Número redondo el de éste y empieza la cuenta regresiva... 5 . Espero les guste y que en este viaje en que metí a Sam se descubran cosas de Dean que sean interesantes... obvio, inventadas por mí, pero espero que piensen que cuadran con el personaje.
Si no es así comenten, me gusta la idea de atenerse a la naturaleza ya dada de los personajes, intento respetar eso, pero a veces se me escapa la fangirl que llevo dentro :P
CAMINO
- PASADO
Se mantuvieron en completo
silencio, opresivo y masivo, ningún sonido infiltrándose en la
atmósfera, no había pensamientos, voces, risas o llantos, nada, ni
siquiera el silbido de sus respiraciones. El tiempo se derramó si
ser controlado, sin que nadie fuera consciente de la longitud de su
paso.
-¿El vacío?
-Sí. No había muerte para
él, no había descanso, la mejor opción en la lista era ésta. El
vacío te llena, se apodera de ti y dejas de sentir, no más miedos,
recuerdos, dolor, no hay reproches ni excusas, sólo la nada.
-Entonces, ¿es como si
estuviera en paz?
-¿En paz? -el niño lo mira
con furia en los ojos- La nada no es la paz Sam, cuando estás en paz
eres feliz, todos tus pecados y sufrimientos superados, perdonados,
sientes el corazón ligero y tienes la sonrisa fácil. Cuando estás
en paz puedes ser feliz. Dean no está en paz, está...está como
detenido en el tiempo. No sufre, pero tampoco puede ser feliz, pero
lo que es peor -mira al hombre encerrado nuevamente- El vacío es
como un veneno para el alma, crece alimentándose de su luz, de la
esperanza, si Dean sigue así, su alma se perderá para siempre.
El niño acaricia con
ternura el cristal, destinando el gesto al hombre de dentro, un
hombre que no reacciona, no se mueve, definitivamente ese no era su
hermano, Dean jamás se habría quedado impávido ante un gesto
semejante, menos si venía de su hermanito. Tenía que hacer algo,
tenía que sacarlo de allí.
Sam intentaba encontrar la
lógica a las palabras oídas, a la situación que vivían, tratando
de unir la imagen de su hermano siempre fuerte, con la del hombre que
había visto entre la bruma.
-¿Qué debo hacer?
-Lo que estábamos haciendo
-Sammy se para frente a él y hay enojo una vez más en su mirada- No
tengo la respuesta de cómo lo sacarás de allí, pero su alma me
puso aquí para guiarte, creo que sabe más de éstas cosas que tú y
yo, así que tengo fe que al final del recorrido puedas entender lo
que necesitas hacer.
Sam miró a su niñez, era
extraño ver como luce uno cuando está enojado consigo mismo.
-Lo siento, yo sólo quería
verlo.
-Lo sé, pero creo que tú
también debes aprender algo, ambos debemos hacerlo.
-¿Qué cosa?
-No siempre tenemos la razón
Sam, no nos gusta escuchar a los otros, siempre hacemos lo que
queremos y si no lo conseguimos hacemos un berrinche, pero creo que
es tiempo de que aprendamos a ser mejores.
-Yo no hago berrinches
-acota el mayor molesto ante la implicancia de la observación.
-¿Ah no? -el niño ríe,
con ganas- Ya verás que los haces, lo curioso es que Dean te enseñó
que podías salirte con la tuya si lo hacías -ríe suave- Vamos,
sigamos el camino.
Sam se pone de pie y mira
una vez más hacia su hermano, imita el gesto de Sammy, esperando
alguna respuesta que no obtiene, cierra los ojos triste y vuelve la
espalda, siguiendo los pasos de su guía.
Apenas se han movido unos
metros cuando el escenario desaparece y se materializan alrededor de
ellos los recuerdos de Dean, son impresiones que se mantienen en el
aire al igual que el vapor, rostros y lugares difuminados, se
mantienen apartados, en silencio, pero presentes. El hombre los
estudia intentando reconocer a alguien o un momento en la vida de su
hermano, pero es todo demasiado difuso, nada es lo suficiente claro
para ser identificado. Tras unos instantes las figuras quedan
estáticas y se quiebran en partículas que desaparecen en el aire
siendo reemplazadas con estructuras tangibles, un recuerdo
específico, algo que de seguro tendría que ver.
