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miércoles, 23 de febrero de 2011

Dean, MI hermano: Capítulo 4

Capítulo 4 y vamos en cuenta regresiva!





Lealtad

Otra noche y ambos estaban cada uno en su cama, acababan de vivir otro día de desasosiego acercándose más y más al Apocalipsis. El sueño se cernía sobre San y ya estaba preparado para lo que siguiera. Cerró los ojos y en lo que sintió como segundos supo que ya no estaba en el hotel.

Pero esta vez reconocía el lugar y hacerlo le dolía porque creía saber lo que había pasado allí, la presencia de Dean se adivinaba antes de verla, estaba furioso, preocupado y Sam sabía por qué, esa era la casa que estaban usurpando la noche que se escapó, la noche que le permitió vivir dos semanas completas lejos de su padre y de la cacería. Su hermano estaba preocupado por él, porque Sam había desaparecido.
-¡¡Sam!!- atronó la voz de Dean en la sala- ¡Sam! Maldita sea, ¿dónde estás?
Su hermano entró en el lugar que él se hallaba, el rostro era una máscara congestionada por el miedo.
-¿SAM?- Revisaba cada cuarto pero no lo podía encontrar. 
Salió de la casa y montó en un auto que no era de ellos, Sam se vio automáticamente arrastrado hasta el asiento del copiloto, odiando estar en ese lugar, su tiempo en Flagstaff constituía uno de los más felices de su vida, un tiempo en que pudo sentirse normal, sin la necesidad de cargar con el peso de matar monstruos, de la perfección que le exigía su padre, libertad, la misma que desea cualquier adolescente. 
Pero ahora estaba a punto de ver la otra cara de esa moneda, una que suponía no iba a agradarle después de lo poco que había dicho Dean cuando se encontraron con ese momento en el paraíso.
Sam no pudo librarse en esta ocasión aunque nada le habría gustado más, su hermano se pasó toda una semana buscándolo por todos lados, intentaba todos los días varias veces ponerse en contacto con su padre pero éste nunca respondía sus llamadas. Dean prácticamente no había comido ni dormido, apenas estacionaba el auto en alguna banquina y ahí mismo descansaba aunque nunca mucho tiempo, las pesadillas y (Sam suponía la culpa) lo despertaban a los pocos minutos de cerrar los ojos.
Tan exhausto estaba que en ese momento se dormía mientras manejaba, Sam quería despertarlo pero al intentar tocarlo sólo lo traspasaba, el auto derrapó en la ruta y Dean reaccionó evitando volcar por unos segundos, el miedo lo hizo detenerse. 
Salió del auto y caminó por uno momentos de un lado a otro, Sam también había bajado y lo observaba a poca distancia esperando su reacción, que decidiera dormir o algo.
Nada lo preparó para lo que hizo su hermano a continuación, se acercó a uno de los árboles que vadeaban la ruta y la emprendió contra el a trompada limpia. Una tras otra, la cara contraída en una mueca rígida, a medida que los golpes continuaban parecía aumentar la fuerza que empleaba, no pasó nada de tiempo hasta que en la corteza se fueron quedando pedazos de piel, carne y sangre, cada golpe más fuerte, más sangre, otro golpe y otro ¡PAM!¡PAM!¡PAM!¡PAM!¡PAM!¡PAM!.
-¡DEAN DETENTE!- le imploraba Sam pero de nada servía, eso era un recuerdo, un hecho constatado de la vida, nada que pudiera manipular.
¡PAM!¡PAM!¡PAM!¡PAM!¡PAM!¡PAM!¡PAM!¡PAM!...
Por suerte el arrebato del hermano mayor terminó tan bruscamente como empezó y agotadas las fuerzas se dejó caer apoyando la espalda en el mismo árbol que atacó. Los codos sosteniéndose en las rodillas y las manos ensangrentadas en la cabeza entrelazando el cabello.
-¿Sammy dónde estás? ¡Por favor hermanito que no te haya pasado nada, por favor! - la voz salía en un susurro lloroso- Por favor Sammy a ti no, eso no, contra eso no puedo.
Sam no es capaz ahora de contener las lágrimas, se mezclaba el dolor de ver a su hermano así y de saber que él era el causante, junto con el hecho de no poder hacer nada por ayudar, estar ahí, a su lado y no poder hacer absolutamente nada. Lo más cerca que estuvo de consolarlo fue sentarse a su lado, con su propia espalda apoyada en esa bolsa de boxeo improvisada, llorando junto a Dean.
Pasaron un rato así, los dos solos, Sam no sabría decir cuánto hasta que Dean decidió emprender la marcha, antes de partir se limpió las manos y les echó agua oxigenada para que no se infectaran la heridas, el más joven se estremeció al ver el estado de los nudillos en carne viva, pero el mayor ni siquiera respingó, como si no pudiera sentir el dolor. Se sentó tras el volante y continuó su búsqueda.
