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miércoles, 13 de abril de 2011

Misión - Capítulo 24

Bueno, acá estoy, una vez más intentando hacer buena letra...es para que no me reten, que ya lo han hecho ¬¬ (ya sabrá la persona indicada que estoy hablando de ELLA) , jejeje :P



Capítulo 24

DÍA 27

Dejar ir a aquellas personas que habían dado cierta atmósfera familiar al ambiente del campamento no había sido sencillo, los ánimos decayeron de inmediato, Sam y Dean no estaban exentos de esa sensación. Volver al trabajo cuando la lucha era inminente y los buenos momentos escasos no ayudaba, lo único que les alegraba era tener entre ellos otras personas que les eran queridas y el uno al otro.
Después de meditarlo Dean ordenó que los entrenamientos volvieran, trabajar también podía ser una forma de olvidar, pero primero estaba el deber, Sam y el mayor se dispusieron a comprobar en detalle que cada equipo individual estuviera completo.
Se ordenó a todo el campamento prepararse y estar listos para la revisación, eran miles y no sería un trabajo sencillo, separaron un grupo de los más viejos, aquellos con más experiencia, se destinaron, contándolos a ellos, cincuenta para revisar más de cinco mil, pero divididos de esa manera tenían poco más de cien cada uno.
Los puntos a revisar eran unos cuantos y cada unidad podía tener unos u otros así que la cosa tiraba para largo.
Los cazadores estaban formados en hileras por todo el valle, cuando Sam salió de su dormitorio no pudo más que detener sus pasos unos instantes y contemplar la imagen que se desplegaba a sus pies. Los había visto entrenar muchas veces, pero nunca a todos juntos, nunca en el lugar donde se llevaría a cabo la batalla, sabía cuál era su situación, pero tener allí esa aclaratoria visual de lo que les esperaba le estrujara el corazón y encogía su estómago.
Eran imponentes, tantos y tan pocos a una vez, todos vestidos con los petos conseguidos por Castiel y por primera ocasión los veía como un ejército, pequeño pero real. Una formación en dorado y verde se extendía a lo lejos y eran personas destinadas a proteger la Tierra, eran soldados.
-¿Vamos? - dice su hermano a quien no había oído llegar.
Dean no viste la armadura, va con sus ropas de todos los días quedando fuera de lugar en un sitio que parece sacado de la Tierra Media*. Juntos se dirigen a sus puestos y se separan sólo para llevar a cabo su labor.
“Puntos a revisar” se recuerda Dean:
“Sello anti posesión grabado a fuego en los petos.”


“Granadas con aceite bendito” se alegra de haber contado con la ayuda de Bobby y otros geniales cazadores capaces de crear esa arma que podría atacar directo a los ángeles.
“Molde cortante con la forma del sigilo” esa había sido idea de Cass, no estaba mal pero jodía bastante tener que andar presionando la manos contra la forma afilada, ésta dejaba grabado el sigilo a sangre lo que permitía con sólo presionarlo contra un ángel hacerlos desaparecer, aunque no fuera más que por minutos era de ayuda, doloroso y molesto, pero de ayuda.
“Espadas para matar ángeles y cuchillas para los demonios” cada una con sus correspondientes grabados que le permitieran causar mayor daño al enemigo, hechizos en enoquiano y latín por todos lados.
“Que cada uno sepa dos exorcismos, el destinado a las fuerzas celestiales y el que le tocaba a las fuerzas infernales” y se sentía como una profesora de las viejas tomando lección oral a sus alumnos.
Ash había conseguido descubrir muchas cosas y entre ellas estaba el hecho de que la figura de exorcismo de la medalla de San Benito servía tan solo al tacto, razón por la que todos portaban colgando de sus cinturones una estampa bendecida de la misma del tamaño de un puño realizada en plata, con presionarla contra la piel de un demonio éste sería exorcizado.

Exorcismo de San Benito:
Crux Sancti Patris Benedicti (Cruz del Santo Padre Benito)
Crux Sacra Sit Mihi Lux (Mi luz sea la cruz santa)
Non Draco Sit Mihi Dux (No sea el demonio mi guía)
Vade Retro Satana (¡Apártate, Satanás!)
Numquam Suade Mibi Vana (No sugieras cosas vanas)
Sunt Mala Quae Libas (Pues maldad es lo que brindas)
Ipse Venena Bibas (Bebe tú mismo el veneno.)


