Ipod

martes, 5 de abril de 2011

Misión - Capítulo 19

Otro más, de veras amo este fic, lo escribí, en su mayoría, al ritmo de un capítulo por día, sé que de haberme tomado el tiempo probablemente habría quedado mejor, pero realmente amé escribirlo y como quedó a pesar de mi apuro.
Por eso adoro ponerlo ahora en algo propio, no será gran cosa, pero ver las cosas que escribo en mi propio espacio es muy bello.

Ya, dejo de divagar, les dejo el capi del día!!!


Capítulo 19



DÍA 3

El tiempo dormía o al menos la gente lo hacía, él hacía mucho había perdido la capacidad de mantener una noche de sueño completa. Se conformaba durmiendo horas sueltas y luego disfrutando de la soledad de la noche, la tranquilidad del silencio. Era un tiempo precioso de reflexión y autocrítica.
Su familia y amigos no sabían eso de él, pero era así desde que recordaba, una costumbre acrecentada en los últimos años nacida hacía décadas. Era el momento que se permitía para ser él mismo, contemplar sus miedos, ser sincero consigo, darse fuerzas. El único espacio de su vida donde las apariencias no importaban y podía permitir a su rostro dejar ver todo cuanto sentía, no ahondaba en ello, no podía, a pesar de cuanto pensara el mundo él se conocía muy bien, lo suficiente para saber que dejar salir aquello oculto debajo de la coraza sería igual a buscar la muerte. 
Sale sigiloso de la casa en la que descansa su familia, pensar eso lo hace sonreír, su familia está completa y tiene más integrantes que nunca, ojalá tuviera más tiempo para estar con ellos.
Comienza el entrenamiento al que se aplica cada madrugada, mantiene su mente ocupada y permite que no se le llene de pensamientos estúpidos. Descarga en las bolsas repartidas a su alrededor tantos golpes como puede, cada patada, piña o puñalada está cargada de más fuerza que la anterior, deberían doler sus manos, un dolor acorde con las marcas que se forman en ellas pero hace mucho que el dolor físico dejó de ser una percepción importante.
Castiel es atraído por el ruido sordo de los golpes, encuentra a Dean en pleno entrenamiento, lo observa mientras el hombre se mueve con fluidez practicando ataques de sorprendente certeza. El ángel entiende que la fuerza va creciendo, le parece que en lugar de perder energía estuviera adquiriéndola, podría jurar aun sin entender de humanos, que cada golpe está cargado de una furia ciega. Como si Dean pretendiera con cada uno de sus actos de violencia descargar un poco de la rabia contenida en su cuerpo.
Se queda un largo rato allí, tal vez una hora o más, lo reconecta al mundo la certeza de que el campamento comienza a despertar. El mismo reconocimiento ataca al humano quien se detiene y retira en el mismo silencio con que empezó todo.
El ángel decide que es momento de interrumpir la serenidad de la mañana y se aparece a sólo centímetros de Dean, el hombre se sorprende como siempre y le dirige una de esas miradas entre molestas y resignadas. Castiel no sabe en qué momento esa costumbre se volvió intencional, ni siquiera sabe por qué lo hace, sólo puede pensar que estar unido a ese humano le hace sentir más vivo que nunca, tal vez sea por la frugalidad de la vida de la especie, o simplemente porque lo sacó del infierno, o porque a pesar de todo Dean nunca le ha mostrado deferencia y en cambio ha cuestionado cada uno de sus actos, o lo más probable porque lo respeta, lo admira y lo que es más importante, de alguna manera lo quiere y esa simple costumbre lo une de una manera más tangible.
Castiel no conoce las palabras para describir eso, él ha tenido un padre ausente desde su misma creación, hermanos preocupados por sus propios asuntos, amigos que se han vuelto traidores o mercenarios. Un simple humano vino a demostrarle que no siempre hay que seguir cada orden de los padres, que no tenía que rendirse porque así se lo dijeran, que no había cosas más importantes que un hermano, amigos o familia. Siendo ciento por ciento sincero consigo mismo, reconocería que Dean le había enseñado también sobre envidia, no por él, sino por lo que él ofrecía, envidia de Sam, por tener un hermano que lo eligiera cada vez sin importar cuantas veces tropezara con el camino incorrecto. 
También sobre dolor, cuánto dolor podía soportar un humano sin quedar reducido a la nada, o mejor expresado, cómo podía alguien regresar de la nada atravesando un camino de penas para volver a ser humano, con la capacidad de sentir intacta.
Claro que no todos eran iguales, pero a su manera todos eran especiales, quizás él sólo había tenido la suerte de conocer a uno de los más sobresalientes, pero a partir de él podía ver esos rasgos, no juntos, pero aún presentes en cada persona que conocía. Dean le había enseñado a admirar a la humanidad, se preguntaba si su padre sentía justo lo mismo, si quizás el primer hombre le demostró a Dios porqué eran merecedores de su amor. Porque los seres más débiles entre los conscientes debían ser los depositarios de la esperanza.
El ángel no lo sabe, no importa cuánto analice siempre habrá cosas que se escapen a su entendimiento, lo que no se escapa es la mirada ofuscada de unos profundos ojos verdes.
-Cass si tienes algo que decir será mejor que empieces a hablar y te apartes dos pasos de mi
Castiel siente algo nuevo, un impulso casi incontrolable de sonreír, casi.
-Ya están aquí.
-¿Quienes, Cass? ¿Será que aprenderás a decir oraciones completas?
-Mis hermanos, ya han llegado.
Todo vestigio de relajación desaparece del rostro humano.
-Vamos – dice Dean y antes de dar un paso Castiel lo toma de un brazo y desaparecen.