En un principio son
vivencias que pasan rápido, pequeños momentos a los que su hermano
ha prestado atención en su niñez y Sam es sorprendido de verse una
y otra vez en distintas etapas de su crecimiento, siempre al lado de
su hermano, jugando juntos, durmiendo juntos, su padre vigilándolos,
cuidando por su bienestar pero sin comprometerse, desde lejos, una
figura estática con los ojos puestos sobre sus niños, sin
interactuar con ellos.
Tenía que recordarse que
ésta era la manera en que Dean recordaba sus vidas, quizás no fuera
exactamente como pasó, pero algo le hacía creer que ese ser
alejado, silencioso y taciturno había sido sin dudas su padre. El
hombre en que se convirtió luego que su esposa fuera asesinada por
un ser sobrenatural. Le costaba tanto unir todas las piezas, el John
que recordaba su hermano de cuando era pequeño, el que recordaba
cuando viajó al pasado, el padre que lo crió a él y el hombre
deprimido sentado detrás de sus hijos que veía ahora.
Tantas preguntas surgían
dentro de él, podía ver en la progresión de los recuerdos cómo su
padre cambiaba del esposo y padre amoroso al ser práctico y frío
con el que vivió toda la vida, podía ver sus ojos mutar, la dureza,
que ni siquiera la guerra había logrado instalar en ellos, devoraba
ahora toda la ternura y calidez. Pudo ver de primera mano el mismo
cambio que él había experimentado después de la muerte de Jess, le
sorprendía notar que de alguna manera su hermano, que no era más
que un niño había sido consciente de esos detalles, los había
guardado en su memoria. Una memoria vasta que mostraba un cambio
lento y continuo, hasta que un día, el hombre detrás de los niños
no tenía ni un sólo rastro del padre que Dean había conocido.
El primer paso que el nuevo
hombre pareció tomar en su nueva forma fue enseñar a disparar a su
hijo mayor, es así que Sam atestigua con un gesto de incredulidad
cómo un muy pequeño Dean sujeta su primer arma y dispara a un línea
de botellas dándole a todas y cada una de ellas con una precisión
propia de un experto. No sabe por cual de todos los aspectos de la
situación sorprenderse más, el talento innato de su hermano, la
casi sonrisa de orgullo de su padre, la mirada de absoluta tristeza
en sus ojos o que Dean no debía tener más de siete años.
Él mismo no aprendió hasta
los nueve y siempre creyó que había sido un abuso por parte de su
padre, pero esto era demasiado, tenía ganas de volver en el tiempo y
moler a golpes a John Winchester, sacarle la media sonrisa de una
trompada y hacer que sus ojos no mostraran tristeza sino
arrepentimiento, uno que lo obligara llevar a su hijo lejos de todo
eso y protegerlo a toda costa, pero no podía, y dolía la
impotencia.
Los recuerdos iban como
torbellino, pasaban de una cosa a otra y Sam apenas era capaz de
procesar todo, se le abría un mundo olvidado, porque de alguna
manera él no recordaba esas cosas, las estadías solos, su hermano
cuidándolo por las noches, las semanas que pasaban juntos sin su
padre, las cosas constantes que Dean había hecho por él, darle
siempre que podía todo lo que el había querido, su plato de comida,
juguetes, cómics, golosinas, libros, ¿cómo era posible que
olvidara esas cosas?.
De pronto algo se le hizo
conocido, parte de lo que veía se equiparaba a algo existente en su
mente y de alguna forma supo que esa noche que estaban reviviendo era
la noche de la strigha, vio a Dean entrando en la habitación roñosa
del hotel, caminar con delicadeza, tomar en silencio el arma y abrir
la puerta de su cuarto, y ahí estaba, lucía igual que la vez en que
la mataron, la criatura era terrorífica, personificación directa de
cuanta pesadilla un niño podría tener. Todo pasó en segundos, el
grito de la bruja, el de su padre a sus espaldas, los truenos de los
disparos, presenció cómo el hombre se abalanzaba sobre su hijo
menor preguntando por su estado y lo abrazaba como si la vida se le
pudiera escapar entre los dedos.
Ni una sola vez se cuestionó
por la seguridad del mayor, jamás le preguntó si estaba bien, en su
lugar le dirigió una mirada cargada de reproche y desaprobación.