“Otro punto” se recordaba Dean y algunas de las cosas eran automáticas, sal, agua bendita, aceite bendito de repuesto.
Mirar a toda esa gente con su uniforme, sus armas y las varias bolsitas que cargaban le daba un poco de risa, si no fuera él quien debía comandarlos probablemente se doblaría en dos por un ataque de risa, pero no le quedaba otra que morder sus labios conteniendo la carcajada.
Ni hablar tenía de algunas de las otras criaturas, los hombrelobos, vampiros y otros que se olvidaba qué eran o prefería no recordar, éstos, la mayoría al menos, no habían aceptado ninguna de sus protecciones pero cargaban con varias de las armas que consiguieron y se formaban entre los mismos hombres que habían dedicado sus vidas a destruirlos. Sí, debía morder más fuerte el labio, quizás hasta sacarle sangre, así olvidaría esa sensación no muy saludable que experimentaba en el estómago.
Se les pasó la tarde dedicados a una labor extenuante que sólo servía para hacer olvidar un poco a la gente la situación en la que estaban.
La última orden fue la de elegir uno cada diez hombres para que tuviera a su cargo a los otros nueve, una manera de que el control fuera más eficiente. Se decidían siempre por los mayores, todos ellos eran profesionales, poner unos sobre otros era complicado así que recurrían a la carta de la antigüedad. Curioso que el general apenas superara las tres décadas. Aunque claro, pensándolo bien, tenía varios más guardados en algún lado, más de un par de milenios.
Sam veía a su hermano y la disposición de las tropas, Dean comandaba, tenía a cincuenta hombres que respondían por cien cada uno bajo su mando y éstos contaban con otros diez que respondían ante ellos. Él no tenía a ningún grupo a quien dirigir, él estaba destinado a Michael en exclusiva, esperaba dar el talle necesario.