**********************

-¡MIERDA CASS! ¡¡Te he dicho que no me zapees!! - insulta Dean cuando reaparecen a gran distancia del campamento.
-Mis hermanos – aclara Cass y señala con la mano.
Dean se vuelve a verlos, no sabe que esperar pero lo que encuentra lo sorprende, hay hombres, mujeres, muchos y lucen todos de lo más extraño, gente con túnicas, ropa de todos tipos y colores, la mitad parecen sacados de mitad del desierto y la otra de las calles. No lucen bien y a la vez se ven por completo imponentes, como Cass, con una presencia vibrante dentro de ellos.
-¡Vaya! - exclama Dean - ¿Qué estaban al dos por uno o en rebaja?
Un viento repentino choca con su cara y frente a él se manifiesta un hombre de aspecto abandonado y cierta ira en los ojos, es uno centímetros más bajo que él así que se miran directo a los ojos.
-Deberías guardarnos un poco de respeto, estamos arriesgando mucho.
Si ese ángel lo conociera sabría que no servía de nada mantener esa actitud frente a ese hombre, pero ellos sólo conocen rumores y la mitad de ellos no los creen por completo.
-¿Piensas que nosotros apostamos menos Kung-Fu? - le dice al hombre rapado y de pijama naranja frente a él.
-Hay demonios allí dentro – se escucha entre la multitud.
Dean hubiera querido hablar de ello previamente con Cass pero ya no hay tiempo, deberá hablar con todos, en otras circunstancias quizás habría tenido miedo de esos seres, hoy día sólo le molestaba la rigidez con que guiaban sus vidas.
-Así es, más les vale acostumbrarse porque se quedan.
Se levanta entre los presentes el sonido del descontento, Castiel y Dean cruzan miradas, no necesitan hablar, se entienden sin esa necesidad.
-Hemos venido a ayudar, no a juzgar. Ésta es una guerra para la que no conocemos las instrucciones, pueden elegir si quedarse o no, pero deben entender que las decisiones generales no nos conciernen – discursa Cass.
-¿Dependerán de él? - dice una mujer – No parece gran cosa.
Dean se cabrea.
-Saben qué, me importa un carajo lo que crean de mí, lo cierto es que alguien por encima de ustedes parece que me ha puesto a cargo. No pedí el puesto, ni siquiera lo quiero, pero no voy a hacer a un lado mi responsabilidad y esa es tratar de ganar esta estúpida guerra intentando que haya sobrevivientes – los mira con el cansancio reflejado en los ojos – Si de verdad desean ayudar hay mucho por hacer, si no lo quieren pueden largarse – está por marcharse cuando recuerda algo – Por cierto, si deciden quedarse primero serán inspeccionados por alguien de mi confianza, alguien que sabrá si hay traidores o no entre ustedes.
La implicación hace enojar al monje budista que se mueve hacia el hombre sólo para caer metros más atrás, se pone de pie y mira sorprendido a Castiel que se abalanza hacia él y lo toma por el cuello presionando con una espada su mentón, sus ojos transmiten una decisión fría que no pasa desapercibida a ninguno de los presentes.
-Si tú o alguien más intenta algo como esto de nuevo no tendré misericordia. ¿Entendido Ariel? - el monje asiente y Castiel mira a los demás - ¿ENTENDIDO?
-¡SÍ, SEÑOR! - afirman y lo han entendido perfectamente, con ese humano no se jode o se mueren.
Dean comprende a su vez que no es la primera vez que esos seres están bajo el mando del Cass y recuerda que en realidad es un soldado más. 
Los ojos azules y verdes se encuentran, asienten en una afirmación de respeto y camaradería.

