprendió al ver que éste ser tenía los clásicos colmillos de cuentos que solían poseer los vampiros, no toda una hilera de filosos dientes predadores, sino dos colmillos superiores muy desarrollados.

Lo siguiente que supo es que tenía al nosferatu casi encima, lo esquivó por centímetros y balanceó el sable provocando otra incisión, era la única manera que tenía de herirlo, desde lejos. De pronto la distancia entre él y el nosferatu fue inexistente y su cuerpo atravesó la delgada pared cayendo con violencia sobre la puerta oculta, ésta se rompió por la presión y él tuvo un vistazo de los dos niños. La pequeña sollozaba en silencio aferrada al pecho de su hermano que la protegía usando su cuerpo y mirando al intruso en su guarida como si quisiera matarlo. “Ambos viven, gracias, gracias...”.

Dean buscó al nosferatu pero éste había vuelto a desaparecer, chequeo de manera mental sus heridas y calculó un par de costillas astilladas o quebradas, algunos cortes superficiales y, “Arg”, sí definitivamente eso era un trozo de madera clavado en la espalda. Miró a los niños una vez más y decidió que tenía que sacarlos de allí, si los dejaba podía ser desviado mientras la criatura se los comía y no iba a permitir eso.

-Tranquilos, vengo a ayudarlos. -dijo con la voz más amable que le salió entre el dolor que sentía.

El niño lo estudió unos momentos, el hombre frente a él estaba cubierto de sangre, su rostro lucía una mueca salvaje, pero los ojos se veían extraños, como si supiera lo que habían vivido, como si conociera el dolor que sentían. Sin atreverse a hablar, o a descubrir siquiera si podía hacerlo, el pequeño asintió con la cabeza.

-¿Cómo te llamas? -preguntó el cazador, mientras la niña mostraba unos impresionantes y llorosos ojos violetas.
-Steven.
-¿Y tu pequeña? -los ojitos se dirigieron primero al rostro del hermano y Dean sintió el feo dolor de los recuerdos. Steven la instó a contestar.
-Lara. -dijo con una voz apenas audible.
-Yo soy Dean. -inspiró fuerte antes de seguir- Steven, Lara, tenemos que salir de aquí, la criatura que está afuera es muy peligrosa, tengo que sacarlos antes de que vuelva. ¿De acuerdo?
-Pero papá dijo que nos quedáramos acá. -protestó Lara.

Dean sintió sus tripas revolverse, ¿cómo demonios se les decía a dos niños que no llegaban a los diez años que sus padres habían sido masacrados por un ser de películas de terror?.

-Tenemos que hacer lo que el señor dice -intervino el niño y Dean supo que el pequeño conocía el destino de sus padres, lo miró directo en los ojos y pudo ver en la mirada azul algo conocido por él, la muerte de la inocencia.
-Bien, Steven tienes que cargar a Lara, yo debo ir preparado para defenderlos. -se miraron unos segundos y Dean supo que el niño entendía- Vamos.

Salieron despacio intentando no hacer ruido, algo que el cazador sabía probablemente fuera inútil. Llegaron a las escaleras y bajaron por ellas, Dean a un costado de los niños intentando protegerlos tanto si el ataque venía de frente o desde atrás. Las huellas de sangre ya estaban secas pero el olor era aún peor que antes, debían salir por la puerta trasera, no había manera que Dean permitiera que esos niños vieran la montaña de carne y vísceras en que se habían convertido sus padres.

Estaban a punto de llegar a la salida cuando fueron atacados, el cazador protegió a los pequeños con su cuerpo, el nosferatu se aferró a el con garras y dientes, sintió las uñas desgarrando su espalda y los colmillos horadando en la base de su cuello. Se revolvió con violencia consiguiendo liberar la katana y clavándola en el costado izquierdo de la criatura que aulló en protesta liberando su cuello, lo empujó contra la pared removiendo el arma causando más daño y provocando que el lamento se hiciera más agónico.

-¡Salgan de aquí! -les gritó a los hermanos mientras buscaba algo en su bolsillo con la mano libre en tanto usaba el cuerpo para sostener al nosferatu es su lugar, encontró lo que buscaba y se lo lanzó a Steven- ¡Llama al 911 y ocúltense en algún lado, no salgan hasta que los para-médicos lleguen!

Vio a los niños salir con su celular en las manos, cuando se tornó hacia la criatura las garras le cruzaron la cara. El dolor hizo que aflojara su agarre y se le escapara la bestia. Se apartaron unos pasos y se miraron fijamente, ambos cazadores, ambos presa, ambos animales, se reconocieron como tales, no cabía el odio en sus miradas, sólo la determinación de vencer, uno de ellos ganaría, el otro no, pero el nosferatu desconocía algo sobre el otro cazador, Dean no temía morir.

Se enfrentaron uno a otro como si estuvieran en igualdad de condiciones, tantas heridas de garras como de espada, la sangre como nexo de unión, el dolor bloqueado en el cerebro, el cansancio relegado al olvido. Minutos u horas pasaron hasta que la oportunidad se presentó, Dean había sobrevivido una vida entera aprovechando esas chances, no iba a cambiar ahora. En un movimiento certero cercenó la cabeza de la bestia, ésta salió volando, impactó en el suelo, el líquido carmesí saliendo en tétricos chorros que salpicaron lo poco que quedaba inmune.

El cazador se quedó unos segundos viendo la escena, el cuerpo que extrañamente quedó arrodillado, como si una voluntad extrema le impidiera rendirse a lo inevitable, la mueca de horror en el monstruoso rostro, el olor fétido a cada momento intensificado. No estaba agitado ni cansado, sentía el dolor de las heridas lejano, escondido detrás de la energía desatada en la batalla, esos momentos en que la adrenalina le impedía sentir o saber lo mal que su cuerpo se encontraba.