DÍA 28

-Quiero hablar contigo hijo.
Que su padre decidiera así de la nada conversar con él lo ponía nervioso, aún se sentía culpable por haber peleado con él el mismo día de su muerte, pero también se le juntaba la bronca por cómo los había tratado toda la vida, en especial a Dean cargándolo con responsabilidades que no le correspondían y negándole a él conocer la verdad de las cosas.
-¿Qué pasa?
John mira al hombre frente a él, siempre le sorprende ver la altura de su hijo, pero ahora también se le cuela la sorpresa de ver unos ojos tan distintos a los que dejó cuando vendió su alma. Dean había cambiado, pero Sam parecía otro en muchos aspectos, su hijo lo descolocaba.
-He intentado hablar con Dean pero no me escucha.
Sam se sorprende de saber que su hermano no quiera prestar atención a las sugerencias o lo que fuera de su padre cuando se había pasado la vida obedeciendo sus órdenes.
-¿Por qué?
-Quiero saber lo que ha pasado estos años, hablar de lo que pasa ahora – le mira con tristeza – Despedirme, si es posible, no quiero irme como la última vez y la posibilidad de nuestra muerte es amplia...
-JAJAJA!!! - ríe Sam – Dios!, con razón no quiere escucharte.
-Sammy...
Sam lo interrumpe negando con la cabeza y con la sonrisa aún jugueteando en los labios.
-Papá, ¿es que no conoces a Dean?, nunca aceptará que podemos perder, probablemente ni siquiera sea capaz de pensar en la probabilidad de que eso suceda. No es que no se dé cuenta de que eso puede pasar, es que no puede permitirse el lujo de que le afecte ese pensamiento.
-La última vez...
-La última vez lo salvaste de la parca y le arruinaste la vida. ¿Por qué lo salvaste?¿Porque era tu hijo y lo querías lo suficiente o porque no creías poder con la tarea que le encomendaste a él?
Y ahí tiene John la pregunta que esperaba de Dean cualquier día, es lógico que no sea el mayor de sus hijos el que la plantee, no sabe si es porque acepta las cosas como son o porque tiene terror de la respuesta, pero Sam no es así, el menor siempre quiere saber y no le importa si su padre lo quiere o no porque él siempre tendrá a su hermano mayor que lo quiera. John sabe que eso se debe a la inseguridad de Dean, una de la que él es el único responsable.
-Lo hice por muchas razones.
-Compártelas – presiona el muchacho
El hombre no quiere hablar de ello, no quiere analizar su propia decisión pero sabe de sobra que no va a librarse ahora.
-Demonios Sammy, tu eres como yo, ¿por qué lo harías tú?
-Porque lo amaba y me sentía culpable, por eso intenté hacerlo yo.
Confiesa el muchacho y una pieza más de información pasa a formar parte de los años perdidos del padre.
-Él había dado su alma por ti y tú querías corresponder – John agacha la mirada como suele hacerlo cuando debe hablar desde el corazón – Imagina que tu hijo sepa que estás poseído porque un demonio le ha dicho algo amable – nota la sorpresa en Sam – Nunca te lo dijo ¿verdad?, no se dio cuenta que no era yo porque era sólo distinto, se dio cuenta porque sabía que yo le habría gritado por usar esa bala que salvó tu vida – suspira fuerte – Lo peor es entender que tenía razón, si hubiese sido yo mismo ese día no le habría dicho nada agradable. Estaba furioso y cuando tu no me disparaste mi furia creció, estaba ciego a nada que no fuera matar a ese demonio...Después, cuando tuvimos el accidente y él estaba muriendo....no podía dejar de pensar en eso. - mira al muchacho a los ojos – Mi primogénito estaba muriendo, había dedicado mi vida a la venganza, ¿de qué me servía matar al ser que asesinó a su madre si no era capaz de mantener vivo a nuestra descendencia? De repente entendí que desde la muerte de Mary yo ya no había sido un padre, cuando antes había hablado contigo y te conté que no sabía cuando me había convertido en el sargento, lo que no te dije fue que no lo lamentaba, pensaba que así debía ser, no era lo que quise en un principio pero era lo que debía ser. Pero estando allí en el hospital...empecé a recordar sus vidas y por primera vez me arrepentí. Me pregunté cómo habían logrado llegar a adultos a mi lado – pasa una mano por su frente – Entendí que no había sido así, tu Sam, habías sobrevivido gracias a Dean, siempre supe que él cuidaba de ti y me aproveché de eso, no sé si fue consciente o no, pero me era útil. Yo sobreviví gracias a él también, recuerdo algunas veces que volvía junto a ustedes y él esperaba despierto con la comida lista y una botella de cerveza preparada, no era más que un niño y esperaba a su padre hasta cualquier hora. Dean, él no sé cómo lo hizo, me lo he preguntado a veces, qué motiva a alguien a seguir, qué lo lleva a tener la fuerza de sobrevivir y aún preocuparse por otros. Estaba tirado en una cama y no me quedaba otra que pensar y no pude recordar un sólo gesto amable para con tu hermano desde que era un niño de cuatro años. Lo único en que pude pensar fue en el anillo – Sam le mira sorprendido.
-¿El anillo, el que siempre llevaba Dean?
-Sí, un día le vi viendo esa cosa, era sencilla y sin grandes atractivos, pero Dean la miraba como si fuera mágico, no lo pidió, claro, no puedo recordar que pidiera algo nunca. Estábamos en una cacería, tú te quedabas con el Padre Jim. Teníamos el rastro correcto pero se puso complicado, Dean me dijo que no fuera por el camino que había elegido, me dijo que sentía que algo estaba mal...
Sam sonríe, Dean y sus sentimientos de lo incorrecto solían estar acertados, le había tomado tiempo aceptarlo, pero era cierto, tenía un gran instinto para ellos.
-No le presté atención, no era más que un muchacho que no sabía nada, no me iba a decir lo que debía o no hacer, para resumir debo decir que tenía razón, me metí de lleno en una trampa y si no fuera por tu hermano no hubiera contado el cuento, me salvó la vida ese día, fue la primera vez. No pudimos irnos de inmediato porque él había sido herido y tenía que guardar reposo un par de días. Cuando salí a comprar la comida vi el anillo, se lo compré, sentí que se lo debía, si lo hubiera escuchado todo habría salido bien, se lo regalé diciéndole que le debía la vida – John sonríe con el recuerdo – Estaba feliz, lo vi en sus ojos y me dio más gracias por el estúpido anillo de las que yo le di por mi vida. Ese fue mi último gesto amable.
Queda en silencio unos instantes.
-Yo pensaba en todas esas cosas y tu hermano se moría, pero entonces recordé los tratos demoníacos y me lancé a uno. ¿Por qué? Porque era mi hijo, porque tu ibas a necesitar ayuda y de seguro él era más capaz que yo en eso, porque lo quería y respetaba pero sobre todo.....Sam, por sobre todo porque se lo debía, yo le robé la vida, le debía otra, no era mejor, pero aún era otra posibilidad para él.
-Lo dejaste atrás con una responsabilidad más grande que nunca.
-Lo se.
-¿Sabes que nunca lo habría hecho? - John lo interroga en silencio – Nunca me hubiera matado, se lo hice prometer, pero creo que aún así no lo habría hecho.
-Tal vez por eso lo dejé a él con esa tarea.
Sam tuerce la cabeza buscando entender.
-¿Estás diciendo que tú sí me hubieras matado?
-No lo sé, ¿cuál fue tu primer instinto cuando era Azazel?
El muchacho reconoce sus sentimientos.
-Matarte.
-Lo habrías echo si Dean no hubiera estado ahí, te detuviste por él, por lo que él te enseñó sobre qué cosas eran importantes en la vida. No sé si yo te habría matado, pero estoy seguro que no habría podido cambiar una decisión tuya.
Sam se hunde en sus pensamientos al igual que John y permanecen así unos minutos.
-No te despidas de Dean, no le harías bien, lucha para no tener que arrepentirte de no haber dicho adiós.
Sam se marcha dejando al hombre con esas últimas palabras. Sus hijos eran hombres, mantenían una relación extraña de dependencia que nadie entendía, pero él sabía que la humanidad le debía su existencia a esa relación.
No diría adiós, esperaba no arrepentirse.

