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jueves, 14 de abril de 2011

Misión - Capítulo 25

Que lo tiró, casi ne llego, uf! Pero ahí está, el nuevo capi!!! :D



Capítulo 25

EL DÍA



John miraba a sus hijos, si no los hubiera visto nacer y crecer no creería que esos dos hombres fueran humanos. Parecían dos seres especiales y únicos envueltos de humanidad. Estaban al frente de las tropas, dando el rostro al sol naciente, los primeros rayos del astro besaban la colina, se alargaban hasta el valle y rozaban con su brillo las siluetas de ambos.
Aparentaban ser de otros tiempos, otro mundo, el gigante de mirada amable, resplandeciendo con la luz nueva y el poder anidando en su interior, sus movimientos medidos y controlados en cada impulso, como si tuviera miedo a causar daño con su torpeza y fuerza sobrehumana, era más que un hombre, mucho más, parecía un dios vikingo preparado para la batalla, prácticamente sin armas, no las necesitaba puesto que él era el arma.
El otro, el mayor, más bajo que su hermano, pero ese día lucía como un titán, sus ropajes y armamento parecían fabricados en exclusiva para el guerrero y así se veía, como un guerrero mítico, el oro de la armadura provocaba que un brillo especial lo rodeara y reflejara en su piel dorada y el cabello más rubio que nunca, mientras que el verde dotaba a sus ojos de una claridad extraña, los hacía casi transparentes, profundos lagos esmeraldas, si hubieran vivido otra época habría apostado que su primogénito era un héroe griego, de esos que eran mitad humanos, mitad dioses.
Decir que estaba orgulloso era quedarse muy corto en la escala de lo que sentía por sus hijos, no era sólo orgullo, era respeto, pero más aún, era admiración.
Les dedicó una sonrisa a ambos, una que le fue devuelta, un último gesto con sus hijos.

Estaban de pie frente a sus hombres, últimos momentos antes de la batalla, nada quedaba por preparar, sólo restaba la espera.
Dean los miró, sabía lo que le tocaba, sabía lo que se jugaba ese día y no estaba dispuesto a perder, paseó la mirada y reconoció sus rostros, incluyó en ese reconocimiento a todas las criaturas, ángeles y demonios, estaban del mismo lado ahora, habían peleado en contra durante milenios y hoy se encontraban unidos ante una fuerza mayor. Sabía que al terminar, esa tregua se rompería, pero hoy estaba ante un suceso único en la historia, no podía dejar de saber ese dato, era algo preciado y él estaba al mando “irónico, irónico” se decía, pero lo tenía asumido, no renegaría ahora.
Castiel le hizo una señal, una que repitió Crowley. Se acercaban, ya no había más tiempo.

-Todos saben por qué estamos aquí – su voz grave y profunda se desparramó por el lugar tocando cada oído – Saben lo que nos jugamos hoy, lo que defendemos. Éste es NUESTRO planeta, NUESTRA Tierra. Nadie, NADA puede arrebatárnosla. Hoy luchamos por el derecho a existir y nuestra libertad. ¡¡Demostremos por qué lo merecemos!!

El no estaba hecho para dar discursos, nunca había sido hombre de muchas palabras, pero ese día no importaba, podían ser pocas, pero eran las justas. Al final de las mismas los vítores se alzaron, los soldados se observan unos a otros con la euforia propia de quien está por arriesgar la vida a sabiendas, como adictos a la adrenalina.
Los hermanos se dedican una mirada, no tienen nada que decirse, ya todo ha sido dicho, todo lo que se atreven a poner en palabras en todo caso. Si se atrevieran a más quizás ninguno estaría allí, tal vez Sam habría huido llevando a Dean a la rastra, quizás Dean habría desmayado a Sam y lo hubiera encerrado en una celda acolchada hasta que todo terminara.
Pero ellos no hablaban de esas cosas, Sam porque sabía que su hermano no lo agradecía, Dean porque, aunque no lo admitiera, poner sus sentimientos en palabras le aterraba, le daban una realidad mayor al miedo que ya albergaba.
Una mirada, una sonrisa y el cielo se abre sobre sus cabezas.