*************************

-Déjame curar tu mano – pide Cass a Dean luego que ha dado su consentimiento sanguíneo para el ingreso de los ángeles.
El hombre extiende la extremidad y el morocho no puede evitar una mueca de disgusto cuando ve el estado de la misma.
-No parece que fuera una buena idea la de dejar el permiso atado a sólo una persona – sugiere Cass.
-Samuel iba a hacerlo, pero considerando la posición en que me encontraba decidí que mejor lo hacía yo.
El ángel hace una mueca, casi una sonrisa, típico de Dean, si alguien debe sufrir por qué mejor no lo elegían a él.
-¿Ahora qué Cass?
-Entrenamiento con ellos, todos juntos, humanos, demonios y ángeles, deben aprender, conocerse para no terminar matándose los unos a los otros.
-No puedo estar con ellos siempre, dentro de una hora tengo que estar con Sam y Selene. Samuel, tú y Crowley tendrán que bastar para controlarlos.
La mano estaba en perfecto estado pero como unos días antes Castiel siente dentro de Dean algo que ha cambiado.
-¿Dean has hecho un trato?
-¿De qué tipo? - pregunta con genuina confusión el rubio.
-Del tipo demonio o Michael o algo.
El hombre lo mira y destila cierto desprecio que se torna con rapidez en resignación.
-No Cass, contrario a lo que puedas pensar aprendo de mis errores – dirige la vista a la extraña muchedumbre – No se aún cómo Cass, pero puedo sentir que ganaremos.
-Pareces tranquilo, no entiendo cómo puedes sentirte así frente a todo. Esto es peor que el apocalipsis, el Cielo y el Infierno han declarado la guerra a la Tierra.
El hombre no sabe si sincerarse o mantener todo dentro de sí, decide darle una chance a compartir.
-He tenido estos sueños Cass. Casi como si intentara recordar algo, un secreto para ganar y se me escapa.
-¿Qué ves?
Se pasa la mano por el rostro.
-Estoy sólo, en un lugar realmente enorme, no veo el final, pero todo cuanto veo es blanco, más que eso, brilla, ilumina. Estoy allí y… - podría usar la palabra que corresponde, pero dejaría de ser Dean si compartiera todo - …sé que he perdido algo, no puedo recordar nada, quién soy o qué, pero sí puedo recordar que perdí algo importante algo más que saber mi identidad. Despierto antes de entender qué.
-¿Crees que si descubres que has perdido en el sueño encuentres un arma?
-Así lo siento – unos instantes de silencio – Olvídalo, sólo son estupideces mías. Tengo que ir por Sam. Acomoda a los tuyo, mañana empezamos.
Castiel lo ve alejarse, no cree que el sueño sea algo vacuo, por el contrario siente que es muy importante, espera sinceramente que Dean recuerde qué ha perdido en su sueño.

******************************

Hace mucho tiempo, eones, un ser cayó del cielo con una misión especial, encontrar una razón para dar esperanza a la humanidad. Él era un ser que lucía como un hombre ordinario pero no lo era.
Se cuenta que el hombre que no lo era recorrió el mundo muchas veces y residió en muchos pueblos. Nada encontraba que le enseñara lo especial de esas gentes.
Cansado de su largo andar decidió un día reposar en una pequeña aldea. En ese lugar conoció a una niña que podía ver su verdadero ser. La pequeña era curiosa y le preguntó al hombre por qué él tenía alas y ella no. El hombre sorprendido le confesó a la pequeña que él no era como los demás, que tenía un trabajo especial que hacer y le pidió que no contara a nadie lo que veía.
La niña era buena y poseía un corazón enorme, vio más allá del aspecto del ser frente a ella y comprendió que hablaba con la verdad, prometió guardar el secreto...


Continuará...

Besos!!

No hay comentarios:

Publicar un comentario