Reconoció la mirada, había sido destinatario de ella en una
ocasión, tenía dieciocho años y había decidido estudiar en
Standford. Sam miró a su hermano, él no tenía más de once y en
una noche se había enfrentado a la posibilidad de perder a su
hermano, ser asesinado por un monstruo, tener que disparar un arma y
lo que había conseguido fue perder la confianza de su padre.
Lo observó un buen tiempo,
sin importarle cuánto pasaba, miró el rostro infantil del niño,
como tragaba en seco, los ojos brillosos, ninguna lágrima fue
derramada, quien sabe cuánto hacía que se negaba a dejarlas salir,
en cambio apretó la mandíbula con fuerza y se alejó dejando a su
hermano en los brazos de su padre y una figura negra ocupando su
antiguo lugar.
Sam le había dicho una vez
a Dean que entendía, gracias a esa historia, por qué seguía todas
las órdenes de su padre, y lo había hecho, de veras, pero verlo,
vivirlo, era algo por completo diferente. La acusación silenciosa
que John había hecho a su hijo fue lapidaria, algo había muerto en
su hermano, durante años había sido un pequeño cazador en
entrenamiento, pero Sam sospechaba que esa noche había matado al
hijo y creado el soldado.
-Nunca pensé que papá
tratara a Dean así, él siempre parecía hacer todo bien, sin
esfuerzo -comentó a su guía.
-Dean tenía habilidades, de
alguna manera creo que él nació para esta vida, papá lo supo desde
ese primer día en que puso un arma en sus pequeñas manos, pero
siempre quiso más de él, lo empujó y formó a su gusto y nuestro
hermano respondió.
-¿Cómo pudo cargar a un
niño de sus faltas? Dios, era tan pequeño...
-¿Cómo pudiste culparlo
por devolverte el alma?
-Eso...eso no es justo. Yo
no estaba bien...
-Nuestro padre tampoco y
aparentemente culpar a Dean es fácil, él toma esa culpabilidad en
su conciencia. Pero si nosotros y nuestro padre hubiésemos sido
mejores personas no habríamos hecho todo lo que hicimos.
-Él ha sido demasiado bueno
con nosotros.
Sammy se volvió a él
golpeando con una mano su pecho.
-No digas eso.
-¿De qué hablas? Es
cierto, Dean...
-¡NO! -gritó el niño-
¡NO! ¡Si dices eso es como decir que si nuestro hermano fuera peor
persona de la que es nosotros seríamos mejores! ¡Nosotros
deberíamos ser mejores justamente por lo que él es, por querer
corresponder a todo lo que él ha sacrificado por nosotros! No
vuelvas a decir algo como eso, no vuelvas a culpar a nuestro hermano
de la clase de persona que somos.
-No es lo que quise decir.
-Pues es como suena.
-No, yo...
-Mira Sam, soy una
representación tuya que está en la mente de nuestro hermano desde
hace años, cuando tú aún creías que Dean era como un héroe y
querías ser como él. Tú superaste esa fase, él, y por tanto yo,
no lo hicimos. Así que esto no será fácil, tú ves a nuestro
hermano como hombre, yo lo veo como la persona que me dio todo lo que
tenía y más si estaba en su mano. -miró directo a los ojos del
adulto- No te culpo por eso, creciste, maduraste, empezaste a ver el
mundo desde las leyes de una sociedad preexistente y no desde la
pequeña familia que vivía en un auto. Lo entiendo. Lo que no puedo
entender, ni disculpar, es que parece que esas reglas externas
hicieron que olvidaras la verdad sobre quién era Dean.
-No me he olvidado.
-Pues es lo que creo, lo que
nuestro hermano cree.
-¿Es lo que Dean piensa?
Sammy no contesta, ni
siquiera lo mira, solo suspira.
-Sigamos.
-Sammy...
-No Sam, no debo decirte
más, éste es un viaje planeado para ti, para que consigas algo que
ayude a Dean y no creo que yo deba argumentar tanto, debes
experimentarlas y aprender por ti mismo.