Transcurridos dos días el teléfono sonó, Dean atendió tan esperanzado que le provocó un dolor sordo a Sam.
-¡Papá!, sí, sí, no papá, es Sam- Dean escuchaba lo que John le decía- Desapareció, hace una semana...No lo sé, lo he buscado en todas partes, no lo encuentro...Sí, sí señor.
La llamada había terminado y la mirada de su hermano era más fría que nunca. Condujo a velocidades muy fuera de lo permitido de regreso a la casa que usurpaban, el Impala estaba estacionado en frente. Dean tomó aire antes de ingresar, como armándose de valor. 
Ni bien traspasó la puerta John lo tomó del cuello de la campera y lo embistió contra la pared más cercana.
-¿QUÉ TE HE DICHO TODA LA VIDA SOBRE CUIDAR A TU HERMANO?¿CÓMO ES POSIBLE QUE DESPUÉS DE TODOS ESTOS AÑOS AÚN COMETAS ERRORES? -
Dean no decía nada y Sam de la impresión tampoco podía.
-¿QUÉ ES LO QUE TE PASA MUCHACHO?, SAMMY PODRÍA ESTAR MUERTO AHORA.PODRÍA SER ASESINADO POR NO PRESTARLE ATENCIÓN, POR NO HACER LO QUE TE DIGO, POR NO SEGUIR MIS ÓRDENES.
Sam intentó correr a su padre, tirar de sus brazos, gritarle, pero nada funcionaba.
-Dean, dile que pare, dile que no es tu culpa, que casi te matas por intentar encontrarme. ¡DEAN!
Pero Dean no se excusa, no explica, no le dice a su padre que en realidad la culpa es de él, que quien se supone debe cuidarlos es él. No le dice que si fuese más transigente Sam aún estaría con ellos, que si fuera menos cabeza dura estarían todos juntos cenando. No, porque Dean, no es de esa clase de personas, no busca la salida fácil, sus responsabilidades son suyas y de nadie más, sus errores también. No, Dean nunca diría eso, en cambio él dice:
-Me equivoqué señor.
-MIERDA QUE LO HICISTE SOLDADO, TE EQUIVOCASTE BIEN JODIDO- lo empuja una vez más contra la pared y lo suelta, casi como si se sintiera sucio por tocarlo, y le dirige una mirada de reproche y decepción.
Dean se tambalea pero logra recuperar el equilibrio y Sam no sabe si enojarse con su padre por la injusticia cometida o con su hermano por no defenderse.
John pasea por la habitación y más calmado ya le habla con voz normal.
-¿Qué terreno has cubierto?
Se ponen a trabajar de inmediato y el padre no ve que su hijo está agotado y lastimado, no repara en las manos destrozadas ni las ojeras, en el hecho de que en siete días ha perdido peso y que a duras penas se mantiene en pie. A Dean no parece importarle pero a Sam lo destruye. Porque la preocupación de su padre por él es siempre tanta que no parece registrar que tiene dos hijos en lugar de uno.
Tres días más tarde dan con su paradero, comprenden que tan sólo ha huido y comienzan el viaje para traerlo de regreso. Sam se ilusiona con la posibilidad de que su padre hable con Dean pero nunca lo hace, jamás se disculpa, jamás le dice que no fue su culpa. Realizan todo el trayecto en silencio y Dean lleva casi dos semanas sin prácticamente dormir.
Cuando llegan al departamento que alquilaba, los recuerdos de Dean se le empiezan a mezclar con los suyos propios. Su padre entró en el pequeño lugar, lo miró sólo una vez y le dijo que juntara todo porque se iban. Recuerda su enojo y la pelea que siguió a continuación, recuerda ver a Dean parado en la puerta e increparlo por nunca intervenir y entonces por primera vez en años recuerda la mirada de su hermano, una en la que ni siquiera fue consciente de reparar y ve el dolor. Ahí, profundo y arraigado, un dolor gigante capaz de ahogar a cualquiera, pero Dean ni siquiera parpadea.
Suben al auto, Sam junto a Sam, su versión joven y el observador y no necesita verse para recordar que sentía en ese momento, estaba enojado, furioso con su padre por obligarlo a estar en esa vida y con su hermano por no defenderlo y más aún cuando nota que Dean se ha dormido y ronca suave y plácidamente. 
Pero el otro Sam, el observador, sabe que su hermano lleva casi dos semanas durmiendo apenas un par de horas por día, que este descanso está más que merecido, sabe que ninguno de los otros ocupantes del Impala han notado sus heridas ni el agotamiento y su hermano no dice una palabra, no se queja, no le pide a su padre que se disculpe, no insulta a Sammy por casi matarlo del disgusto. Su hermano, su cabezota hermano, se inclina hasta apoyar la cabeza y duerme, tranquilo por primera vez en dos semanas, porque su hermanito está bien y su padre se ha calmado y todos están juntos de nuevo. Sam sabe todo eso ahora y se odia por ese momento en que su hermano casi se mata por encontrarlo y él lo juzgaba como traidor.

