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martes, 22 de marzo de 2011

Misión - Capítulo 5

Ajá, creo que voy mejorando, espero seguir a éste ritmo!


Capítulo 5


Han pasado la noche en otra roñosa pieza de motel, Dean no ha pegado un ojo y él lo sabe porque tampoco ha podido hacerlo.
Su abuelo, que curiosa le resulta aún la palabra, les quitó la posibilidad de reclamar la cabeza de la bruja, Samuel les había llamado horas antes para avisarles que con la ayuda de sus primos habían conseguido dar caza y muerte al aquelarre de brujas que se ensañaran con Lisa. No habían conseguido saber que las llevó a realizar el ataque, ninguna había querido hablar y murieron peleando, pero al menos no atacarían de nuevo.
Robar la venganza de Dean no había ayudado en nada a éste último, no hablaba desde que dejaron el hospital, no había comido y ni siquiera se duchó. Se tiró en la cama y fingió dormir hasta que Sam no tuvo más opciones que acostarse también y fingir junto al otro.
El menor está preocupado en tantos niveles diferentes por su hermano que no evita la sonrisa de ironía a costa suya que forman sus labios. Lo inquieta el estado mental de Dean, el psicológico, el brazo que no se ha dejado revisar, el que no hable y le impida intentar llegar a él, a ese corazón que está tan echo pelota. La ironía, claro está, es porque siente que empieza a ocupar el lugar de Dean en esa relación de hermanos, es él ahora el que quiere salvar a su hermano, el que cree que el otro no va a poder lograrlo. La sonrisa es porque entiende esa noche más a su hermano de lo que ha logrado entenderlo en dos décadas, no las razones que mueven a Dean, esas no cree que las entienda ni él mismo, pero sí entiende como se ha sentido el mayor teniendo que estar pendiente de él cada segundo de cada día.
Comprende que su hermano ha tenido unos cuantos años muy difíciles, Sam se siente agotado, con las fuerzas regadas por el piso y sólo ha tenido que preocuparse unos meses, envidiaba, en cierta forma, la fuerza desconocida que mantuviera a su hermano en pie por años. Resiente sin embargo el saber que esa fuerza lo está abandonando.
Las horas pasan lentas pero rotundas y se adivina entre las rendijas de la persiana la luz del día, Dean ya no tiene motivos para permanecer tendido en la cama con los ojos secos y abiertos observando un techo repleto de intrincadas imágenes que ha dejado atrás la humedad. Se dirige al baño y toma la ducha que debió darse la noche anterior, el brazo le duele como si estuvieran asándolo a las brasas, los bordes de las heridas que cubren cada centímetro de piel están rojos y sensibles, no se preocupa demasiado, les vacía un tarro de agua oxigenada y se traga el grito que le asalta, lo deja bajar por la garganta hasta los pulmones. Toma unas vendas limpias y con ellas realiza su propia protección, siente un pequeño retortijón de hambre y la sorpresa de su cuerpo tenga una necesidad.
No quiere pensar en lo que ha pasado el día anterior, analizar aquello en lo que se está convirtiendo su vida, averiguar si aún está ahí o si sólo es la cáscara vacía de su cuerpo, esa que lo acusó Cass de ser en su momento. Se mira en el espejo sin máscaras, no hay risa, ironía o arrogancia en ese rostro, no hay pena ni llanto, reconoce sus facciones y sus ojos, reconoce esa mirada, ya la ha visto antes, la ha visto toda una vida perdida tras un brillo de encanto, ése es él, el que está ahí es él, el verdadero él, aquel que aparece cuando no hay nadie a su alrededor, nadie que lo necesite, nadie a quien proteger. El que queda cuando no está Sammy o Bobby, cuando Cass se ha ido, cuando ha perdido a Lisa y Ben o cuando nunca ha nacido su hijo, el ser debajo de las expectativas ajenas, el que surge cuando toda necesidad de pretensión desaparece es el reflejo que le devuelve la mirada desde el espejo. Lo conoce, sabe manejarlo, sabe disfrazarlo, a veces pierde las fuerzas para cubrir con su máscara tan entrenada a ese otro que está en él y aquellos que lo rodean ven un atisbo de esa nada, pero casi siempre su sonrisa brillante y unos ojos chispeantes los hacen creer equivocados, el problema es que ya no quiere ocultarlo, no le importa ocultarlo, se siente exactamente como se ve, se siente nada, quiere nada y nada le importa. Está rodeado de mentiras y omisiones de su hermano, de sospechas por su abuelo, de desilusión con Bobby, de abandono de Castiel e indiferencia de Dios, por qué habría de ser él el único que siempre esté poniendo buena cara.
Cuando sale del baño su hermano está vestido y sentado en la cama mirando hacia la nada por la ventana, su actitud dejada le sacude en algún sentido primigenio que ése ya no es por completo su hermano y decide que ha vivido bastante ese último tiempo como para seguir aguantando las verdades a medias y las sonrisas indoloras de “Yo se, pero tu no te enteras de nada”.