-Hablaba en serio antes -el
niño lo miró sin entender- No culpo a Dean por lo que yo o nuestro
padre hicimos, pero él ha sido demasiado bueno, lo suficiente para
que hiciéramos todas esas cosas sabiendo que no lo perderíamos. No
sé qué pensaba papá, pero cuando decidí irme, todas las veces que
lo hice, siempre supe que podría regresar, que Dean estaría ahí
siendo mi hermano mayor. Cuando fuimos al paraíso y vi la reacción
que tuvo ante los recuerdos de Flagstaff y Stanford fue la primera
vez que realmente pensé en lo que él había vivido esas veces,
supongo que fui un egoísta, siempre he estado tan seguro del cariño
de Dean que ha sido fácil olvidar lo que él podía sentir ante las
circunstancias. Por eso lo dije, creo que en el fondo no lo
merecíamos, nunca supimos como corresponder a la dedicación que él
nos dio, simplemente nos aprovechamos de ella.
-¿Y qué significa eso?
-Que tengo que sacar a Dean
de ahí, tengo que hablar con él.
El pequeño sonrió.
-Confío que hallarás la
manera. -Sam respondió el gesto con uno similar.
-Confío en que no te
equivoques.
El camino se abrió a ellos
de nuevo y una nueva sucesión de imágenes los asaltaron, cosas
buenas y malas, unas detrás de otra, momentos de felicidad, simples
instantes de sus vidas, una comida, una canción, una broma, una risa
compartida, y justo detrás, estadías en el hospital, John, Sam y
Dean, diferentes ocasiones, mismos sentimientos, el miedo y dolor,
una herida, una enfermedad. La primera caza de Dean y Sam quiere
gritar cuando ve a un chico de quizás doce años protegiendo a su
padre.
Su hermano nunca se queja,
nunca grita, nunca parece enojarse con ellos, no lo suficiente como
para mandar todo al diablo. Hay una sucesión sin tregua de estadías
en hoteles sin un adulto alrededor, puede ver al casi adolescente
mirando su bolso armado, como si quisiera cerrar el cierre, abrir la
puerta y no mirar atrás. Lo ve en cambio sacar de él su ropa y
deslizarlo bajo la cama. Lo ve alimentando a su hermanito, curando
las heridas de su padre, siendo el enlace de unión entre el niño en
la habitación y el adulto, el mismo trabajo que parece tener entre
John y el resto del mundo, y eso se extiende al pastor Jim, Caleb y
más aún con Bobby. Dean se las arregla a base de chistes y
comentarios desubicados de aligerar el ambiente que parece recargarse
con la sola presencia de su padre en una sala.
Sam es testigo de cómo,
cada vez que hay discusiones presentes Dean intenta arreglar todo, no
elige un bando, no puede porque él parece tener la habilidad de
entender a ambos y empieza a cuestionarse si su hermano tiene una
posición propia en toda esa situación. Se da cuenta de que sí,
siempre la ha tenido y siempre lo ha dicho, su familia unida, es lo
único que Dean ha querido, pero también había podido entender lo
que Sammy y su padre querían, sus puntos de vista.
Las peleas entre Sammy y
John se agravan con los años, el adolescente es cada vez más
insistente y cínico, sus comentarios más fuertes, busca pelear con
su padre cada vez más seguido. Sam recuerda todo eso desde su
memoria, quería pelear con su padre, de esa manera se sentía mejor,
más como él mismo, no quería ser una persona que viviera su vida
sometida a los deseos de otro, le da un poco de vergüenza ahora,
pero reconoce que no quería ser como Dean, no quería que su padre
gobernara su vida, quería ser independiente, libre para poder vivir
una vida normal. Reconoce que nunca se preguntó nunca sentía su
hermano ante todas esas peleas, en todos esos años no había visto
que era justamente Dean quien se esforzaba por que fueran una
familia, así que no le había importado cómo le afectaban esas
discusiones, es más, recordaba que le molestaba que no se pusiera de
su lado, misma imparcialidad que parecía molestar a su padre en las
imágenes que se formaban ante él.
Suponía que lo que vivía
en esos momentos podía considerarse un castigo, no había querido
pensar en su hermano durante esa época, y ahora le tocaba
experimentarlo, porque cuando John salía furioso del hotel y Sam se
encerraba tras un portazo en la habitación, era Dean el que se
quedaba solo, solo él y sus sentimientos que no tenía que esconder
de nadie y Sam podía sentirlos a través de los ojos dolidos de su
hermano. Siempre había sido así, y a pesar del tiempo transcurrido
era algo que no había cambiado, Dean mostraba el alma en los ojos,
no había conocido en toda la vida otra persona que reflejara tanto
en una mirada, tampoco era fácil de descifrar, a veces había
demasiado detrás del verde, como lo que veía en esos instantes.