Los ejércitos se aprestan a desempeñar su papel en la batalla por un destino nuevo y el cumplimiento de una antigua profecía.
El coro de Michael aparece en primer término, es un segundo, un parpadeo y frente a ellos se extiende una formación de hombres y mujeres en azul y plata, Dean piensa que Cass tenía razón, esas armaduras le harían las cosas más sencillas para determinar quién era enemigo y quién no. Pero ver esa formación frente a ellos intimida, están allí y ya todo es inminente, debería sentir aprehensión y lo que siente es ansiedad por empezar, la respiración se hace más profunda, el corazón late fuerte en su pecho, el bombeo de su sangre se incrementa y la adrenalina lo recorre con un disparo de energía, una sonrisa animal se libera en su rostro y los ojos se achican localizando a su enemigo, estudiando, pensando, todo instinto, el felino de caza.
Como ha venido sucediendo desde hace un tiempo, la sensación de Dean se abre paso más allá de su cuerpo y circunda a su gente, sus soldados y éstos se impacientan por empezar.
Sam ha localizado a su presa, Michael, “Adam” piensa, está al frente, como él y los mira con odio, pero sobre todo a Dean, “por supuesto, él te dijo que no” piensa el menor. Pero debería estar mirándolo a él, porque él no va a dejar que esa bestia de carga sin pensamientos propios se acerque a su hermano.
El mayor observa al arcángel, se miden con las miradas, son enemigos jurados, Michael le robó un hermano al hombre, Dean le robó un destino al ángel.


