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domingo, 17 de abril de 2011

Misión - Capítulo 28

He dormido como bestia, sí, lo reconozco, hoy no he despegado de la cama y por eso vengo con el capi tan tarde...pero vengo :D eso ya es algo :P

JAJAJAJA!! Tengo que pedir perdón por algo!! Resulta que dos capítulos atrás, Dean dice algo en otra lengua, la de los angelitos, como soy rebuscada, lo tenía escrito con un tipo de letra que simboliza al enoquiano, resulta que el blog no reconoció dicha letra y por tanto la transformó a la común, es decir, la frase que está escrita ahí, la que desata la muerte de Dean, NO DEBERÍA ENTENDERSE!!!! Lo siento, no me di cuenta hasta que me he puesto a revisar hoy. Se los digo ahora porque era un detalle importante que ustedes no entendieran lo que decía...LO SIENTO :(



Capítulo 28


-...no está en el Paraíso, no está en ningún lado, su alma ya no existe, es como si Dean nunca hubiera existido, yo...yo quisiera hacer algo, de veras querría Sam, no creo poder expresar qué tanto me gustaría, pero no hay nada que pueda...no hay nadie que pueda, ni siquiera Dios puede.


Después de esa revelación Sam se había hundido en la depresión, nada le importó ayudar a las personas inocentes desperdigadas por el campo, poco los caídos, no fue consciente por un tiempo del dolor de los demás, de su padre, no le interesó quién arreglaba los detalles finales de una guerra que habían ganado y él sentía perdida.
Sin embargo se repuso por los que quedaban, por los que Dean le pidió que velara. De todas maneras los primeros meses fueron terribles. Dos meses en que levantarse costaba cada día más, donde cada acción llevaba un esfuerzo titánico, en los que se sintió vencido de tantas maneras que no creía ser capaz de despertar al día siguiente y entonces la sorpresa les golpeó las puertas de la vida.
Jo estaba embarazada, de alguna manera, saber que pronto tendrían un descendiente de Dean ayudó a que la herida cerrara un poco.
Cuando la pequeña nació fue como traer un rayito de sol a sus vidas moribundas, no quedaba tiempo para la muerte cuando la vida se ofrecía tan frágil. Al principio su sobrina sólo era una cosita pequeñita, rosada y con una pelusa muy rubia en la cabeza. Desde el mismo momento en que ella llegó al mundo Sam empezó a ir más seguido a la casa de Bobby. Ver a la pequeña alegraba los grises días del hombre, de todos ellos.
Tenía ahora cuatro meses y comenzaban a adivinarse sus rasgos, Sam estaba convencido de que sería igual a su hermano, o al menos lo esperaba, esperaba poder ver en ella algo del hombre que había dado todo por la seguridad del mundo. Recuperar de alguna manera aquello que ya nunca podría tener.
Detiene el auto frente a la casa, se queda un rato allí sentado, no hay ipod esta vez, no ha cambiado nada de esa chica, se reclina contra el asiento y acaricia inconsciente el colgante sobre su pecho y siente la nostalgia que lo embarga como cada día, no remite, no ha bajado en intensidad, simplemente está aprendiendo a vivir con ella a cuestas. Lo que su hermano hizo abrió un herida en todos ellos que nunca sería cerrada, sólo podía ser remendada.
Se encarama y dirige al hogar, no llama a la puerta ni se anuncia, el perro siempre presente no lo saluda más que con una mirada, no busca a los demás invasores de esa casa conocida, se dirige a una pieza en particular y allí la encuentra. Aún es muy pequeña, él jura que le ve unas pecas aunque le digan que es imposible, pero lo que nadie puede negar son sus ojos verdes, se dice que la mayoría de los niños nacen con los ojos azules, ella nació con los ojos formando dos perfectas esmeraldas.
-Creo que comenzaré a ponerme celosa si siempre la ves a ella primero.
Sam se vuelve con su sobrina en brazos.
-No se por qué, a ti no necesito decirte que he llegado, siempre lo sabes.
Se besan con la pequeña entre ellos.
-Vamos, tus padres y el resto nos esperan, hoy es una cena especial y mañana es Navidad.
-Mañana hará un año.
-Lo sé Sam.
-No sé cómo pasaré por ello.
-Yo te ayudaré, será difícil para todos pero sé con seguridad que Dean no nos perdonaría que no sigamos adelante.
-Llegaste a conocerlo bien, ¿verdad?
Ella lo mira dudosa de contar.
-Era como un libro abierto de emociones, quizás las ocultara a la vista, pero estaban bajo la primer capa de piel escapando por los poros, nunca he sentido a otro humano que tuviera tanto dentro de sí y no digo sólo dolor, pena o miedo, el amor – clava los dorados ojos en la pequeña a quien ama con locura – El amor dentro de él era tan incondicional, tan libre de ilusiones falsas, no pedía nada por él, lo quería, claro, pero jamás lo pediría ni lo obligaría, principalmente no creía merecerlo, se juzgaba tan injustamente y eso lo hacía más admirable.
-Ahora soy yo quien se va a poner celoso – lo dice con pena de la pérdida de aquello que se sabe cierto.
-Sam tu eres tan impresionante como él, Dean era así, esa su naturaleza, en cambio tú has tenido que luchar por ser quien querías ser, es muy loable buscar la mejor versión de uno y hacerse con ella, no hay muchos que sepan vencer lo peor de ellos mismos.
Volvieron a besarse y en esta ocasión la gorda protestó causándoles sendas sonrisas.
-Vamos, todos quieren verte.
Tuvieron una cena tranquila, en familia, Bobby aún no podía creer que pasara de vivir sólo a estar rodeado de personas las veinticuatro horas del día, tampoco se quejaba, ya estaba acostumbrado y aunque nunca lo reconocería el hecho de que ellos se quedaran probablemente le había salvado la vida. No se creía con fuerzas suficientes para sobrevivir la muerte de Dean, la circunstancia de su muerte. Siempre supo que el muchacho le había ganado el corazón, desde el primer día que lo vio llegar con su padre, trayendo en brazos a su hermanito como si fuera un ser de fino cristal con una mirada seria y diciéndole que no se preocupara, que del pequeño se encargaba él. Desde ese momento, pero no había sabido hasta ese día, trescientos y tantos días atrás, en qué medida lo había hecho, realmente lo consideraba como un hijo y de esa manera sentía la pérdida, como un yaga abierta y supurante que nunca se cerraría. De haberse quedado solo no lo habría superado, mira a todos los presentes rodeando su mesa y piensa que quizás ninguno de ellos lo habría hecho de estar separados.
Las siguientes horas serían más difíciles, por eso estaban ahí, para enfrentarlas juntos, como familia, sonríe al advertir que sus palabras se habían vuelto realidad de más maneras de las que creyó, la familia no terminaba en la sangre.

