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lunes, 23 de abril de 2012

Promesa - Capítulo 10

Número redondo el de éste y empieza la cuenta regresiva... 5 . Espero les guste y que en este viaje en que metí a Sam se descubran cosas de Dean que sean interesantes... obvio, inventadas por mí, pero espero que piensen que cuadran con el personaje.
Si no es así comenten, me gusta la idea de atenerse a la naturaleza ya dada de los personajes, intento respetar eso, pero a veces se me escapa la fangirl que llevo dentro :P



CAMINO - PASADO



Se mantuvieron en completo silencio, opresivo y masivo, ningún sonido infiltrándose en la atmósfera, no había pensamientos, voces, risas o llantos, nada, ni siquiera el silbido de sus respiraciones. El tiempo se derramó si ser controlado, sin que nadie fuera consciente de la longitud de su paso.


-¿El vacío?
-Sí. No había muerte para él, no había descanso, la mejor opción en la lista era ésta. El vacío te llena, se apodera de ti y dejas de sentir, no más miedos, recuerdos, dolor, no hay reproches ni excusas, sólo la nada.

-Entonces, ¿es como si estuviera en paz?
-¿En paz? -el niño lo mira con furia en los ojos- La nada no es la paz Sam, cuando estás en paz eres feliz, todos tus pecados y sufrimientos superados, perdonados, sientes el corazón ligero y tienes la sonrisa fácil. Cuando estás en paz puedes ser feliz. Dean no está en paz, está...está como detenido en el tiempo. No sufre, pero tampoco puede ser feliz, pero lo que es peor -mira al hombre encerrado nuevamente- El vacío es como un veneno para el alma, crece alimentándose de su luz, de la esperanza, si Dean sigue así, su alma se perderá para siempre.

El niño acaricia con ternura el cristal, destinando el gesto al hombre de dentro, un hombre que no reacciona, no se mueve, definitivamente ese no era su hermano, Dean jamás se habría quedado impávido ante un gesto semejante, menos si venía de su hermanito. Tenía que hacer algo, tenía que sacarlo de allí.

Sam intentaba encontrar la lógica a las palabras oídas, a la situación que vivían, tratando de unir la imagen de su hermano siempre fuerte, con la del hombre que había visto entre la bruma.

-¿Qué debo hacer?
-Lo que estábamos haciendo -Sammy se para frente a él y hay enojo una vez más en su mirada- No tengo la respuesta de cómo lo sacarás de allí, pero su alma me puso aquí para guiarte, creo que sabe más de éstas cosas que tú y yo, así que tengo fe que al final del recorrido puedas entender lo que necesitas hacer.

Sam miró a su niñez, era extraño ver como luce uno cuando está enojado consigo mismo.

-Lo siento, yo sólo quería verlo.
-Lo sé, pero creo que tú también debes aprender algo, ambos debemos hacerlo.
-¿Qué cosa?
-No siempre tenemos la razón Sam, no nos gusta escuchar a los otros, siempre hacemos lo que queremos y si no lo conseguimos hacemos un berrinche, pero creo que es tiempo de que aprendamos a ser mejores.
-Yo no hago berrinches -acota el mayor molesto ante la implicancia de la observación.
-¿Ah no? -el niño ríe, con ganas- Ya verás que los haces, lo curioso es que Dean te enseñó que podías salirte con la tuya si lo hacías -ríe suave- Vamos, sigamos el camino.

Sam se pone de pie y mira una vez más hacia su hermano, imita el gesto de Sammy, esperando alguna respuesta que no obtiene, cierra los ojos triste y vuelve la espalda, siguiendo los pasos de su guía.

Apenas se han movido unos metros cuando el escenario desaparece y se materializan alrededor de ellos los recuerdos de Dean, son impresiones que se mantienen en el aire al igual que el vapor, rostros y lugares difuminados, se mantienen apartados, en silencio, pero presentes. El hombre los estudia intentando reconocer a alguien o un momento en la vida de su hermano, pero es todo demasiado difuso, nada es lo suficiente claro para ser identificado. Tras unos instantes las figuras quedan estáticas y se quiebran en partículas que desaparecen en el aire siendo reemplazadas con estructuras tangibles, un recuerdo específico, algo que de seguro tendría que ver.