DÍA 29

Un día y el juego empezaba, un último sueño y la verdad aún se le escapaba, tenía en su interior la seguridad de contar con una verdad importante y la impotencia de no poder alcanzarla.
Los nervios estaban a la orden del día y algunas escaramuzas se escuchaban de vez en cuando, muchos descansaban, el último respiro antes de enfrentar la muerte, otros seguían con las prácticas intentando matar con el sonido de las armas el de su corazón y cabeza.
Ellos habían elegido luchar, todos los que estaban ahí habían escogido entre quedarse en el paraíso o pelear por la Tierra y aquí estaban. Él y Sam no habían contado con la opción, simplemente no habían tenido otra.
No podía cada día dejar de pensar si había una razón real para ser elegidos para estas tareas. ¿Por qué juntar a sus padres y sólo a ellos?¿Por qué él debía ser la espada de Michael?¿Por qué su hermano el recipiente de Lucifer?. Una y otra vez las mismas preguntas, una y otra vez la nada de respuesta.
Recordaba esa frase que decía que Dios había hecho al hombre a su imagen y semejanza, ¿es que el tipo no entendía lo que les hacía pasar?¿o era tan imperfecto como el mejor ser humano?. No tendría sus respuestas, ni aún muerto las tendría, muerto estaría condenado a vivir en una matrix personalizada.
No parecía justo, no era justo, pero no había nada que pudiera hacer.
-Mañana,¡ eh?
-Así es.
-Dean...
-Sam, te juro que como empieces como papá a intentar despedirse te pego en la nuca y te desmayo hasta mañana.
-No venía realmente a eso, pero dudo que pudieras pegarme ahora
El mayor le dedica una sonrisa pícara y el menor duda sin querer de sus propias palabras.
-¿A qué venías entonces?
-Bueno, quieras o no hablar de ello, mañana podría ser nuestro último día, quería pasar éste tiempo contigo.
Dean lo mira, es una de sus miradas extrañas, esas donde no muestra nada pero parece recabar todo.
-Vamos a ganar esto Sammy y cuando termine tú y yo nos vamos a ir a ver el Gran Cañón, me lo debes.
Sam sintió el corazón doler, no tenía tantas esperanzas como su hermano, si es que el otro realmente las tenía.
-Sólo quiero estar acá Dean, contigo, pasar un rato juntos, ser tú y yo de nuevo.
-¡Jajaja! Pensar que querías una vida normal hermanito, ha pasado el tiempo.
Aún Sam recordó eso con una sonrisa.
-Quise eso, pero visto como iban a darse las cosas ha sido mejor esto. No te culpo Dean, ¿lo sabes, no?
-No lo digo por eso Sam, ninguno ha tenido la culpa, alguien más poderoso nos metió en esto. Pero sí que ha pasado mucho desde entonces.
El menor mira al otro con añoranza.
-Me parecen recuerdos tan lejanos que a veces siento que no son míos o que son de una vida pasada.
-Otra vida, ah?...Sí, también yo siento así a veces.
-¿Con respecto a qué Dean? Tú has vivido más o menos esta vida siempre.
Un sonido de resoplido.
-Recuerdo el tiempo en que era pequeño, cómo era papá en esa época, lo lindo que era despertar con mamá cerca, incluso verte a ti cuando hiciste tu primer sonrisa. Son mis únicos recuerdos de una vida diferente. Quizás no fuera más que un niño, pero lo recuerdo y era tranquilo, era feliz, también tu, mamá y papá. Normales.
Sam no quiere seguir hablando de ello, no lo recuerda y sólo ha visto pedazos rotos de una vida perdida que él nunca sintió como propia.
-Hablé con papá.
-Mierda Sam, no empieces con él.
-Me contó lo del anillo.
Ahora sí que Dean lo mira extrañado.
-¿Por qué dejaste de usarlo?
El rubio revolea los ojos en señal de fastidio.
-¿Qué importa eso ahora?
-Es curiosidad.
Pasan unos minutos y teme que su hermano simplemente no le cuente, pero sólo se ha estado buscando las palabras correctas.
-Me fue dado por salvar una vida, perdí el derecho a usarlo en un punto.
-¡Jejeje! Sólo tu Dean, sólo tú podías pensar eso.
No iba a discutir con su hermano, no tenía sentido hacerlo ver algo que nunca aceptaría, ya había aceptado que Dean nunca sería capaz de ver lo bueno en él. Sólo podía pedir estar cerca y ayudar cuanto pudiera.
Pasaron la tarde juntos y con el paso de las horas se les fueron uniendo otros, al caer la noche había en la colina un pequeño grupo de gente hablando y riendo como si el mundo no pudiera terminar al día siguiente.

