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viernes, 15 de abril de 2011

Misión - Capítulo 26

Se me están cambiando los horarios de sueño y por eso publico a cualquier hora, lo siento!!! Como sea, les traigo el nuevo capi!!
Me gustaría que me dijeran qué piensan de éste, pero además, tengo un secreto que confesar. Mientras escribía la historia, también la publica por otros lados, resulta que estaba yo tan ansiosa de escribir el final que olvidé agregar un detalle...¿quieren que lo ponga en ésta versión o lo dejo como quedó en el original? Ustedes deciden.



Capítulo 26


Oscuridad, silencio, no era más que su interior, vacío.
Ese era él, ese su ser, podría andar una eternidad y no encontraría nada. Porque lo había querido así, ¿acaso no lo sabía una parte de él?.
Lo sabía.
Lo sabías desde que Sammy se fue en un viaje sin escalas al infierno y en lugar de volar la tapa de tu cerebro como deseaste cumpliste la promesa aceptada, porque él lo pidió, porque él es todo lo que tu llegarás a ser y no puedes renunciar a eso, aún cuando no seas más que el eco sin percusión de un estúpido pedido sin sentido. Por qué, ¿qué sentido tenía pedirle a un hombre muerto que siguiera viviendo?, el simple hecho de que ingrese aire a tus pulmones no te hace pertenecer a la categoría de vivo y tú hace mucho que has dejado de hacerlo.
Un año viviendo en la muerte, un año en que regresa la esperanza vestida de hermano, la nueva guerra, el nuevo cometido, el nuevo papel otorgado y tu disfrazas tu vacío con sarcasmo y sonrisas deslumbrantes, abrazas, besas, alientas, hasta das discursos e incluso amas, lo haces sólo por una razón, has soñado durante meses con el secreto de la victoria, uno que se te escapó por un tiempo, pero entras a la batalla con el conocimiento fresco en la lengua, palpando con la esquina de la inconsciencia un significado mayor, uno que no sirve de nada si tu hermano vuelve a dejarte.
No sirve, no sirve, no sirve, no sirve, no sirve, no sirve, no sirve...
Nada sirve si tu hermano no está a tu lado o en el mundo a salvo.
Porque luchas por él, que nadie se olvide que lo haces por él, para darle una vida, para acercarle paz, tranquilidad, felicidad...libertad.
Que no olviden que no es por ti, a ti no te importa qué pasa contigo, nunca te importa. Hace tiempo asumiste que tu vida está ligada a la de ese hombre, ni siquiera recuerdas cuando, si lo hicieras sabrías que elegiste tu camino hace ya muchos años, que no lo hizo tu cabeza, lo hizo tu corazón. Los destinos se entrelazan, pero Dios no deja sin esperanza a nadie, ni siquiera a un pequeño que apenas pronuncia palabra en cuyas venas corre salvaje la maldición del demonio, es posible que nadie lo entienda, que tu no lo entiendas, pero a veces la esperanza se viste de dorado y verde, salpicada de pecas y de escasos seis años de edad, a veces, sólo a veces, cuando uno está a las puertas de la muerte se te concede la posibilidad de la elección, ¿te vas con tu madre o...?, y el ser que pregunta nunca escucha la respuesta, la ve reflejada en un acto, cuando el niño de grandes ojos esmeraldas no lo piensa un segundo antes de correr a sostener a aquel que sólo conoce una palabra y la repite como una oración sagrada y en la noche sólo se escucha el eco del mantra bañado de llanto necesitado “De, De...Deeeeeeee”
Es tu misión proteger y la asumes desde tu infancia, cuidas, enseñas, marcas el camino, nadie te da la fuerza, por eso se te elige, porque tú haces esa fuerza, la moldeas, la obtienes aún cuando la creías agotada porque tu misión es demasiado importante para ti, es mantener a salvo un alma bondadosa contaminada de destino.
No lo sabes, no con tu mente, pero lo sabe tu corazón, lo sabe tu propia alma y es así como tu vida se convierte en la vida del otro. Y sólo eres capaz de ser si el otro es y existes si el otro existe. Porque sus almas se juntaron, distintas, fuertes, únicas, hermanas. Pero la misión no es del pequeño, es tuya, es tu misión salvar y en un sueño encuentras la respuesta y en la locura encuentras las palabras y estas se forman en tus labios, las saborea la lengua y salen libres desde el aire de tus pulmones, suenan claras en el campo de batalla, calan hondo en oídos sensibles, son palabras sagradas, dichas sólo una vez antes pero nunca usadas.
Las palabras suenan y se extienden, son escuchadas y aquello que ofrecen es aceptado porque las palabras son la llave del cofre de la única gracia que queda guardada, la caja se abre y la esperanza flota, la oscuridad se vuelve luz blanca, la sientes crecer en el pecho cálida, poderosa, sabes lo que das, ahora sí, hoy sí, hoy lo das todo, das lo último que te queda, aquello que te ha mantenido de pie cuando deberías haber estado implorando en el suelo, es el último paso, la última acción que asegure tu misión, esta vez la cumplirás, SALVARÁS, no sólo a quien motiva tu acto, salvarás aquello que siempre estuvo destinado a ser resguardado, porque tu misión tiene nombre, tu cumples con ella, tu misión es esperanza.