De pronto sus ojos se encuentran con otro grupo, rojo y negro por todos lados, los demonios han llegado y todos los invitados están presentes, la fiesta puede comenzar.
Los corazones laten agitados, los sentidos se expanden e intensifican, el aire parece cambiar de estado y los animales no se escuchan por ningún lado.
La naturaleza parece preparada para el momento, el viento se detiene, las nubes en el cielo, los trinos de los pájaros, todo a punto para ese minuto en la historia del mundo.
Michael alza su brazo, parece que los ángeles atacarán primero, y Dean cuenta con eso, con la arrogancia de seres superiores, se posiciona para impartir su propia orden y mira una última vez a su familia y amigos, un flash final de sus rostros antes de bloquear toda familiaridad, todo pensamiento que no sea luchar.
La primer línea de ángeles avanza y el rubio grita, se adelanta en verde y dorado un frente de un ángel, un hombre, un demonio, trescientos seres moviéndose al unísono, veloces y cuando ambos bandos están a punto de entrar en contacto una voz grave los alcanza y ángeles y demonios bajo su mando vuelven de reverso sus escudos y en ellos grabado a sangre el sigilo contra las fuerzas celestiales, los humanos entre ellos extienden sus dos manos heridas y las posicionan sobre esos escudos.
Un grito gigante multiplicado por cientos se alza en el valle y la luz hace cerrar los ojos a los presentes.
Y la batalla comienza.
Poco a poco el verde manto que los sostiene se tiñe de rojo y se mezcla en él la sangre de muchas criaturas, hermanadas en la muerte como no lo estuvieron en la vida. La pureza del lugar empañada por la violencia y algunos corazones lloran mientras las manos siguen cercenando vidas.
Amigos y enemigos yacen con sus cuerpos mancillados y los guerreros no reparan en ellos, no tienen tiempo para eso, ni para reconocer, ni lamentar, sólo para sobrevivir.
A diferencia de las huestes de la profecía, aquellos que luchaban por un nuevo futuro lo hacían unidos, así se encontraba a un ángel o demonio rodeado por dos o más seres incompatibles defensores de la Tierra, la falta de cooperación entre los primeros hacía posible el pesado trabajo de los segundos.
Dean se mueve entre su gente ayudando, ordenando, apuntalando y salvando.
Sam encuentra su objetivo y su objetivo lo encuentra a él, se miden segundos y se vuelcan uno sobre otro, impactan con la fuerza de un tornado y la onda de choque se expande por el campo afectando a varios soldados en las cercanías.
La guerra empieza y se perpetúa por horas.
Es sangre, es dolor y horror, olor metálico en el aire y la pestilencia de la muerte en cada inspiración. Es llanto, gritos y súplicas, risas crueles mezcladas con sacrificios nobles. Es guerra y las guerras sacan lo mejor y lo peor de cada ser, no puede uno esconder su naturaleza cuando ésta se libra de toda civilización.
Sam lo da todo, en cada golpe en cada acción se deja las fuerzas castigadas, pelea contra Michael con doble desventaja, la primera que el arcángel siempre ha estado destinado a matarlo no a perder, la segunda que debe proteger a la gente tras él, no puede darse el lujo de liberar toda su energía, debe contener la suya y la del ángel.
Pelea y en cada movimiento siente al ser prisionero en su interior culebrear violento por la liberación, con terribles deseos de llevar a cabo su destino, pero Sam lo mantiene encerrado, lucha contra mucho, demasiado, contra dos enemigos y un camino trazado, pero aún así lucha. Se lo debe a la gente allí abajo, se lo debe a su hermano, a sí mismo.
Cada batalla tiene tiempos extraños, en ocasiones sólo una caída, un traspié puede significar el fin de todo lo alcanzado, a veces es sólo un golpe, uno a la boca del estómago, uno que roba el aire de los pulmones y te tira sin fuerzas sobre las rodillas. Un sólo golpe y el enemigo te toma de las ropas, te mira a los ojos y eres capaz de ver en las pupilas dilatadas de quien fuera tu desconocido hermano tu muerte dibujada y sabes, en un lugar extraño del ser humano que aún no ha sido identificado, sabes que él ha ganado, que tú has perdido, deseas buscar otros ojos, unos verdes, deseas una despedida pero no se te permite, el brillo de la espada te ciega y la certeza de tu fin se cierne sobre ti, un instante en el tiempo, un segundo de minuto que se llevara tu existencia.
Dean se ha mantenido firme en la batalla, verlo es como ver una obra de arte cobrando vida, los humanos miran de reojo cada movimiento certero, preciso, no se desperdicia tiempo ni energías cuando existe manera más sencilla de quitar una vida. Es un depredador, un guerrero por derecho propio y los más antiguos, los ángeles y demonios, pueden ver en ese hombre un vestigio del pasado, de viejos héroes de guerras olvidadas. Pero al hombre no le importa, su mente se concentra en una sola cosa, mantenerse vivo hasta hallar el gatillo que pueda disparar la utilidad de su secreto, su afán es tan intenso que no registra cuántos mata, ni la facilidad con que lo hace, no piensa sus golpes, es instinto y práctica dirigiendo cabeza y cuerpo. Ve gente morir pero se prohíbe ver sus rostros, no quiere reconocer entre ellos a sus seres queridos, a sus amigos, siente la sangre que lo cubre bañando sus ropas y carne, no le interesa saber si es propia o ajena. Durante mucho tiempo se dedica a matar cuanto se le cruza hasta que un enemigo diferente se para frente a él, de repente todo lo que ha mantenido oculto y enterrado