-¿De qué conocías a Zaira? - pregunta a bocajarro
Sam escucha la pregunta y también siente el golpe invisible que la acompaña, sin mover un músculo de su cuerpo, se dobla mentalmente sobre sí mismo por el dolor casi físico que le acomete.
-Dean... - intenta empezar una retirada estratégica
-Dean nada, Sam – y es “Sam”, un “Sam” serio sin ni un mínimo vestigio de “Sammy” en ninguna letra. - Quiero la puta verdad, quiero que me cuentes de qué la conocías, quiero saber que ha pasado, no quiero evasivas ni mentiras. - no grita y aún así se siente como si lo hiciera, su voz ya no parece la suya – No lo merezco.
Sam escucha la frase final y la sabe tan cierta, no cree que su hermano entienda lo cierta que es.
No se vuelve a ver a Dean, no quiere mirarlo cuando le cuente, cuando las palabras salgan de su boca y hagan mella en los oídos fraternales, no quiere ver su rostro, su reacción, no quiere conocer su dolor.
-Estuve allí más tiempo del que pareciera, Dean – no es necesario que aclare dónde, ambos saben a qué se refiere – Tenías razón con eso de que el tiempo es diferente allá abajo, lo que no sabía es que es diferente para todos. Podría decirte que no estuve allí más de un mes, pero lo cierto es que una semana en la Tierra fue un siglo en mi Infierno.
Sam se alegraría de su decisión de no ver a Dean, porque si viera la culpa cruda que atraviesa al otro, jamás habría sido capaz de seguir con su historia, no ve a su hermano dar un paso atrás y apoyarse en la pared para que lo sostenga, no lo ve cerrar los ojos y tragar un nudo de bilis que se le queda atrancado, no ve cómo aprieta los puños y sólo por no ver eso sigue contando.
-Lucifer aún estaba en mi cuerpo y allí abajo yo no tenía ningún control sobre él, pelearon durante años con Michael, destrozaron nuestros cuerpos, el de Adam y el mío, tantas veces que perdí la cuenta, no podían matarse, no se muere en el Infierno, no para siempre, pero tu ya sabes eso. Después de estar así por décadas se detuvieron, un día simplemente se detuvieron, cada uno en su rincón de la celda. Porque aunque no lo creas la prisión es concreta, es enorme, pero también finita y yo estaba ahí, una parte de mi era por completo consciente de todo cuanto sucedía, similar a cuando fui poseído por Meg, pero mil veces peor. - pasa una enorme mano por su cabello – Lucifer comenzó a aburrirse, yo veía las barbaridades que se realizaban ahí, a nuestro lado, para el disfrute del Señor, quería cerrar los ojos, pero él los mantenía abiertos y en una parte de mi ser sentía todo el placer que ver eso le provocaba. Él mismo no se rebajaba a realizar esos actos bestiales, pero el Diablo es al Infierno lo que Dios al Cielo y sabe todo, ve todo y cada cosa queda grabada en su memoria. Así que ingenió una bonito truco para castigarme, un día se le ocurrió así – chasquea los dedos – como si nada. Había pasado tanto tiempo desde que entrara a ese lugar y sabía que pasaría una eternidad, hasta el momento era terrible, grotesco y repugnante, pero no era personal, nada de eso se dirigía a mí. Entonces él empezó a recordar.
Se detiene porque sabe que aquello que se dirá a continuación abrirá una grieta que podrá escuchar si se esfuerza, pero ya no puede detenerse, empezó a contar lo que lleva más de una año ocultando y sencillamente no puede detener las palabras.
-No recordó cualquier cosa, se dedicó pura y exclusivamente a recordar algo muy determinado – mira a su hermano, no lo hace por saber qué hay en el rostro del otro, todo lo contrario, lo hace para que Dean pueda ver lo que hay en el suyo, el dolor que sabe hay dibujado en sus rasgos – Te recordó a ti Dean – ve los ojos del mayor abrirse – Recordó cada segundo, cada día, mes, año y década que todos su vasallos se dedicaron a torturarte – capta el rostro blanco del mayor, el dolor coleando furioso en las fosas nasales – No creo que jamás lo supieras, pero tu llegada al Infierno fue un acontecimiento de dominio público, te esperaban desde hacía milenios, sólo tu estabas destinado a romper el sello y Lucifer no quería perder más tiempo. Tu tortura no fue la típica Dean, te sometieron a los peores castigos y los hicieron todos juntos uno detrás del otro. Deberías saber, realmente creo que debes hacerlo, que las almas tienen un límite, si se les provoca demasiado sufrimiento demasiado aprisa, las almas se rompen y se pierden para siempre, así que por lo general las torturas son más suaves, más psicológicas hasta que el alma empieza a convertirse y es en ese momento dónde ellos pueden empezar a divertirse, jugar hasta convertir un hombre en un demonio. - mira a su hermano directo a los ojos – Cuando tu llegaste fue como un regalo para ellos, tu alma era tan fuerte, tan poderosa, que no tuvieron que prepararte, se dedicaron a hacer lo que más les complacía desde el principio y esa tortura se siente mil veces peor, porque el alma es aún por completo humana, pero ellos sabían que la tuya aguantaría las peores torturas hasta que no le quedara más remedio que la rendición.............. y así fue............y fue entonces que él se regodeó en mostrarme aquello en lo que te convertiste.