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-¡¡DEAN!! - grita desesperado John cayendo junto a su hijo, toma su cabeza y la levanta, le rompe el corazón el rostro desgarrado que observa sin entender de qué se trata.
-DEEEAANN! - gritan otros y se apersona Castiel junto a Christian.
Las palabras salen de los labio deslucidos, las escuchan claras, reverberan en un eco hermoso.
-BAGLE MONONS OL DLUG OZ GAH.
Castiel da un paso atrás entre sorprendido y asustado.
-¿Qué es? - exige saber el padre -¿Qué dijo?
El ángel lo mira con los ojos abiertos desmesurados.
-Es enoquiano, el dijo…
No tiene oportunidad de completar la frase. Del hombre caído a sus pies comienzan a manar haces de luz, antes de lograr ponerse a un lado Dean ha desaparecido, pero un brillo captado por el rabillo de los ojos les dirige la mirada al lugar donde aparece y son testigos de la escena que saben ha provocado la expresión que han visto en ese rostro.
Michael está impulsando su espada y se le dibuja una sonrisa de victoria mientras los ojos se le anegan en lágrimas, está a un movimiento de matar a su hermano, no lo duda, él cumple sus órdenes, la mortífera arma comienza su descenso mientras el ser a sus pies cubre con los párpados los tristes ojos.
El metal está a nada de hacer contacto con la carne odiada cuando su andar es detenido en seco.
El arcángel mira con desconcierto al ser frente a él sin entender cómo es posible que ese humano interfiera nuevamente en sus planes, por una vez siente el impulsivo deseo de aplastar a esa cucaracha.
Una parte del castigado cerebro de Sam registra el retraso y vuelve a levantar los párpados para encontrarse con la espalda ancha de su hermano.
-¡Dean! ¿Qué...?
Se interrumpe cuando advierte que éste ha detenido a Michael, se pone de pie con premura y se coloca a su lado para verlo mejor y lo que ve le hace perder una latido del corazón.
Es Dean, pero no se ve como siempre, su piel tiene un resplandor que la recubre, más dorado que nunca, parecía refulgir, pero son sus ojos lo que lo dejan estático. Los verdes lagos de su hermano se mueven, no el globo ocular que mantiene fijo en los celestes de Adam, es el iris, parece fluir, arremolinarse sobre sí mismo y fluctuar en diferentes direcciones.
-¿Dean?
Pregunta con suavidad y ni Sam ni Michael advierten que la batalla se ha detenido, ninguno repara que tienen sobre ellos tres las miradas de todos los soldados de esa guerra.
El arcángel intenta desasirse del agarre y comprende que la mano que lo sujeta es tan fuerte como un grillete del material de sus espadas, lo intenta una vez más y ni uno de esos dedos dorados lo registra.
-Dean, ¿qué sucede? - insiste Sam al borde de un ataque de histeria.
Su hermano rompe la mirada estática que mantuviera y dirige los extraños ojos hacia él.
-Sammy – sólo una palabra acompañada de una sonrisa.
-¡No! – tuerce el menor poniendo una mano sobre la que el mayor usa de esposa – ¡No Dean, sea lo que sea, por favor, no lo hagas!
Sabe que está rogando y no le importa, porque ha reconocido esa mirada, la ha visto antes, un par de veces, es la que le dirigió su hermano cuando supo que su corazón no resistiría mucho tiempo, igual a la que puso justo antes de que un hellhound lo desgarrara en tiras enviándolo al Infierno. Es una mirada resignada de aceptación, de tristeza, de amor.
-¡No Dean, por favor, por favor Dean, no lo hagas, no...no lo hagas! – se le quiebra la voz entre lágrimas derramadas mientras un arcángel no se entera de nada.
-Sammy...Sam – insiste el mayor cuando el otro no le devuelve la mirada – Sam – su voz es grave, amable, más suave que nunca, el menor levanta la vista y la cierra sobre la de su hermano – Cuídalos Sam.
Sam siente su corazón romperse en pedazos, no puede hacer nada, lo sabe, conoce a su hermano, sabe de qué le habla, lo sabe porque ese es Dean y Dean sólo se preocupa por pocas cosas, su familia, amigos y su chica de cuatro ruedas.