Tanta furia, tanto dolor, bronca, impotencia, todo ello cubierto en
segundos en cuanto una de las puertas cerradas se abriera y entrara
otro ser humano a la sala.
Un mundo de sentimientos que
serían ocultados bajo la próxima sonrisa y comentario tonto, pero
su padre y él habían estado demasiado ciegos queriendo tener la
razón como para notar esas cosas. Recordaba la ocasión en que Dean
le había dicho que él y su padre eran prácticamente la misma
persona, él había querido tomarlo como un cumplido, tras esos
recuerdos, estaba casi seguro que hacerle un cumplido no había sido
la intención de su hermano.
El tiempo pasa y su hermano
es un joven, lleva probablemente una década como cazador, más de lo
que muchos adultos han sobrevivido en ese trabajo, y aún mantiene un
sonrisa fácil en el rostro, pero ya se adivina en sus ojos que nada
es lo que parece, quizás el adolescente que Sam había sido no pudo
reparar en esas cosas, pero el hombre que era ahora lo hacía. Dean
ya era un hombre roto. Había abandonado cada sueño, cada cosa que
quería, lo había visto agachar la cabeza cada vez que su padre lo
necesitaba, morderse la lengua ante cada respuesta punzante que el
“Sammy” le daba, había perdido cuanto quisiera y estaba cerca de
perder lo poco que le quedaba, y seguía sin embargo, sin dar voz a
nada de lo que pensaba.
Una sonrisa irónica cruza
el rostro de Sam cuando se da cuenta que Dean sigue sin dar voz a
esos pensamientos y sentimientos, así es su hermano, muy cada tanto
un grieta se abre y uno es capaz de adivinar parte de lo que hay en
su interior, pero en general mantiene sus defensas altas, no que él
vaya a culparlo, las pocas veces que ha logrado saber qué pensaba o
sentía su hermano, se había sentido aún más inútil porque nunca
había sido capaz de ayudarlo.
Finalmente llegó el momento
que sabía se acercaba, aquella noche en que se fue para seguir sus
sueños de universitario. Vio toda la pelea, escuchó cada grito,
cada palabra hiriente que se dijeron entre su padre y él, pero
centró toda su atención en su hermano, el muchacho joven que los
dejó discutir sin interceder, tenía en el rostro una de las miradas
más duras que Sam le había visto y los músculos de la mandíbula
apretados, escuchó todo igual que él lo hacía en ese momento, con
la misma concentración. Llegaron, como sabía que debía ser, las
palabras determinantes, esas que su padre dijo y sellaron su destino,
observó a su hermano inspirar fuerte, pero no dijo nada, ni un
sonido salió de su boca cuando Sammy atravesó la puerta, tampoco
cuando su padre se fue segundos después, sin dedicarle una mirada al
hijo que le quedaba. Dean siguió en la misma posición en que los
dos miembros de su familia lo habían dejado, durante mucho tiempo,
Sam no sabe cuánto, hasta que algo lo movilizó, caminó lento hasta
la habitación y se recostó vestido en su cama, en posición fetal,
encogiendo su cuerpo hasta formar un bola, los ojos mirando a ninguna
parte, las lágrimas rodando silenciosas en un camino que terminaba
en la almohada.
Ese dolor sin voz le dolió
a Sam como propio, pero más le dolió la sombra que había quedado
tras los pasos de Dean, otro sueño de su hermano muerto, estaba
seguro de que ese era su deseo de tener a su familia junta. Su padre
y él lo habían asesinado sin miramientos ni remordimientos, sin
pararse a pensar ni considerar al otro, él había conseguido parte
de lo que quería, su padre había estado demasiado furioso por
perder el control como para importarle nada más, ninguno de ellos
tenía excusas, Dean había sido el centro de esa familia y ambos
habían pasado por encima de la posición que se había ganado con
años de cuidados amorosos para con ellos.
El recuerdo se fue tan
rápido como llegó, estaba seguro de que no era así en la mente de
su hermano, y no sería así dentro de la suya.
-Es verdad que tengo la
capacidad de dañarlo, ¿no? -le pregunta al niño.
-Te lo dije Sam, tú más
que nadie.
------------------------------
Me ha encantado escribir a Sammy jejeje.
Besos!!
No hay comentarios:
Publicar un comentario