DÍA 30

El día empezaba y era EL día, pero también había sido la noche, el sueño estuvo más vívido esa noche que en ninguna otra y finalmente sabía qué le faltaba, sabía qué debía usar, lo que no entendía ahora era el cómo y no le quedaba tiempo para averiguarlo.
Se levantó muy temprano, mucho antes de que despuntara el sol, se preparó con las ropas que le tenían destinadas y acomodó todas las armas que le serían necesarias, lo último en ponerse fue el peto al que hubiera renunciado con gusto, se lo colocó con facilidad, como si lo hubiera usado una vida entera, al sentirlo sobre el cuerpo le pareció que estaba hecho para él, se adaptaba a la perfección a cada uno de sus músculos. Al terminar de vestirse una energía lo recorrió desde el pecho a cada parte del cuerpo, se sentía bien, seguro, al mando, una tranquilidad extraña lo invadió y la calma lo rodeó como un bálsamo.
Salió de su habitación y dio la orden para que empezaran los preparativos, en un par de horas todo mundo estaba listo para lo que se les venía. Se encaminó a la colina que había sido sitio de sus contemplaciones, desde ella se veía todo el valle, su gente estaba en pie y presta para la acción.
Sam se dirigía al mismo sitio que su hermano, él llevaba las mismas ropas y estaba seguro que Dean se sentía tan ridículo como él, pero al estar a sólo un par de metros de descubrió algo diferente. Dean miraba hacia la hondonada, observaba el movimiento de las tropas y el menor pudo sentir la tranquilidad que el otro irradiaba.
-Es el día Sammy.
Sentenció el mayor si volver a ver al castaño.
-¿Qué piensas?
Su hermano se vuelve a verlo, una sonrisa traviesa en el rostro y los ojos brillando con los primeros rayos del sol.
-Pienso que es hora de patear traseros.


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El hijo de la niña corazón nació y ella veía en la belleza inusitada de su retoño al hombre que no lo era, donde más lo veía era en sus hermosos y expresivos ojos, unos en los que siempre se adivinaba el amor que daba.
El padre del hombre que no lo era estaba feliz en su tristeza porque su hijo que ya nunca sería, el hijo que había elegido a la humanidad, aquel que se había alzado con el título de Oficial entre los suyos, el hijo que había tenido la misión de encontrar la razón de una esperanza y terminó convirtiéndose en ella, ese hijo, viviría aquello por lo que moría, viviría una vida humana.
Kannon'el se llamaba su hijo y Kannan llamó la niña a su descendencia. Una última frase se le escuchó decir al padre del hombre que no lo era antes de dejar ir para siempre la gracia de su hijo destinando su último haz de luz al niño recién nacido.
La humanidad tendrá esperanza y su nombre será ALMA”



*Tierra Media: mundo creado por J. R. R. Tolkien en sus libros “El Hobbit”, “El señor de los anillos” y magistralmente explicada con todos sus impecables detalles en “El Silmarillion”.

Continuará...



Mañana...la batalla empieza O.O!
Besitos y Muy buena suerte!!!

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