-No... – ruega aunque lo sabe inútil ante esa expresión decidida.
Dean usa su mano derecha y la pone con cariño sobre el hombro de Sam, mira a los dos hombres frente a sí y se vuelve a concentrar en quien ha sido su hermano del alma.
-Diles que los amo, a todos...yo... - se le escapa una lágrima – Lo siento Sammy.
La luz en torno a él brilla a cada instante con más fuerza, parece empezar en su pecho y extenderse por cada célula de la piel, sigue aumentando hasta que comienza a doler el contemplarla, pero a Sam no le molesta porque ya no puede ver entre las lágrimas.
-Dean... - lo dice por decirlo, por nombrar a su hermano quizás una última vez.
En un impulso nacido del corazón el mayor suelta a Michael y rodea en un abrazo fuerte al gigante. El menor se deja sostener entre esos brazos, igual a cuando era un niño asustado y encontraba en ellos todo el consuelo y cariño que necesitaba.
-Te amo Sam, no lo olvides.
Dean se separa y aleja unos pasos, aunque Michael quisiera huir no puede hacerlo, se siente clavado al suelo, pero tampoco quiere, algo lo impulsa a permanecer ahí, quizás sea el entender que se encuentra frente a un hecho especial, quizás frente al motivo de que su padre ame tanto a los humanos.
El hombre es rodeado por la luz hasta convertirse en una bola incandescente de energía, ésta gira, rota sobre sí misma incrementando su fuerza, todos los guerreros en cada esquina del campo de batalla sienten en su piel el poder de esa esfera que crece dentro de un espacio inmaterial, aún invisible parece verse una pared que la contiene que se expande y contrae como un latido.
Crece en su insustancial esencia hasta que su contención cede en una explosión fulgurante, la fuerza es tal que recorre todo el valle, encuentra intrusos en cuerpos prestados o robados y los rechaza sin causar daño, se cuela entre dimensiones, toca el Cielo y el Infierno, recorre distancias cabalgando veloz, sin tiempo, se acerca a heridos y a amigos, una parte se separa y se permite una única visita personal.
Ingresa furtiva a una casa antigua, roza con su singular presencia a un hombre sentado en un silla con un revólver en la mano y una bala en el bolsillo de la camisa. Busca la escalera y encuentra en su camino a una amiga, ésta le mira, sólo un segundo antes de cerrar los ojos angustiada, sube los escalones silenciosa y se detiene ante la figura de una mujer añorada, le acaricia los cabellos, se disculpa y sigue su camino, encuentra entonces a otra mujer, una joven, una que se ha dormido con el rastro de lágrimas en las mejillas, recostada con su espalda apoyada en la puerta trabada desde afuera, se acerca a ella y con ella se queda.
La luz desaparece, se extingue y los guerreros abren sus ojos con la esperanza de descubrir lo sucedido, Sam los imita, mira desesperado hacia donde debería estar su hermano pero allí no hay nada, se moviliza hasta el sitio exacto donde se encontraba hasta unos segundos Dean y descubre un objeto que brilla entre las hierbas, se inclina a recogerlo, es tomarlo entre sus dedos y sentir que el mundo se le viene encima, porque eso no debería estar ahí, porque eso significa más de lo que entiende, porque lo sabe un perdón que pidió muchas veces y ahora reconoce con certeza que se le ha concedido, pero también porque significa amor y adiós en una sola palabra.
Lo estudia con los ojos abiertos en ríos salados, lo aprieta en un puño y ya no hay nadie quien contenga el dolor del hombre que se rompe frente todos y llora desgarrado su pena mientras grita desesperado la injusticia y allí, entre sus manos, se anida cálido y en señal de afecto el colgante de su hermano, el que creyó perdido en un momento de desesperanza, el mismo que le regalara hace mucho tiempo cuando descubrió que Dean era quien cumplía las promesas, se pregunta si es casualidad que hoy también sea Navidad.

Continuará...


Besos a todos!! :)


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