Sin alejarse del mismo estado mental con el que ingresó en la casa reparó en el ruido de sirenas que se acercaban, se dirigió a la cocina y consiguió lo necesario para iniciar un fuego, antes de comenzarlo fue hasta el living, se acercó a una de las paredes y retiró algunos contenidos de las paredes, luego roció todo con el líquido inflamable de la barbacoa y lanzó un encendedor dentro. Las llamas se incrementaron de inmediato y por unos momentos recordó otro incendio, otra familia, esperaba que también fuera otro el destino.

Salió de la casa con pasos inseguros para caer en brazos de un sorprendido bombero.

-Señor, ¿señor está bien? -Dean no tenía ni fuerzas ni ganas de contestar, podía sentir ahora sus heridas, ya no eran sólo unas costillas resentidas, sentía sangre caer de su rostro, la cabeza, la espalda, pero lo peor era su bajo vientre, porque estaba seguro de que eso era más que un poco de sangre cayendo, si se atrevía a mirar podía encontrarse con sus entrañas intentando abandonar su cuerpo- ¡Oh Dios! -exclamó el otro hombre y el cazador supo que no equivocaba sus conjeturas cuando sintió la mano extraña apretando con fuerza para mantener dentro lo que debía no estar tratando de derramarse en el suelo- ¡Jack! Necesito tu ayuda, debemos llevarlo a la ambulancia.

Dean sintió más que vio cómo lo trasladaban y a pesar de que debía estar a un paso de perder la consciencia fue capaz de reparar en que no había ningún niño por ahí.

-Es...esperen -tragó con fuerza buscando la energía para hablar- Los niños...faltan los niños.

Los hombres que lo llevaban se miraron con caras de circunstancia, Dean sabía lo que pensaban.

-Les dije que salieran, están por aquí...tienen que estarlo, yo les dije que salieran...tienen que buscarlos.
-La policía se encargará, mientras usted irá al hospital.
-NO -la fuerza de la negativa sorprendió a ambos profesionales- No...no me iré de aquí sin esos niños...se llaman Steven y Lara, están aquí ...en alguna parte.
-Señor...

Dean perdió la paciencia, el dolor, las ganas de dejarse morir y hasta el conocimiento que su cuerpo tenía de que no le quedaba mucho tiempo. Se soltó del agarre que lo sostenía y se encaró con el que habían llamado Jack.

-Mira, Jack -todo temblor había desaparecido de la potente voz- Esos niños no pasaron por todo lo que tuvieron que vivir esta noche para morir de hipotermia afuera. Ahora tú y tu amigo buscarán junto con la policía y cada uno de sus compañeros a esos pequeños, en la casa no queda nada que salvar, pero aún hay dos personas en peligro.

El bombero lo miró unos instantes y luego asintió, llamó a los para-médicos que se llevaron al hombre herido a la ambulancia mientras los nombres de los niños surcaban la noche en forma de gritos.

Cuando se hizo evidente que nadie saldría de entre el follaje del bosque Dean hizo un último esfuerzo y, a pesar de que apenas se mantenía despierto, obligó a las personas que lo atendían a ponerlo de pie, gritó con todas las fuerzas que le quedaban, pidiendo a los niños que salieran e imploró internamente que no se hubieran quedado dentro de la casa que no era más que cenizas.

Tras dos minutos de silencio el sonido a hojas pisadas se hizo audible y un niño con una pequeña en brazos apareció ante todos, el cazador volvió a respirar, por unos segundos, el tiempo que le tomó a su cuerpo decir basta y venirse abajo.

Con prisas fue trasladado a la camilla y de ahí al interior de la ambulancia, subieron a los pequeños junto con él, nadie sabía quienes eran unos u otros, pero estaba claro para policías, bomberos y para-médicos que los menores confiaban en ese hombre moribundo.

-St...Steven...agarra mi chaqueta -el niño hizo lo que su salvador le pedía sin dudarlo, ni hablar- Quita...lo que...hay en su bolsillo...
-Señor, no debe hablar -informó el hombre que intentaba en vano contener la sangre que manaba sin descanso de las profundas heridas en su vientre, Dean no se dignó a mirarlo siquiera.

El pequeño tenía ahora lo que el cazador había quitado de las paredes, estaban manchadas, incluso un poco rayadas, pero a salvo.

-Guardalas...serán impor...tan...tes...para ustedes un día...tienes que recordar...que pueden ser...así otra...vez
-¡La presión está bajando!
-Cui...da a tu her...ma...na...
-¡No hay latido!

***

-¡Hombre caucásico, múltiples heridas de algún animal, sin latido desde hace 5 minutos!

***

Las palabras se habían oído hacía ya mucho tiempo, Steven y Lara habían sido atendidos, la niña dormía profundamente enroscada contra su hermano, el pequeño no había podido dar mucha información a la policía, les había contado por encima lo que recordaba, también les entregó el celular que le diera el hombre extraño, pero no sabía quién era él ni qué era lo que había estado haciendo en su casa.

Sin embargo sabía algunas otras cosas, que sus padres habían sido asesinados, que el responsable era una criatura horrible que no supo describir, que el hombre muriendo en la otra sala había arriesgado su vida por salvarlos y sabía que le debía las fotografías que descansaban en sus manos, única prueba de que un día él y su hermanita habían tenido una familia completa, una vida mejor, el recuerdo de que el dolor que sentía por dentro quizás algún día cambiaría, que en ese mundo también se podía ser feliz.


***

-¿Con el señor Robert Singer?
- ...
-Mi nombre es Catherine Soler, hablo desde el Hospital Hunstville Memorial...


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Bueno, eso es todo por ahora. Besos <3<3<3

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