Si las palabras pudieran matar en forma instantánea a un ser vivo Dean Winchester no sería más que un cadáver. Lo curioso era saber que lo hubiera preferido así, porque la última oración de Sam se le clava en el pecho y literalmente le hace doblarse en dos descompuesto mientras despide en el piso lo que sea que quedaba en su estómago después de un día sin comer.
No puede soportar esa idea, no puede soportar que Sam sepa, que viera lo que le hicieron era terrible, que viera lo que él hizo.......para eso.......no conocía la palabra.
Sam se acerca a él preocupado pero Dean aparta violento la mano que tiende su hermano.
-No me toques – casi grita, medio suplica – No....no me toques – no es por su hermano, es por él, él no merece que otro se preocupe, él no merece que otro lo ayude, que lo contenga.
Dean se siente enfermo, está enfermo, su enfermedad se llama Culpa, se llama Vergüenza y no tiene cura, perdón, ni olvido. Hizo lo que hizo y no ha usado excusas, recuerda cada día los últimos diez años que pasó en el Infierno, recuerda a cada ser que tuvo bajo sus manos, lo que sintió, el placer no era por torturar a esas personas, el placer era simplemente hacer daño, causar dolor, pagó con desconocidos toda la bronca, odio y resentimiento que había acumulado en la Tierra y el Infierno, se regodeó causando en otros una parte del sufrimiento que había cargado toda su existencia. No ha dado excusas porque no las tiene, no ha pedido perdón porque no lo merece.
Comprende por qué su hermano no fue a buscarlo, por qué no quiso saber nada de él cuando regresó, le extraña que se molestara en salvarlo, él no lo habría echo, Dean nunca se hubiera salvado.
-Dean, Lucifer te odia, me mostraba eso para que yo te odiara también, él quería que despreciara a aquel por el que había realizado mi sacrificio. - Sam quiere que lo mire, quiere que su hermano deje de temblar, quiere ayudarlo – No lo logró Dean, nunca lograría, ni aunque hubiese estado allí mil años, nunca lograría que yo te odiara – el menor no sabe si el otro escucha o no, pero no puede detenerse – Nunca, porque todo lo que él me mostraba era a un hombre herido, un hombre en sufrimiento y todo lo que podía pensar yo era que habías salido de ahí, que habías logrado la libertad y habías conseguido seguir, habías peleado contra todo por salvar a muchas más personas de las que nunca llegarías a torturar, porque ¿sabes qué Dean?, tu salvaste a todo un mundo, nunca esa cantidad de seres serán enviados al infierno, nunca esa cantidad de almas serán entregadas al Averno y tu les salvaste – a pesar de los temblores que recorren el cuerpo del mayor puede adivinar su negación en un gesto de cabeza - Nunca lo has entendido ¿verdad?
Sam se agacha junto a su hermano, lo toma de los hombros y aunque se resiste el menor presiona hasta dejar sus ojos frente a frente, no hay lágrimas en el rostro sólo una palidez fantasmal que ha llegado hasta los labios.
-Mírame – el otro no hace nada – MÍRAME – abre los ojos, Sammy siente picar los propios de llanto contenido al ver esa mirada, pero logra dedicarle una pequeña sonrisa – Jamás lo entendiste ¿verdad?. Puede que yo realizara la acción que acabó con Lucifer, pero nunca habría sucedido sin ti. Te digo que salvaste al mundo porque fue por ti que hice lo que hice, fue por amor, el amor que me enseñaste y me brindaste cada día, no lo hice por billones de desconocidos, sólo tu podrías hacer algo así, yo lo hice por ti. Lucifer creía que si yo veía lo que vi comenzaría a odiarte, pero no era capaz de entender que nada de eso importaba, porque yo no podía juzgar esas acciones, yo causé el mismo daño aquí en la Tierra con mi egoísmo y furia de venganza, pero por sobre todas las cosas Dean, yo no podría odiarte porque tu no me has dado más que amor toda la vida. Tu diste tus sueños, tu futuro, tu vida y tu alma por mí, jamás, JAMÁS, sería capaz de odiarte. Eres mi hermano Dean, eres la razón de que eligiera lo correcto, el que me enseñó a ser mejor persona. Yo no te odio Dean – le suelta una sonrisa a pleno a su hermano - Yo te amo.

Continuará...



Besitos y Buena Suerte!!! :)

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