Era de madrugada, el día temido había empezado, Sam no había podido dormir nada y por ello escuchó el llanto de la pequeña, sin embargo ya se había calmado, él oía el tarareo de su padre, sonrió entre enternecido e irónico al reconocer la canción, después de todo ya sabía de dónde había obtenido Dean la costumbre de tararear rock pesado para calmar los nervios.
Se puso en pie y despacio se dirigió a la alcoba de su sobrina para ver la escena que seguro se dibujaría ante sus ojos, descubrir a su padre en modo cariñoso. Al entrar localizó al hombre del que sólo se veían los cabellos por encima de la gran mecedora, aún cantaba y se mecía lentamente.
Sam cruzó la pieza hasta estar frente a la ventana por la que se colaba la claridad del día que nacía, dando la espalda a la figura tranquila se movió hasta quedar a un lado y se volvió apoyando la espalda en la pared, dejando su peso acomodado para disfrutar de la vista. Lo que vio fue más de lo que nunca hubiera esperado, el hombre miraba a la niña como si no existiera nada más preciado sobre la Tierra, nada más exquisito ni perfecto, era todo amor, maravilla y sorpresa, como si tener esa vida en sus brazos fuera algo divino, imposible.
Sam se deslizó hasta el suelo sin notar las lágrimas que le surcaban el rostro, sin reparar que temblaba de la emoción, el hombre levantó la vista y la clavó en el caído, cuidando no despertar a la huésped de sus brazos se acercó hasta quien lloraba estremecido y se sentó junto a él, bien cerca, dejando que todo un lado de su cuerpo entrara en contacto con el otro, acomodó a la niña en uno de sus fuertes brazos y con el otro rodeó los hombros del hombre sollozante.
-Sabes Sammy, eras tan pequeño como ella la primera vez que te tuve en mis brazos, claro que me parecías más grande, pero no lo eras. Eras exactamente así, lleno de bondad y ternura, supe sin lugar a dudas que te protegería con la vida.
El hombre junto a él no podía dejar de llorar, por el contrario lloraba más fuerte causando pequeños ahogos. El otro lo atrae hacia sí y deja que la cabeza melenuda del ser sin fuerzas descanse en su ancho hombro y Sam purga su alma de dolor a cada lágrima.
-¿Sammy?
El hombre sólo asiente, no puede hablar o moverse más.
-¿Crees que podamos vivir como una familia ahora?
Sam busca las fuerzas para hablar y aunque la voz le sale cortada y sufrida la encuentra.
-Sí, creo que sí.
-Sammy...¡¡Eres tío!! - dice el otro en un susurro entusiasmado.
Entre las mejillas marcadas de lágrimas se forman los hoyuelos de una sonrisa.
-Sí, ¡lo soy!
El otro hombre se pone serio de repente.
-Dios Sammy, es tan pequeña, tantas cosas podrían salir mal.
Los hoyuelos se marcan más y los irisados ojos brillan con algo más que lágrimas.
-Nada saldrá mal, no mientras tu seas su padre Dean, nada saldrá mal mientras te tenga para cuidarla.
Una sonrisa perfecta, de esas que Sam deseó una vez que se vieran más en el mundo le es regalada.
-Gracias Sammy.
-No Dean, gracias a ti – la voz se le queda atragantada - Gracias por volver.
Sam no retira su cabeza de la fraternal almohada, Dean no retira su brazo de los hombros hermanos, ni a la pequeña de su pecho, así se duermen, así los encuentra John en la mañana. A John llorando en el piso encuentra Mary y así los encuentran Bobby, Jo, Selene y Adam.
Dos padres abrazados en el suelo, llorando mientras miran con amor al menor de sus hijos descansando a salvo apoyando su destino en su hermano y el mayor protegiendo, siempre protegiendo los sueños de sus niños.

***

-Sam.
-Dean.
-¿Cómo se llama mi hija?
-Castiel nos dijo lo que significaban las palabras que usaste para hacer tu acto de fuegos artificiales.
-¡Ah! ¿qué significaban?
-¿No lo recuerdas?
-Es un poco confuso todo eso, mucha luz y mucha información, no lo sé, no recuerdo bien.
-Cass nos dijo que las palabras vendrían a significar “Por Amor Entrego mi Alma”.
-Un poco cursi, ¿no crees?
-Así lo pensé, sí.
-Bien...Sam... ¿qué mierda tiene eso que ver con el nombre de mi hija?
-Alma, tu hija se llama Alma, Dean.

Continuará...


Ya sólo nos quedan las dos partes del epílogo. Besos :D


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