En un principio son vivencias que pasan rápido, pequeños momentos a los que su hermano ha prestado atención en su niñez y Sam es sorprendido de verse una y otra vez en distintas etapas de su crecimiento, siempre al lado de su hermano, jugando juntos, durmiendo juntos, su padre vigilándolos, cuidando por su bienestar pero sin comprometerse, desde lejos, una figura estática con los ojos puestos sobre sus niños, sin interactuar con ellos.

Tenía que recordarse que ésta era la manera en que Dean recordaba sus vidas, quizás no fuera exactamente como pasó, pero algo le hacía creer que ese ser alejado, silencioso y taciturno había sido sin dudas su padre. El hombre en que se convirtió luego que su esposa fuera asesinada por un ser sobrenatural. Le costaba tanto unir todas las piezas, el John que recordaba su hermano de cuando era pequeño, el que recordaba cuando viajó al pasado, el padre que lo crió a él y el hombre deprimido sentado detrás de sus hijos que veía ahora.

Tantas preguntas surgían dentro de él, podía ver en la progresión de los recuerdos cómo su padre cambiaba del esposo y padre amoroso al ser práctico y frío con el que vivió toda la vida, podía ver sus ojos mutar, la dureza, que ni siquiera la guerra había logrado instalar en ellos, devoraba ahora toda la ternura y calidez. Pudo ver de primera mano el mismo cambio que él había experimentado después de la muerte de Jess, le sorprendía notar que de alguna manera su hermano, que no era más que un niño había sido consciente de esos detalles, los había guardado en su memoria. Una memoria vasta que mostraba un cambio lento y continuo, hasta que un día, el hombre detrás de los niños no tenía ni un sólo rastro del padre que Dean había conocido.

El primer paso que el nuevo hombre pareció tomar en su nueva forma fue enseñar a disparar a su hijo mayor, es así que Sam atestigua con un gesto de incredulidad cómo un muy pequeño Dean sujeta su primer arma y dispara a un línea de botellas dándole a todas y cada una de ellas con una precisión propia de un experto. No sabe por cual de todos los aspectos de la situación sorprenderse más, el talento innato de su hermano, la casi sonrisa de orgullo de su padre, la mirada de absoluta tristeza en sus ojos o que Dean no debía tener más de siete años.

Él mismo no aprendió hasta los nueve y siempre creyó que había sido un abuso por parte de su padre, pero esto era demasiado, tenía ganas de volver en el tiempo y moler a golpes a John Winchester, sacarle la media sonrisa de una trompada y hacer que sus ojos no mostraran tristeza sino arrepentimiento, uno que lo obligara llevar a su hijo lejos de todo eso y protegerlo a toda costa, pero no podía, y dolía la impotencia.

Los recuerdos iban como torbellino, pasaban de una cosa a otra y Sam apenas era capaz de procesar todo, se le abría un mundo olvidado, porque de alguna manera él no recordaba esas cosas, las estadías solos, su hermano cuidándolo por las noches, las semanas que pasaban juntos sin su padre, las cosas constantes que Dean había hecho por él, darle siempre que podía todo lo que el había querido, su plato de comida, juguetes, cómics, golosinas, libros, ¿cómo era posible que olvidara esas cosas?.

De pronto algo se le hizo conocido, parte de lo que veía se equiparaba a algo existente en su mente y de alguna forma supo que esa noche que estaban reviviendo era la noche de la strigha, vio a Dean entrando en la habitación roñosa del hotel, caminar con delicadeza, tomar en silencio el arma y abrir la puerta de su cuarto, y ahí estaba, lucía igual que la vez en que la mataron, la criatura era terrorífica, personificación directa de cuanta pesadilla un niño podría tener. Todo pasó en segundos, el grito de la bruja, el de su padre a sus espaldas, los truenos de los disparos, presenció cómo el hombre se abalanzaba sobre su hijo menor preguntando por su estado y lo abrazaba como si la vida se le pudiera escapar entre los dedos.