Dean se duerme y Sam regresa a la realidad, al presente, más decepcionado de sí mismo que nunca.
-Sammy, ¿estás bien?
Es Dean que ha despertado y ya está cuestionando su bienestar. Sam lo mira sin responder, no necesita poderes para adivinar que el mayor se preocupa más a cada instante. Lo mira directo a los ojos, esos ojos verdes que le son tan conocidos y a la vez crípticos.
-Sí Dean, estoy bien -aunque sienta ganas de gritar que no y armándose de valor agrega- Sólo quería darte las gracias.
-¿Por qué?¿Qué hice de extraordinario hoy? -lo dice en tono risueño como si él fuese incapaz de hacer algo así.
-Por todo Dean, por cuidarme desde pequeño. Por ser mí hermano. 
Dean traga saliva y se ha puesto serio, pero le dura sólo un segundo.
-No sé qué te ha dado mientras dormías, pero te aseguro que no he hecho nada increíble. Eres mi hermano y era mi trabajo cuidarte – parlotea restando importancia a las palabras del hermano. 
-Ahora vuelve a dormir, necesitas descansar – agrega siempre protector.
Sam le podría contar que sabe que fue mucho más allá de sólo cuidarlo, pero no lo hace, las murallas de Dean están levantadas y prestas y él prefiere esperar otro momento, otra forma de decirle a su hermano todo lo que siente. 
Sin embargo se queda con un pensamiento, Dean puede decir que era su trabajo, pero Sam sabe que no es así. Pero él lo había tomado para sí porque ese era su hermano, esa clase de persona que nada lo hace por el camino fácil, porque no deja de hacer lo correcto aunque le cueste todo, el tipo de persona que querrías tener junto a ti en una guerra porque moriría tratando de protegerte el culo. El maldito soldado perfecto, el mejor hermano, la persona más leal que había tenido la suerte de conocer.

Continuará...

Espero que les gustara!!

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