sale a la superficie, porque él ha notado el despropósito de su tarea pero prefería ignorarlo, la ignorancia se pierde cuando ve a quien debe matar porque él no puede hacerlo. Él sabe que su tarea está torcida, porque su tarea es proteger, él debería estar protegiendo a la gente, no matándola y cada demonio, cada ángel que ha caído bajo sus manos ha sido un humano inocente que ha muerto, uno al que él debería haber salvado, no asesinado. Sabía que eso pasaría y por esa razón mantuvo su mente callada, pero ahora grita desesperada de atención y él reconoce que no podrá hacerlo, no podrá usar su arma y acabará muerto. Sin embargo no lo hace, porque otro le roba la decisión, justo cuando el demonio frente a él lo tiene bajo su dominio Castiel lo ajusticia sin miramientos, deja el cadáver caer bajo su propio peso y ayuda al hombre a ponerse en pie.
Él ángel regresa a la lucha después de una asentimiento fraternal pero Dean no se mueve de su sitio con la vista clavada en el cuerpo inerte, no puede evitar sentir lástima, el vacío que ha tenido tanto tiempo dominado se agita impaciente por reventar su cáscara y el hombre no puede quitar la vista de los restos, era un demonio, lo habría matado, pero también era humano, más que eso, era tan sólo una niña.
Y Dean es un hombre con una herida en el alma que sólo se abre más después de eso, busca con la mirada, busca una silueta alta, busca a su hermano, la persona por la que él podría seguir cuando está tan hundido en su propia mierda. Lo busca y lo encuentra, lo encuentra y el tiempo se detiene en un instante exacto.
La realidad estaba frente a él, inalcanzable a sus actos, dibujada en esa colina como si fuera un grabado bíblico, el arcángel enfundado en plata con sus ropajes al viento y la espada alzada, la serpiente en el piso mirando a su ejecutor esperando casi con resignación el golpe de gracia.
Pero esa no es la serpiente, no es Lucifer, no es el ángel caído, es Sam, es su hermano, y el otro tampoco es sólo Michael, también es Adam, también es su hermano. Los dos inocentes de toda culpa, los dos almas amables controladas por un destino mayor, injusto y egoísta. Mira al arcángel y ve el odio que emana de él, odio por ese hermano que lo obliga a matarlo cuando es obvio que lo ama. Y ve al otro, a Sam, su Sammy, no odio en su mirada, sólo tristeza, porque a pesar de todo su hermanito es aún él, ese ser bondadoso que Dean cuidó una vida entera.
No puede pensar en Yellow Eyes, no puede recordar la sangre de demonio, Ruby o Lilith en esos momentos, porque lo único que ve pasar por su mente es a un bebé llorando sólo en la noche, su primera sonrisa que disfrutó junto a su madre, su primer paso en la vida festejado al lado de un padre bañado en llanto, la primer palabra que salió de su boca, la primera vez que le pidió extendiendo sus bracitos que lo alzara, la primer letra que leyó, la primer vez que preguntó por mamá, su primer llanto de corazón cuando supo que jamás tendría una, el primer día de clases, la primera chica que le gustó, el primer beso que recibió, el día que perdió la virginidad, el miedo de su primer caza y el pánico de la primer muerte provocada. Sus días y noches juntos, las sonrisas compartidas, las bromas gastadas, los llantos serenados, sus vidas unidas, entrelazadas.
Ese que está a punto de morir no es Lucifer, no es el hermano de Michael, es el suyo y va a morir, lo va a perder otra vez y ésta no podrá soportarlo, el golpe aún no se ha efectuado y él ya se sabe vencido.
Antes de que la espada caiga sobre el pecho del gigante el rubio pierde la fuerza de sus piernas, las rodillas se doblan bajo un peso inerme, entierra la cabeza en el pasto cubierto de sangre y la tapa con sus brazos. Dean cae, Dean se vence a sí mismo porque simplemente ya no puede seguir empujando su vida cuando el motivo de ello se pierde, él ama a otras personas, pero eso es diferente, Sam no es sólo alguien a quien ama, es alguien a quien pertenece y le pertenece, es su hermano y es mucho más, es la persona que lo mantuvo vivo, que lo mantuvo humano, aquel por el que cambió su vida y su alma, es mucho más que un hermano porque también es su hijo en aspectos más amplios que la sangre, Dean dio cada parte de su ser a ese hombre, le brindó más de lo que tenía y sacó fuerzas de la nada sólo para no decepcionarlo y protegerlo. Nadie sabe por qué Dean tiene esa relación con su hermano y él sabe que sólo vive por haber tenido a Sam, todos creen que él se dedicó siempre a cuidarlo, pero si él no hubiera tenido un hermano que cuidar habría muerto hacía mucho tiempo y en sentido más vasto que la sola pérdida de la vida.
Dean le debe mucho, demasiado para seguir luchando si lo pierde, porque para darle un futuro a Sam es que pelea.
El dique de pura voluntad que mantiene los pedazos de su alma apretados se raja y éstos se separan ocasionando un dolor físico insoportable, el dolor sacude la tela de la cordura que se ha ido desgastando cada segundo de su amarga existencia y finalmente sede disgregada ante la invasión de una pena demasiado grande para ser repelida. La oscuridad lo cierne y se lo lleva con ella.
El general cae y otros lo advierten, un padre, un abuelo, amigos, ángeles y también ven la oscuridad que lo rodea porque no es sólo una mente jugando juegos crueles, es real, es la oscuridad que despide un alma moribunda.

Continuará...


No me odien, mañana traigo la conti! :D

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