Ni una sola vez se cuestionó por la seguridad del mayor, jamás le preguntó si estaba bien, en su lugar le dirigió una mirada cargada de reproche y desaprobación. Reconoció la mirada, había sido destinatario de ella en una ocasión, tenía dieciocho años y había decidido estudiar en Standford. Sam miró a su hermano, él no tenía más de once y en una noche se había enfrentado a la posibilidad de perder a su hermano, ser asesinado por un monstruo, tener que disparar un arma y lo que había conseguido fue perder la confianza de su padre.

Lo observó un buen tiempo, sin importarle cuánto pasaba, miró el rostro infantil del niño, como tragaba en seco, los ojos brillosos, ninguna lágrima fue derramada, quien sabe cuánto hacía que se negaba a dejarlas salir, en cambio apretó la mandíbula con fuerza y se alejó dejando a su hermano en los brazos de su padre y una figura negra ocupando su antiguo lugar.

Sam le había dicho una vez a Dean que entendía, gracias a esa historia, por qué seguía todas las órdenes de su padre, y lo había hecho, de veras, pero verlo, vivirlo, era algo por completo diferente. La acusación silenciosa que John había hecho a su hijo fue lapidaria, algo había muerto en su hermano, durante años había sido un pequeño cazador en entrenamiento, pero Sam sospechaba que esa noche había matado al hijo y creado el soldado.

-Nunca pensé que papá tratara a Dean así, él siempre parecía hacer todo bien, sin esfuerzo -comentó a su guía.
-Dean tenía habilidades, de alguna manera creo que él nació para esta vida, papá lo supo desde ese primer día en que puso un arma en sus pequeñas manos, pero siempre quiso más de él, lo empujó y formó a su gusto y nuestro hermano respondió.
-¿Cómo pudo cargar a un niño de sus faltas? Dios, era tan pequeño...
-¿Cómo pudiste culparlo por devolverte el alma?
-Eso...eso no es justo. Yo no estaba bien...
-Nuestro padre tampoco y aparentemente culpar a Dean es fácil, él toma esa culpabilidad en su conciencia. Pero si nosotros y nuestro padre hubiésemos sido mejores personas no habríamos hecho todo lo que hicimos.
-Él ha sido demasiado bueno con nosotros.
Sammy se volvió a él golpeando con una mano su pecho.
-No digas eso.
-¿De qué hablas? Es cierto, Dean...
-¡NO! -gritó el niño- ¡NO! ¡Si dices eso es como decir que si nuestro hermano fuera peor persona de la que es nosotros seríamos mejores! ¡Nosotros deberíamos ser mejores justamente por lo que él es, por querer corresponder a todo lo que él ha sacrificado por nosotros! No vuelvas a decir algo como eso, no vuelvas a culpar a nuestro hermano de la clase de persona que somos.
-No es lo que quise decir.
-Pues es como suena.
-No, yo...
-Mira Sam, soy una representación tuya que está en la mente de nuestro hermano desde hace años, cuando tú aún creías que Dean era como un héroe y querías ser como él. Tú superaste esa fase, él, y por tanto yo, no lo hicimos. Así que esto no será fácil, tú ves a nuestro hermano como hombre, yo lo veo como la persona que me dio todo lo que tenía y más si estaba en su mano. -miró directo a los ojos del adulto- No te culpo por eso, creciste, maduraste, empezaste a ver el mundo desde las leyes de una sociedad preexistente y no desde la pequeña familia que vivía en un auto. Lo entiendo. Lo que no puedo entender, ni disculpar, es que parece que esas reglas externas hicieron que olvidaras la verdad sobre quién era Dean.
-No me he olvidado.
-Pues es lo que creo, lo que nuestro hermano cree.
-¿Es lo que Dean piensa?
Sammy no contesta, ni siquiera lo mira, solo suspira.
-Sigamos.
-Sammy...
-No Sam, no debo decirte más, éste es un viaje planeado para ti, para que consigas algo que ayude a Dean y no creo que yo deba argumentar tanto, debes experimentarlas y aprender por ti mismo.
-Hablaba en serio antes -el niño lo miró sin entender- No culpo a Dean por lo que yo o nuestro padre hicimos, pero él ha sido demasiado bueno, lo suficiente para que hiciéramos todas esas cosas sabiendo que no lo perderíamos. No sé qué pensaba papá, pero cuando decidí irme, todas las veces que lo hice, siempre supe que podría regresar, que Dean estaría ahí siendo mi hermano mayor. Cuando fuimos al paraíso y vi la reacción que tuvo ante los recuerdos de Flagstaff y Stanford fue la primera vez que realmente pensé en lo que él había vivido esas veces, supongo que fui un egoísta, siempre he estado tan seguro del cariño de Dean que ha sido fácil olvidar lo que él podía sentir ante las circunstancias. Por eso lo dije, creo que en el fondo no lo merecíamos, nunca supimos como corresponder a la dedicación que él nos dio, simplemente nos aprovechamos de ella.
-¿Y qué significa eso?
-Que tengo que sacar a Dean de ahí, tengo que hablar con él.

El pequeño sonrió.

-Confío que hallarás la manera. -Sam respondió el gesto con uno similar.
-Confío en que no te equivoques.

El camino se abrió a ellos de nuevo y una nueva sucesión de imágenes los asaltaron, cosas buenas y malas, unas detrás de otra, momentos de felicidad, simples instantes de sus vidas, una comida, una canción, una broma, una risa compartida, y justo detrás, estadías en el hospital, John, Sam y Dean, diferentes ocasiones, mismos sentimientos, el miedo y dolor, una herida, una enfermedad. La primera caza de Dean y Sam quiere gritar cuando ve a un chico de quizás doce años protegiendo a su padre.

Su hermano nunca se queja, nunca grita, nunca parece enojarse con ellos, no lo suficiente como para mandar todo al diablo. Hay una sucesión sin tregua de estadías en hoteles sin un adulto alrededor, puede ver al casi adolescente mirando su bolso armado, como si quisiera cerrar el cierre, abrir la puerta y no mirar atrás. Lo ve en cambio sacar de él su ropa y deslizarlo bajo la cama. Lo ve alimentando a su hermanito, curando las heridas de su padre, siendo el enlace de unión entre el niño en la habitación y el adulto, el mismo trabajo que parece tener entre John y el resto del mundo, y eso se extiende al pastor Jim, Caleb y más aún con Bobby. Dean se las arregla a base de chistes y comentarios desubicados de aligerar el ambiente que parece recargarse con la sola presencia de su padre en una sala.

Sam es testigo de cómo, cada vez que hay discusiones presentes Dean intenta arreglar todo, no elige un bando, no puede porque él parece tener la habilidad de entender a ambos y empieza a cuestionarse si su hermano tiene una posición propia en toda esa situación. Se da cuenta de que sí, siempre la ha tenido y siempre lo ha dicho, su familia unida, es lo único que Dean ha querido, pero también había podido entender lo que Sammy y su padre querían, sus puntos de vista.

Las peleas entre Sammy y John se agravan con los años, el adolescente es cada vez más insistente y cínico, sus comentarios más fuertes, busca pelear con su padre cada vez más seguido. Sam recuerda todo eso desde su memoria, quería pelear con su padre, de esa manera se sentía mejor, más como él mismo, no quería ser una persona que viviera su vida sometida a los deseos de otro, le da un poco de vergüenza ahora, pero reconoce que no quería ser como Dean, no quería que su padre gobernara su vida, quería ser independiente, libre para poder vivir una vida normal. Reconoce que nunca se preguntó nunca sentía su hermano ante todas esas peleas, en todos esos años no había visto que era justamente Dean quien se esforzaba por que fueran una familia, así que no le había importado cómo le afectaban esas discusiones, es más, recordaba que le molestaba que no se pusiera de su lado, misma imparcialidad que parecía molestar a su padre en las imágenes que se formaban ante él.

Suponía que lo que vivía en esos momentos podía considerarse un castigo, no había querido pensar en su hermano durante esa época, y ahora le tocaba experimentarlo, porque cuando John salía furioso del hotel y Sam se encerraba tras un portazo en la habitación, era Dean el que se quedaba solo, solo él y sus sentimientos que no tenía que esconder de nadie y Sam podía sentirlos a través de los ojos dolidos de su hermano. Siempre había sido así, y a pesar del tiempo transcurrido era algo que no había cambiado, Dean mostraba el alma en los ojos, no había conocido en toda la vida otra persona que reflejara tanto en una mirada, tampoco era fácil de descifrar, a veces había demasiado detrás del verde, como lo que veía en esos instantes. Tanta furia, tanto dolor, bronca, impotencia, todo ello cubierto en segundos en cuanto una de las puertas cerradas se abriera y entrara otro ser humano a la sala.

Un mundo de sentimientos que serían ocultados bajo la próxima sonrisa y comentario tonto, pero su padre y él habían estado demasiado ciegos queriendo tener la razón como para notar esas cosas. Recordaba la ocasión en que Dean le había dicho que él y su padre eran prácticamente la misma persona, él había querido tomarlo como un cumplido, tras esos recuerdos, estaba casi seguro que hacerle un cumplido no había sido la intención de su hermano.

El tiempo pasa y su hermano es un joven, lleva probablemente una década como cazador, más de lo que muchos adultos han sobrevivido en ese trabajo, y aún mantiene un sonrisa fácil en el rostro, pero ya se adivina en sus ojos que nada es lo que parece, quizás el adolescente que Sam había sido no pudo reparar en esas cosas, pero el hombre que era ahora lo hacía. Dean ya era un hombre roto. Había abandonado cada sueño, cada cosa que quería, lo había visto agachar la cabeza cada vez que su padre lo necesitaba, morderse la lengua ante cada respuesta punzante que el “Sammy” le daba, había perdido cuanto quisiera y estaba cerca de perder lo poco que le quedaba, y seguía sin embargo, sin dar voz a nada de lo que pensaba.

Una sonrisa irónica cruza el rostro de Sam cuando se da cuenta que Dean sigue sin dar voz a esos pensamientos y sentimientos, así es su hermano, muy cada tanto un grieta se abre y uno es capaz de adivinar parte de lo que hay en su interior, pero en general mantiene sus defensas altas, no que él vaya a culparlo, las pocas veces que ha logrado saber qué pensaba o sentía su hermano, se había sentido aún más inútil porque nunca había sido capaz de ayudarlo.

Finalmente llegó el momento que sabía se acercaba, aquella noche en que se fue para seguir sus sueños de universitario. Vio toda la pelea, escuchó cada grito, cada palabra hiriente que se dijeron entre su padre y él, pero centró toda su atención en su hermano, el muchacho joven que los dejó discutir sin interceder, tenía en el rostro una de las miradas más duras que Sam le había visto y los músculos de la mandíbula apretados, escuchó todo igual que él lo hacía en ese momento, con la misma concentración. Llegaron, como sabía que debía ser, las palabras determinantes, esas que su padre dijo y sellaron su destino, observó a su hermano inspirar fuerte, pero no dijo nada, ni un sonido salió de su boca cuando Sammy atravesó la puerta, tampoco cuando su padre se fue segundos después, sin dedicarle una mirada al hijo que le quedaba. Dean siguió en la misma posición en que los dos miembros de su familia lo habían dejado, durante mucho tiempo, Sam no sabe cuánto, hasta que algo lo movilizó, caminó lento hasta la habitación y se recostó vestido en su cama, en posición fetal, encogiendo su cuerpo hasta formar un bola, los ojos mirando a ninguna parte, las lágrimas rodando silenciosas en un camino que terminaba en la almohada.

Ese dolor sin voz le dolió a Sam como propio, pero más le dolió la sombra que había quedado tras los pasos de Dean, otro sueño de su hermano muerto, estaba seguro de que ese era su deseo de tener a su familia junta. Su padre y él lo habían asesinado sin miramientos ni remordimientos, sin pararse a pensar ni considerar al otro, él había conseguido parte de lo que quería, su padre había estado demasiado furioso por perder el control como para importarle nada más, ninguno de ellos tenía excusas, Dean había sido el centro de esa familia y ambos habían pasado por encima de la posición que se había ganado con años de cuidados amorosos para con ellos.

El recuerdo se fue tan rápido como llegó, estaba seguro de que no era así en la mente de su hermano, y no sería así dentro de la suya.

-Es verdad que tengo la capacidad de dañarlo, ¿no? -le pregunta al niño.
-Te lo dije Sam, tú más que nadie.

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Me ha encantado escribir a Sammy jejeje.
Besos!! 


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